IGUALDAD LGTBI

Salir del armario en Nochebuena: "Si tienes un tío de Vox puedes hundir la cabeza en el consomé o empoderarte y liarla parda"

Una mujer se manifiesta a favor de los derechos del colectivo LGTBI, este verano en Barcelona.

Navidad es, casi por definición, época de reencuentros. Al menos en aquella remota realidad que ahora ha quedado truncada por el coronavirus. Juntarse con la familia, también con la parentela que se conforma con mantener el contacto una vez al año, puede ser reconfortante o puede ser un calvario. Para la comunidad LGTBI, salir del armario y mostrar su orientación sexual o identidad de género abiertamente es una decisión de peso. A veces se toparán rechazo, en ocasiones encontrarán aceptación, incluso aplausos. O con simple y llana normalidad. 

Según la mayor encuesta LGTBI realizada hasta la fecha, elaborada por la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), un 12% de los españoles entrevistados dice sentir miedo a mostrarse tal como es en el hogar y un 24% entre la familia.

Para Ana G. Fernández fue un proceso largo y de hecho este año acaba de salir del armario con parte de su familia. Los últimos que quedaban, celebra. Tiene 33 años y con 18 recién cumplidos fue la primera vez que se reconoció abiertamente como lesbiana. Con sus padres, no fue todo lo bien que cabía esperar. Su padre se enteró y "fue terrible". A día de hoy no mantienen ninguna relación: "Sigue sin llevarlo bien". Su madre no expresó una reacción en contra, pero fue imposible tener una conversación con ella. "Lo ignoró, siempre se ha obviado", dice la joven coruñesa al otro lado del teléfono. "Poco a poco hemos empezado a hablar, aunque no muy a fondo", señala. 

Ana se ha sentido lo suficientemente fuerte para comenzar a verbalizar quién es, en parte gracias a su desarrollo en el plano del activismo. Hoy preside la Asociación pola Liberdade Afectiva e Sexual (ALAS) de A Coruña, pero lleva décadas militando en la sombra, primero en Madrid y después desde la ciudad herculina. La activista reconoce que buena parte del arrojo que hoy cosecha nació al calor de su actividad en colectivos sociales.

Algo parecido le sucedió a Santiago Rivero. Con poco más de 20 años empezó a llevar a algún chico a casa, pero para su familia eran sólo amigos. Hasta que salió del armario por la puerta grande. Fue en pleno Orgullo, como parte de la Federación Estatal LGTB. Boti García Rodrigo, entonces presidenta de la entidad, le dio el micrófono y de pronto las cámaras de televisión le enfocaron a él. "Mi madre me llamó dos días después para decirme que me había visto por televisión y sólo se me ocurrió preguntarle si había salido guapo", evoca.

'¿Cuándo vas a traer a la novia?'

Tanto Ana como Santiago recuerdan las cenas de Navidad previas a salir del armario, no como un espacio hostil, pero sí incómodo en ocasiones. "Te preguntan cuándo vas a traer a la novia o bromean sobre la pluma de alguien. No es un entorno agradable para salir del armario", comenta Santiago, hoy diputado socialista en la Asamblea de Madrid.

Jimena González sí soportó algún comentario incómodo en su adolescencia, tras su primera salida del armario, entonces como hombre gay. "Sí recuerdo esas situaciones. Cuando vives como hombre gay la salida del armario es más opcional y muchas veces das por hecho que todo el mundo lo asume", reflexiona. Eso da lugar a que a veces los entrantes vayan acompañados por "chistes de mariquitas" y los brindis saquen a relucir algún que otro "comentario homófobo".

Fue distinto en su segunda salida del armario, hace ya un año, como mujer trans. "La reacción principal fue mucho miedo, en parte fruto del desconocimiento". Jimena, militante de Más Madrid, encontró entre los miembros de su familia algunos prejuicios y muchas "expectativas falsas" sobre lo que es ser una mujer trans. Sorpresa, desde luego, pero sobre todo mucho miedo. "Es curioso comparar la reacción ante las dos salidas del armario: la de adolescente fue mucho más dramática, sentí mucho más rechazo. Esta vez dominó el miedo, el desconcierto y la preocupación".

Jimena asume que los grandes reencuentros familiares tendrán que esperar, un año más. Desde que inició la transición, la crisis sanitaria ha impedido sentar a toda su familia a la mesa, pero con la mayoría sí ha podido ir reuniéndose. "Las reacciones han sido muy respetuosas, con más curiosidad que otra cosa", celebra. Y algún despiste con su nombre. "A veces hasta a mí me pasa, pienso en mí misma con mi nombre anterior", admite.

El armario como herramienta de opresión y como refugio

Cuando el armario queda hecho trizas, los comentarios pueden llegar a suavizarse o desaparecer. "Hay un esfuerzo por mantener las formas", observa Santiago. Lo que no significa que todo vaya sobre ruedas: "A veces alguien puede hacer algún comentario un poco desafortunado", reconoce Ana. Pero es indulgente: cuando no hay detrás la intención de hacer daño, lo mejor es coger "una copita de vino" y seguir con la fiesta.

El armario, señalan ambas voces, funciona habitualmente como herramienta de "opresión, pero también, en ocasiones, como refugio". Muchas personas se atrincheran tras sus puertas precisamente para no sufrir las consecuencias de visibilizarse. En ese sentido, los dos recomiendan salir del armario sólo si enfrente hay un espacio seguro. 

"Si tienes un tío o a un primo de Vox tienes dos opciones: dejarlo correr y hundir la cabeza en el consomé o empoderarte y liarla parda", asiente irónica Ana. Lo cierto, coge aire, es que enfrentarse a una "persona de esa ideología no es fácil, porque atenta contra tus derechos más fundamentales".

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Jimena introduce un matiz. En lo que respecta a la orientación sexual, el rechazo "sí suele estar mucho más definido" y tiende a proceder de "familiares más conservadores". Sin embargo, cuando se trata de la identidad de género, el margen se ensancha: "A lo mejor la tía del PSOE también nos lo pone especialmente difícil", lanza.

Ahí es importante "medir la situación y buscar espacios seguros, un grupo con el que te puedas expresar", aconseja Ana. La familia, prosigue, puede ser parte de ese grupo o no. "Siempre se puede buscar ayuda, estamos las entidades para toda la gente que lo necesite. Sal del armario sólo si tienes claro de que es seguro para tu salud mental y tu integridad física", remacha.

Jimena recuerda que, alcanzada la madurez, los lazos de sangre dejan de acarrear obligaciones, al menos de manera estricta. "Si en algun momento la familia no supone un apoyo, sino un obstáculo para vivir tranquilamente, mantener la relación es solo una opción", reflexiona. A la persona trans que estas fiestas teme los reencuentros familiares, le diría que "intente mostrarse con la mayor seguridad que pueda y reclame su espacio", sin que se convierta "en un suplicio". Santiago cree importante encontrar complicidades entre los propios miembros de la familia, para que salir del armario en los encuentros no sea una prueba de fuego que afrontar en soledad. Con el tiempo, asegura, las preguntas sobre "esa futura novia que nunca llegará" acaban por esfumarse.

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