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Cómo hacer compatible los 24 millones de viajeros con el freno a la turistificación de destinos masivos

Una marea humana responde en las calles al turismo de masas en las Islas Canarias

El caudal de turistas no deja de ensancharse. España recibió el pasado abril 7,8 millones, un 8,3% más que en 2023. En los cuatro primeros meses de este año, en conjunto, el número de visitantes subió un 14,5% y rozó los 24 millones. Desembarcaron sobre todo procedentes del Reino Unido, más de 4,4 millones, pero después de Alemania, casi 3,2; y de Francia, con más de 3,1 millones. Hubo más turistas en alojamientos hoteleros, e igualmente crecieron el triple quienes recurrieron a la vivienda en alquiler y se elevó el alojamiento de no mercado. Todo lo expuesto responde a la última actualización de datos llevada a cabo por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la misma que determina que Cataluña fue el primer destino principal de los turistas en abril, con el 21,3% del total, lo que supuso un alza del 8,3% con respecto al mismo mes de 2023. Le siguieron Andalucía, con el 15,4%, que es un 4,4% más; e Illes Balears, que se quedó con el 15,3%, un 1,2% más.

En el acumulado de los cuatro primeros meses de este año, las comunidades que más turistas contaron fueron Canarias, 5,5 millones, un 11,4% más respecto al mismo periodo de 2023; Cataluña, con 5 millones y un incremento del 16,3%; y Andalucía, destino de 3,6 millones de personas, un 13,5% más.

Y las crecidas no acaban ahí. El gasto total de los turistas internacionales que salpicaron España en abril llegó hasta los 9.565 millones, un 13,1% más que idéntico mes de 2023. Y el medio por persona fue de 1.221 euros. El gasto diario se acrecentó un 5,4%, hasta los 183 euros. Y si se pone el foco en los cuatro primeros meses de 2024, el gasto global de visitantes internacionales ascendió un 22,6% hasta los 31.513 millones.

Las cifras parecen imparables. De hecho, el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, ha destacado que "los resultados del primer cuatrimestre de 2024” son “los mejores de la serie histórica” desde que hay “registros oficiales”. Y Airbnb ha contabilizado reservas en más de 3.700 municipios españoles para el próximo verano, un 6% interanual más, que será el de "mayor dispersión de destinos de la historia de la plataforma", según ha informado el portal, vía comunicado.

En paralelo, el malestar de la ciudadanía por lo que algunos colectivos vecinales empiezan a considerar un “turismo desmedido” va en aumento. Lo culpan de “una presión que empieza a ser preocupante sobre infraestructuras y servicios públicos” en las ciudades afectadas, de “la degradación del patrimonio natural y cultural”, del “incremento de los precios de las viviendas, sobre todo por efecto de los pisos turísticos”; o de la “gentrificación” y la “pérdida de identidad de los barrios”. “No es turismofobia, es sentido común”, aseguran fuentes de ese ámbito, que admiten que se están produciendo acciones como el sabotaje con silicona o pegamento de las cerraduras de tipo candado utilizadas para el check in en apartamentos turísticos. “Ha pasado en ciudades como Pamplona o algún punto de Madrid, pero son casos puntuales”, limitan. En otro rincón del mapa nacional, en Valencia, la patronal de viviendas turísticas Aptur ha alertado de pintadas en diversos bajos turísticos de la ciudad. 

Las fuentes consultadas coinciden en que las masivas manifestaciones que tuvieron lugar en Canarias el pasado 20 de abril (20A) marcaron un punto de inflexión y puso el turismo salvaje en el punto de mira. Pablo Díaz, miembro de la Federación Ben Magec - Ecologistas en Acción, explica que, aunque no hay ninguna otra gran protesta prevista para las próximas semanas, el “sentir” de la “explosión” del 20A “sigue latente”. “Se está llevando a cabo un proceso de coordinación y de organización en las islas”, así como de “recopilación de datos” y actuaciones formativas del tipo “charlas online” porque “esto acaba de empezar”, avisa.

Junto a ello, por el momento, realizarán “pequeñas acciones como la del Día de Canarias, cuando hubo una concentración en Las Palmas”, anota. Desde Ben Magec defienden que “la presión humana en los espacios naturales protegidos de las islas” es un factor que “afecta directamente a la conservación de la biodiversidad” y Canarias es “la única autonomía que tiene cuatro parques nacionales: el Teide, Timanfaya, la Caldera de Taburiente y Garajonay”. “El objetivo después del 20A es un cambio de modelo, que éste no se base sólo en el turismo, porque se ha demostrado que ha llegado a su límite a nivel social y territorial. Por eso pedimos una moratoria para parar ya y una ecotasa para reparar lo dañado por la turistificación”, condensa Díaz.

A su juicio, el fenómeno surgido en las islas “es interesante”, dado que “se ha implicado la sociedad en general, no sólo los movimientos ecologistas”. “La gente ha percibido que este modelo de turismo no beneficia al pueblo, sino que esa riqueza se va fuera y deja precariedad y pobreza aquí. Ése ha sido el éxito del 20A, por desgracia”, sostiene. Se están coordinando, asimismo, “con movimientos que está habiendo en otras partes del Estado como Baleares o Cataluña, que tienen el mismo problema. La saturación está llegando a todos lados, con el aumento de la vivienda vacacional, los terrenos se encarecen, el acceso a la vivienda normal se complica…”, enumera.

También en Madrid se están armando marchas contra la “turistificación” y “habrá más”, anuncian desde los colectivos vecinales. ¿Son el turismo, actividad esencial en la economía española, y la convivencia ciudadana dos bólidos lanzados hacia un choque inevitable?

¿Qué se puede hacer?

Para Carles Manera, catedrático de Historia Económica de la Universitat de les Illes Balears, se trata de “un problema de resolución muy complicada”. “Las principales regiones especializadas en turismo tenemos diagnosis precisas sobre lo que está pasando. Para atenuar los impactos que esto está representando se necesitan normativas específicas que limiten una afluencia desordenada del turismo”, defiende. ¿Cómo se hace esto? “Desde políticas tributarias, se pueden poner nuevos impuestos a determinados consumos turísticos, por ejemplo, a los que vienen en cruceros, que no pagan los de pernoctación que funcionan en sitios como Baleares o Cataluña”, apunta. Y une: “Aquí hay margen en política tributaria para obtener recursos para enfrentar los problemas que está generando ese fragmento de la actividad”, aunque “esto puede generar protestas”, avisa.

Luego, hace notar, en relación a los alquileres turísticos en concreto que “la casuística en torno a ellos es muy amplia”. “Hay desde fondos muy importantes en la economía que están comprando bienes inmuebles y los ponen en alquiler, lo que afecta a los grandes tenedores; a familias que tienen una vivienda en zona costera y la alquilan”, sintetiza. A su juicio, “no se puede meter todo en el mismo saco”, pero “en el caso de los grandes tenedores, podrían ser objeto de algún tipo de incidencia tributaria”, de nuevo. Comenta que la economía cuenta con un instrumento: “Los llamados impuestos pigouvianos, que obedecen al economista neoclásico Arthur Pigou, quien planteó en los años 20 la posibilidad de poner impuestos para eliminar externalidades o para atenuarlas”.

Manera pone el acento en otro aspecto más: “Se puede actuar de una manera unilateral, lo que podría generar dificultades de carácter social y empresarial; o desde una óptica de gobernanza. Y ahí, el coste de tiempo es elevado porque poner de acuerdo a sectores que tienen intereses contrapuestos no es fácil”. E incide: “Los cambios de modelo de crecimiento no se hacen por decreto ley ni por voluntarismo, se hacen a partir de procesos que suelen ser largos. En economía turística se calcula que hacer uno puede conllevar de 20 a 25 años, una generación”. Pero, del otro lado, “las soluciones abruptas son difíciles de aplicar, si lo que se pretende es cambiar la forma de crecer”. Y hay una segunda derivada: “Cómo diversificar una economía madura en servicios turísticos, qué nuevas actividades se pueden implementar, que tengan relación con la economía de mercado, en un proceso que pueda ser pilotado desde las administraciones públicas, sin que sea de forma muy intervencionista”, lanza, a modo de reto.

En definitiva, se puede optar por "medidas inmediatas como políticas tributarias, restricción de accesos a zonas muy tensionadas por el turismo… Pero, si se quiere realmente reorientar el modelo, hay que debatir hacia dónde ir”, en enclaves como las Islas Baleares, “que el año pasado recibió 17 millones de turistas, algunas voces hablan de que este serán 20 y dentro de tres, 22”. En su opinión, el asunto concierne a “administraciones, economistas, biólogos, físico, historiadores, juristas… Se necesita una visión más holística del crecimiento económico de lo que impera en este momento. No es fácil, pero cualquier solución que se presente como sencilla en un tema complejo es engañar a la gente”, mantiene. Porque, además, “turismo no es sólo turistas. Es un sector que impacta en la emergencia de nuevas actividades productivas de gran interés como la producción de software, biotecnología, ingeniería, servicios de alto valor añadido, que tienen productividades más elevadas… Muchos han nacido a raíz de la actividad turística. Esto no es despreciable y es la caja negra que hay que abrir y desvelar”, concluye.  

La "tormenta perfecta"

Fuentes del ámbito del urbanismo apuestan por “redefinir y acotar los usos turísticos”, la “estructuración del mercado turístico” y por reforzar “las oficinas técnicas urbanas de las administraciones locales”. En ese sentido, Lluis Frago, profesor de Geografía Humana de la Universitat de Barcelona, advierte: “Podemos gestionar o regular el turismo evitando que aparezcan más habitaciones de alquiler de temporada, Airbnb… pero, si mientras hacemos eso creamos otra terminal de cruceros y ampliamos el aeropuerto… Unas inversiones que busquen únicamente aumentar el tránsito de personas, impedirán que lo primero sea efectivo”. 

Frago acota “el debate de la gestión del hospedaje" que se ha de dar: "Tiene que ser a escala metropolitana, no municipal. Ya es hora de las metrópolis supramunicipales, porque, si no, mientras se regula en Barcelona, en Hospitalet de Llobregat se frotarán las manos porque van a llegar más pisos turísticos y así, saltando de municipio en municipio”, desliza. Y cierra: “En el Estado español hay un minifundismo municipal que hace que cada uno haga su pelea y eso no sirve para nada. Excepto para generar desafección política, al verse que el problema no se resuelve, sino que se desplaza”. 

Por último, el responsable de Hostelería y Turismo de CCOO, Gonzalo Fuentes, tiene claro que “el problema no es el turismo, que siempre ha sido el maná de los pueblos y bien recibido por los ciudadanos, es el modelo turístico que está llevando a la turistificación de las ciudades y a la masificación. O se le pone freno, o se agudizará”, arranca. Cree que “las viviendas turísticas se han desbordado en muchas ciudades y están expulsando a los ciudadanos de los centros históricos, mientras los precios de la vivienda están por las nubes y te pueden cobrar por una habitación 600 euros. Esto más el ruido, la falta de aparcamientos, la inseguridad… Es la tormenta perfecta e insoportable que se va extendiendo por el país”.

Aboga por que “en las zonas saturadas se prohíban más viviendas turísticas”, por “horarios que se cumplan, porque hay gente que tiene que levantarse temprano para trabajar” y por “buscar el equilibrio entre ciudadanos, propietarios, turistas”, lo que “requiere un gran pacto en favor de los intereses generales, en un contexto de cambio climático, con carencia de recursos como el agua”. Fuentes engarza: “Necesitamos un turismo sostenible laboral y socialmente y que en zonas sobresaturadas no se puedan construir más hoteles ni bares ni viviendas turísticas”, dice, consciente de que “los beneficios que aporta el turismo, en muchos casos, no están siendo un valor añadido a las economías locales”. Denuncia que "sigue habiendo mucho empleo precario en la hostelería" ligada al turismo y que "la gente está poniendo en una balanza qué le interesa y que no". "Nadie está contra el turismo en sí, al que siempre los españoles hemos sido muy receptivos. Pero hay que buscar el equilibrio, pactos y un cambio de modelo. No hay más”, finaliza. 

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