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Los migrantes en el campo sufren más accidentes y tienen bajas más cortas: “Hay miedo, no es plan jugársela”

Un trabajador en la recolección de limones, en una imagen de archivo.

Al hablar de siniestros mortales durante la jornada laboral, el primer pensamiento que viene es un andamio o la industria química, que sin duda son los dos sectores que más accidentes acumulan. Sin embargo, una investigación constata que el sector que registra la siniestralidad más grave y mortal es el campo. Un fenómeno que, además, no afecta a todos los trabajadores por igual. El informe revela que el sector agrario concentró entre 2013 y 2018 a 4,6 millones de trabajadores españoles y 1,3 millones de migrantes. Pese a la gran diferencia de los números, el estudio revela que los migrantes están más expuestos a los siniestros graves y letales. “No tendría que haber diferencias entre nacionales y extranjeros en cuanto a accidentes”, explica a infoLibre Natàlia Cugueró, una de las autoras del informe. “Y sin embargo los resultados muestran que sí. Consideramos que las claves está en la menor formación, así como menor conocimiento de los derechos laborales”. 

Las conclusiones de la investigación, publicada recientemente en la revista científica Spanish Journal of Agricultural Research, son contundentes. El colectivo de trabajadores inmigrantes del sector agrario presentó un 91,3% más de accidentes que los de origen español, en proporción a los tamaños que presentan ambos grupos. Esta diferencia se eleva a un 116,8% en caso de los accidentes mortales. 

Los datos recopilados de seis años revelan que el sector del campo fue el tercero en accidentes laborales, pero el primero en siniestros mortales. “La siniestralidad laboral en el sector de la construcción está asociada a la maquinaria. En el sector químico, al uso de los productos. Lo que ocurre en el campo es que se dan esos dos elementos: hay uso de maquinaria y productos químicos peligrosos”, añade la investigadora Cugueró, que critica que se habla poco de la siniestralidad en el campo: “El campo es como si fuera un sector que no existe”, remacha.

“El trabajo en el campo es duro y arduo. Requiere descansar”, puntualiza Vicente Jiménez, portavoz del sector agrario en CCOO. “Si no descansas, no comes bien, no te aseas… no puedes trabajar en condiciones. Si comes bocadillos y duermes en una cuneta no puedes hacer bien tu trabajo. Otro aspecto es la falta de formación. Es verdad que la salud laboral en el campo ha empezado a abordarse después de la pandemia, pero queda mucho por hacer. Hay que gastar dinero en equipos de protección individual, en formación o en hacer reconocimientos médicos antes de empezar a trabajar”, critica el sindicalista. 

Las bajas más cortas: el miedo a perder el trabajo

La investigación ha contrastado los datos y ha puesto en evidencia la realidad de la siniestralidad en el campo, en especial en el caso de la población migrante. No obstante, los datos no explican las causas. La coautora del estudio cree que lo que subyace detrás de las bajas cortas es el miedo a perder el trabajo: “Vienen a ganar dinero. Cuando sufren una baja laboral, vuelven al trabajo sin estar recuperados. Son temporeros. De hecho, citamos un estudio que muestra que hay un 60% menos de reportes de accidentes respecto a otros sectores”, critica Natàlia Cugueró. 

“Si me echan, a mí como extranjera me cuesta más encontrar trabajo que a un español”, lamenta Mayra R., en conversación con infoLibre. Esta mujer, ecuatoriana de 40 años, lleva 20 en España y trabaja en un invernadero en Extremadura. “Tragas. Tienes que aguantar. Yo he venido a trabajar con fiebre, con mocos, con lumbalgia… Hay miedo, no es plan jugársela. En mi invernadero trabajo recogiendo pepinos y soy alérgica a la planta del pepino, con eso te lo digo todo”, explica Mayra, que señala el arsenal de tratamientos y vacunas a los que debe recurrir para tratar de que le perjudique lo mínimo posible en su vida diaria. “Lo paso fatal con la alergia”, lamenta.

La trabajadora considera que ella, dentro de lo que cabe, está en una situación aceptable: “Yo soy fija discontinua. Sé que tarde o temprano me van a echar, pero algo sí que me la puedo jugar. Pero muchos no pueden. Vienen a trabajar, como yo empecé, con la cabeza gacha. Cobras 30 o 40 euros cada día. Si faltas, no cobras. En esa situación solo quieres trabajar todos los días”, apunta. Mayra reconoce que, de las cosas buenas que ha tenido en su camino laboral, han sido sus compañeros de cuadrilla: “Gracias a Dios tenemos el sindicato. Mis compañeros luchan mucho, estamos bien dentro de lo que hay”. La trabajadora hoy es representante sindical. 

Cabe pensar que muchos trabajadores, por ejemplo, de origen marroquí o rumano, no son conscientes de sus derechos, especialmente teniendo en cuenta la barrera idiomática. Sin embargo, Mayra disiente de esta idea. Considera que los trabajadores migrantes sí son conscientes de los derechos que existen, pero que muchas veces no pueden ejercerlos: “Tú lo que quieres es que te vuelvan a llamar. Creo que esto también pasa con los trabajadores españoles. Los jefes lo saben y juegan con eso”, critica.

En este sentido, el portavoz del sector agrario de CCOO pone de relieve la importancia de la inspección, dado que la precariedad pone a los trabajadores entre la espada y la pared, a la hora de reivindicar sus derechos o denunciar una irregularidad: “En el último año y medio hemos notado una evolución positiva. Han resultado esclarecedoras. De cada 10 inspecciones, en 7 se encontraron fraude laboral. Las patronales están criticando que se les vigila mucho. Yo digo que no, es que antes no se les vigilaba nada. Es más, si cumplen con la ley, no tienen nada que temer. No digo que todos los empresarios del campo lo hagan mal. Pero hay que señalar al que lo hace mal”, puntualiza. 

El sindicalista señala un factor que sí considera que amplía la brecha entre los trabajadores migrantes y sus derechos laborales: los prejuicios. “La barrera cultural sí es importante. Hay mucho recelo, mucho miedo y desconfianza. Es complicado que se acerquen al sindicato a contarme una situación irregular por cómo funcionan los sindicatos en sus países de origen. La barrera idiomática yo creo que ya no es tan importante. He tenido compañeros tunecinos y marroquíes, y ha habido una gran evolución, utilizamos traductores, hay textos del sindicato en árabe, en rumano… La barrera cultural es más complicada”, señala Vicente Jiménez.  

Otra cara de la siniestralidad: personas mayores en tractores obsoletos

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Otro aspecto de la siniestralidad laboral en el campo es relativo a la edad. Los investigadores del estudio hallaron, con cierta sorpresa, que los accidentes se daban más en las personas de más edad, algo que a priori resultaba contradictorio a los autores de la investigación, ya que a más experiencia se espera una mayor prudencia ante el conocimiento del riesgo. “Tenemos solo teorías puramente especulativas. Creemos que es posible que con el tiempo sobreestimar su capacidad y subestimen los riesgos”, señala la investigadora Cugueró. 

“En muchos casos se trata de personas mayores que se han jubilado y siguen teniendo picos de trabajo con tractores de antes de Cristo”, afirma el portavoz de CCOO. “Todas las semanas tenemos algún caso, personas de más de 70 años que van por zonas angostas en tractores que tienen más de 40 años. No van por las carreteras, para que no los pillen, y estos tractores no tienen medidas de seguridad, en muchos casos no tienen ni la ITV pasada”, lamenta Jiménez. 

En este sentido, el Ministerio de Trabajo lanzó la campaña Tu vida, sin vuelcos, dirigida para proteger a las personas mayores que siguen labrando la tierra. Este organismo estima que hay 300.000 tractores en circulación que no tienen estructura de protección en caso de vuelcos. En lo que va de año, 43 personas han fallecido en estas circunstancias, prácticamente uno a la semana. El Gobierno estima que el 99% de los siniestros no hubieran resultado mortales de haber contado el tractor con la estructura antivuelcos.    

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