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'El regreso de China: ¿Chimérica o telón digital?'

'El regreso de China: ¿Chimérica o telón digital?'

Albino Prada

China ha recuperado el peso económico mundial que ya tuvo hace cinco siglos. Después de un prologando abandono de su vocación oceánica y tecnológica, China es, de nuevo hoy, una superpotencia exportadora y define la frontera en no pocas áreas de conocimiento. Con su particular integración en la globalización neoliberal está contribuyendo a redefinir las condiciones de vida (laborales, ambientales, fiscales, financieras, energéticas, etc.) en todo el planeta. Al mismo tiempo que anota un vertiginoso proceso de éxodo poblacional interno y de mutación de sus estructuras productivos hacia patrones definidos por otras sociedades de mercado.

infoLibre adelanta un extracto de El regreso de China: ¿Chimérica o telón digital?, de Albino Prada (Mundiediciones). Disponible en Amazon en versión Kindle desde esta semana.

Pandemia en China: consumismo neoliberal

No difiere este diagnóstico del que anotó un singular observador como J.G. Ballard en la visita que realizó en el año 1991 a China: “Bajo el mando de Deng, Shanghai estaba regresando rápidamente a su pasado capitalista… la biblia china solo contiene dos palabras: hacer dinero”.

En la China de 1984 ya eran patentes los síntomas de esta deriva hacia una sociedad de mercado. Porque los trabajos más deseados no eran los de científico, médico o profesor (que nutren preferentemente la protección social y la redistribución de riqueza) sino los de taxista, comerciante o cocinero (paradigmas del mercado y del dinero): “todo el mundo piensa exclusivamente en cómo hacer dinero”. Mercado y dinero que corroen la protección social. Para así comprobar, solo cuatro años más tarde, que: “… simples empleados en el sector privado ganaban más que médicos, funcionarios o profesores de universidad”.Biblia muy alejada de lo que reclamaría una democracia social o sociedad decente en la que, entre otras muchas cosas según Hui, campase a sus anchas la “democracia política e igualdad social… el Estado protege la competencia, no los monopolios”; y en la que “todos están igualmente capacitados y cualificados para participar en pie de igualdad en el proceso de gobierno… todos tienen capacidad para tener una concepción razonable de lo que es justo”.

En una tal deriva no nos debiera extrañar que, a la altura del año 2006, el viejo icono revolucionario Lei Feng descendiese al puesto 22º del ranking de popularidad social en China, ranking que para entonces lideraba Jay Chou, cantante-actor taiwanés, y al que Michael Jordan seguía de cerca. Un ranking que en años posteriores encabezarían deportistas de élite, actores, cantantes, o empresarios multimillonarios (de Alibaba, Microsoft,…). Todos referentes hipercompetitivos de una élite social con capacidad de consumo ilimitado. Lo que blindaría el respaldo socio-político en China con tal de facilitar el que cada vez más ciudadanos puedan participar, modesta, desigual pero crecientemente, de tal consumismo.

En una sociedad de mercado, y el paradigma mundial de tal cosa lo tenemos en los Estados Unidos, se laminan las garantías sociales equitativas y la capacidad de protección que ofrece un Estado que se reduce a la mínima expresión por medio de la secesión fiscal de los más ricos. Tampoco salen indemnes, en una pletórica sociedad de mercado, tanto las libertades de acción sindical como las libertades políticas necesarias para la defensa de los derechos de los ciudadanos, tales que libertad de expresión, de prensa, de reunión, de asociación, de lugar de residencia, de huelga, de manifestarse o de protestar. Libertades que se reclaman, con buen criterio, para China en la conocida como Carta 08.

Ya que, si nos distanciamos de un cierto imperialismo intelectual occidental (paradójicamente interiorizado por la plutocracia dirigente del PCCh) según el cual la transición del feudalismo al capitalismo en China se estaría realizando por un socialismo de características chinas, lo que nos queda entre las manos –en lo que va del siglo XIX al XXI- es la transición de una plutocracia de ancestrales dinastías en declive a otras emergentes.

Ahora con las sucesivas generaciones de cúpulas del PCCh, en círculos que no superan las cincuenta personas clave, con una tupida red de relaciones personales (guanxi) que va de los mayores a los más jóvenes. Plutocracias nominalmente comunistas que de facto aceleran, hasta el momento presente, un radical capitalismo de Estado. Con lo que el complejo gubernamental de Zhongnanhai en Pekín será, desde 1949 hasta la actualidad, una ciudad no menos prohibida que su antecesora.

También comprobamos cómo, en todo tiempo y lugar, quién detenta un gran poder económico lo transforma en un determinante poder político (en relación a la libertad de información, de prensa o de voto, a la libertad de asociación, de sindicación o de manifestación). Un poder que subordina la democracia (ya autodenominada liberal, ya popular) a una plutocracia del uno por ciento. Ejemplo paradigmático de tal cosa lo será en China el empresario milmillonario Rong Yiren que llegará a ser vicepresidente de la República Popular entre 1993 y 1998.

Riqueza nacional y bienestar social

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Toman así carta de naturaleza las más negras previsiones de Robert A. Dahl en su análisis crítico de la deriva y tutelaje de nuestras democracias. En el caso de China para su democracia popular. Democracias en decadencia que mutan en regímenes jerárquicos, con súbditos agradecidos y consumistas (que no ciudadanos) obligados por leyes que no han aprobado.

Ciudadanos crecientemente consumistas que, en agradecimiento de poder serlo, se declaran satisfechos con el régimen político que se lo hace posible. Lo que podría denominarse una tiranía amable: si no la cuestionas, tendrás tu creciente cuota de consumismo garantizada. Consumismo por comunismo.

Tal satisfacción y respaldo solo podrán quebrarse si se toma conciencia colectiva de que las necesidades preferentes y básicas (sanidad, educación, pensiones, desempleo, etc.) es imposible que alcancen una cobertura igualitaria a través del mercado y de que, al mismo tiempo, existen muchas cosas valiosas que no tienen precio y están siendo laminadas por la sociedad de mercado.

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