La portada de mañana
Ver
Un país en vilo: los escenarios que se abren a Pedro Sánchez y que marcarán "una nueva etapa política"

ECONOMÍA

El 'hooliganismo' político supone un riesgo económico o cómo influye la ideología en nuestra cartera

Varios billetes sujetos con pinzas.

El Foro Económico Mundial (World Economic Forum) ha colocado la polarización en su Informe de Riesgos Globales 2024 entre los tres principales peligros a los que habrá que hacer frente, tanto en el presente como a dos años vista, en un contexto de rápidos cambios tecnológicos, incertidumbre económica, calentamiento del planeta y conflictos de distinta naturaleza. En ese estudio se refleja que la polarización social y la economía están interconectadas, es más, la intensidad de la crispación política global que pareciera insaciable, es una preocupación creciente entre economistas y científicos sociales.

En un artículo titulado La permisividad normativa del partidismo político, publicado en la Revista Económica Europea, los investigadores Luis Miller, Isabel Rodríguez y Tom Lane exponen los resultados de una serie de experimentos científicos que llevaron a cabo en dos puntos distintos: la Universidad de Nottingham en el Reino Unido y la Universidad Jaume I de Castellón en España. Dividieron a los participantes en grupos en función de su apoyo a los partidos políticos o de su afiliación religiosa y, una vez formados aquellos, implementaron un juego de distribución estándar en el que los intervinientes asignaban dinero entre los individuos del grupo propio y ajeno.

Tenían que llevar a cabo dos tareas: cada individuo debía repartir 16 euros entre otros dos compañeros reales y hacerlo sabiendo sólo a qué grupo, político, religioso o aleatorio, pertenecían. En todos los casos, los integrantes del experimento debían distribuir el dinero entre un miembro de su propio grupo y uno de otro de los grupos. Tras la primera tarea, lo primero que observaron es que la mayoría asignó de forma equitativa 8 euros para cada participante y, lo segundo más abundante, fueron las situaciones en las que los participantes daban más dinero al compañero con el que compartían grupo que al de una afinidad contraria. A esto los investigadores lo tildaron de favoritismo intra grupal. Finalmente, destacaron que las decisiones del reparto que tomaban variaban en función de cómo estaban integrados los grupos: cuando las personas estaban divididas por afinidades políticas, la mitad adjudicó el dinero de forma equitativa, mientras que prácticamente la otra mitad optó por darle algunos euros más o todos ellos a la persona de su mismo grupo político. Por el contrario, cuando los grupos se definieron por la religión, sólo uno de cada cuatro participantes mostró ese favoritismo intra grupal.

En la segunda tarea, pidieron a los participantes que estimaran cómo de socialmente apropiadas eran cada una de las posibilidades a la hora de distribuir los 16 euros. Los resultados arrojaron que la decisión de repartir el dinero de forma equitativa se consideraba socialmente muy apropiada, mientras que los movimientos no equitativos se percibían como inapropiados, más cuanto menos equitativos eran. Sin embargo, de nuevo hallaron diferencias según la constitución de los grupos: en los que los integrantes estaban divididos por sus afinidades políticas, la opción equitativa no era entendida tan unánimemente apropiada, a lo que se sumaba que dar más dinero a la persona que vota igual que tú, no se estimaba tan inapropiado como en el caso de la religión. De ahí, que los investigadores concluyeran que la norma social que restringe la discriminación u hostilidad grupal en el caso de religión es fuerte, pero beneficiar con más dinero a la persona con la que compartes afinidad política no está tan censurado.

Pese a que los experimentos se realizaron en dos lugares “que diferían en su tendencia de referencia a la discriminación”, según reflejan los autores, siempre se encontraron con “la discriminación más fuerte en el trato partidista”. Lo hecho demostraría que las acciones discriminatorias con respecto a otros partidos políticos adquieren un perfil coste-beneficio más atractivo que en otros ámbitos sociales.

Una discriminación aún por atajar

Luis Miller sociólogo, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los autores del artículo explica que “la tesis de fondo es que mientras que en otros temas sociales ya hemos desarrollado normas que nos limitan la discriminación hacia otras personas como en los casos de la religión, el género, la edad, la nacionalidad o la etnia, esto no ocurre en la política”. Lo expuesto, “que tiene efectos muy importantes sobre la propia política, sobre cómo consideramos a los líderes y a los votantes de otros partidos, tiene además consecuencias económicas y, por ejemplo, en el entorno del trabajo”, asevera.

Es más, señala que, “la forma en la que nos relacionamos económica y laboralmente con otras personas, también viene influenciada por el llamado partidismo, porque nos llevemos mejor, valoremos más y tengamos sentimientos más positivos hacia los que votan como nosotros, y más hostilidad hacia los que no”. ¿Es esto un riesgo para la economía? Defiende que sí. “En nuestro estudio lo vemos a nivel micro, pero hay otros que miran el mercado de trabajo o las dinámicas en los lugares de trabajo o en la economía, y se ha visto que el partidismo reduce la capacidad de cooperación con otras personas y sabemos que siempre que esto sucede hay un perjuicio económico, porque nos estamos limitando”, sostiene. E incide: “En realidad es lo mismo que ocurre con la discriminación en otros ámbitos. Sabemos que la discriminación étnica en el mercado de trabajo tiene una consecuencia económica porque una de las cosas que imposibilita es el establecimiento de relaciones comerciales o laborales con personas que no son como nosotros”, ejemplifica. En relación con la discriminación de género, cabe señalarse un dato: el coste de oportunidad de alcanzar la paridad de género plena supondría un incremento del 15,8% en el Producto Interior Bruto (PIB) de 2022. Es decir, la economía española habría generado 213.013 millones de euros más, aquel año, según el IV Índice ClosinGap, elaborado por la Asociación ClosinGap en colaboración con PwC.

Para el investigador del CSIC, “el hecho de que las preferencias políticas de una persona en principio no se vean, como sí el color de la piel, el género o la edad, tiene una parte positiva: que no necesariamente tenemos que revelar esas posiciones en nuestras interacciones cotidianas, incluyendo las económicas o laborales”. “Pero -engarza-, tiene la parte negativa de que no es fácil hacer intervenciones públicas que nos conciencien contra esa discriminación. Hasta ahora no hemos tomado conciencia de ello y lo hemos considerado un problema, por lo tanto, tampoco se han puesto en marcha intervenciones para reducirlo”.

Miller recalca que “hay determinadas preferencias y creencias de las personas que no se ven a simple vista, pero que pueden tener un impacto importante en interacciones económicas o laborales cuando se revelan”. Cree que el partidismo “es algo muy parecido al hooliganismo en los deportes, por lo que muchas veces no se quiere revelar según qué preferencias en el trabajo para no generar problemas con otros. Ese sería el tipo de comparación más interesante, el de aquellas cosas que no se ven en principio, pero que cuando se declaran, sobre todo en un momento de crispación y polarización generalizado, provocan desencuentros entre las personas”. Choques que pueden conllevar consecuencias de índole económica.  

Sesgos consolidados

Y hay otra variable reseñable en la relación entre política y economía. En su artículo Economía y comportamiento electoral en democracias polarizadas y posmaterialistas: ¿sigue valiendo el "es la economía, estúpido", el politólogo y sociólogo José Miguel Rojo Martínez, vinculado a la Universidad de Murcia, infiere que "el origen de las percepciones económicas no está disociado de las predisposiciones políticas consolidadas a lo largo de la vida". "Esto es así -añade- especialmente en contextos ambivalentes, en los que la opinión sobre la situación de la economía está dividida, por lo cual los votantes buscan y encuentran en los discursos de los partidos a los que se sienten más próximos argumentos para interpretar la información macroeconómica que les llega".

Más sobre este tema
stats