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Transición energética

El Banco Europeo de Inversiones financia proyectos de combustibles fósiles mientras la UE pide el fin de los subsidios

Mina de carbón en España.

La Unión Europea sigue financiando generosamente proyectos relacionados con los combustibles fósiles, pese a que todos los documentos sobre cómo los países del club comunitario deben abordar la transición energética recomiendan y exigen acabar con este tipo de ayudas. El informe de dos organizaciones climáticas Desconexión gradual en 2020: monitorizando los subsidios a los combustibles fósiles de Europa alerta de que instituciones de crédito de la UE como el Banco de Inversiones siguen amparando a proyectos de energía sucia pese a que, en teoría, las directrices marcan un camino radicalmente contrario. El documento está firmado por el think tank británico Overseas Development Institute (ODI) y Climate Action Network (CAN), una red internacional de 121 organizaciones contra el cambio climático, entre las que se encuentran SEO/Birdlife, Amigos de la Tierra o Greenpeace.

El informe recoge las cifras de la financiación pública de instituciones europeas a proyectos de la industria de los combustibles fósiles. El Banco Europeo de Inversiones, según las dos organizaciones, prestó 5.294 millones de euros entre 2014 y 2016 a este tipo de proyectos en países miembros de la Unión Europea. Entre los objetivos del BEI se encuentra, como aparece en su página web, "apoyar las medidas para mitigar el cambio climático". Este dinero fue a parar a 27 proyectos de gas natural, uno de carbón y dos de petróleo. El Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas, en el mismo periodo, financió 976 millones de euros en países fuera del club comunitario y 1.175 dentro. Por último, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, creado en 1990 para favorecer una transición a la economía de mercado en los países exsoviéticos de Europa Oriental, financió 2.200 millones de euros a estas iniciativas.

El aparente rumbo de la Unión Europea en contra de los subsidios a combustibles fósiles es claro. Está recogido en varios acuerdos y hojas de ruta energéticas de la institución, y no precisamente irrelevantes: es uno de los puntos de la estrategia Europa 2020estrategia Europa 2020, adoptada en 2010, que recoge los objetivos de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de los países miembros. La directiva insta a estos países a "reducir paulatinamente los subsidios medioambientalmente dañinos". Prácticamente la misma frase es recogida en el VII Programa General de Acción de la Unión en materia de Medio Ambiente hasta 2020, otra línea maestra de la UE en temas de cambio climático, que pretende "convertir a la Unión en una economía hipocarbónica" de cara a 2050.

Financiación para el gas natural

No es casualidad que 27 de los 30 proyectos financiados por el BEI sean de gas natural. Entendemos combustibles fósiles como los que proceden de la biomasa sujeta a transformaciones bajo tierra durante millones de años, y son cuatro: carbón, petróleo, gas licuado del petróleo y gas natural. No son renovables y su uso para producir energía contamina. Pero el gas natural se considera el combustible fósil menos contaminante, y voces tanto de la industria como gubernamentales lo señalan como un recurso "de transición", un punto intermedio entre la terriblemente sucia quema de carbón y petróleo y un futuro con un 100% de renovables.

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La Unión Europea no esconde que apuesta por esta opción. La distribución de gas natural licuado (GNL) libre por las fronteras de los países europeos es uno de los objetivos de la Unión de la Energía, un plan de las instituciones comunitarias para constituir "un sistema energético integrado a escala continental, en el que la energía fluya libremente (…) sobre la base de la competencia y el mejor uso posible de los recursos". En nombre de la "seguridad del suministro", tanto dicha unión como los sucesivos Paquetes de Invierno apuestan por más infraestructuras, tanto gaseoductos como instalaciones para convertir de nuevo el GNL en gas.

El debate sobre si el gas natural es un combustible lo suficientemente limpio para utilizarse como "transición" coloca en posiciones antagónicas, como es habitual, a las grandes empresas y a las ONG. El consejero delegado de Endesa, José Damián Bogas, señaló este viernes que para llegar al compromiso internacional adquirido de descarbonizar la economía y alcanzar un horizonte cien por cien renovable "se necesita un aporte temporal de todas las tecnologías", para "no poner en peligro el suministro y los precios", como recoge Europa Press. Las asociaciones ecologistas españolas se oponen a la instauración del gas natural como combustible "de transición" hasta la descarbonización, por su huella climática si se tiene en cuenta el proceso y por las fugas del metano, el principal componente del gas natural. En el proceso de extracción, transporte o licuación, parte del metano se escapa a la atmósfera. Aunque su permanencia en el aire es menor que la del dióxido de carbono, su potencial como agente de efecto invernadero es 86 veces mayor que el del CO2. 86 veces mayor que el del CO2.

"La Comisión Europea está haciendo una gran apuesta por el gas natural", aseguraba a infoLibre el responsable de Clima y Energía de Amigos de la Tierra, Héctor de Prado. "Creemos que estamos haciendo las cosas bien, pero no estamos contando todo lo que está sucediendo", porque no contamos las fugas de metano a la hora de valorar la acción climática, afirma Samuel Martín-Sosa, activista de Ecologistas en Acción muy crítico con el uso de este combustible. La tendencia, a juzgar por los millones de euros financiados, parece imparable. En 2015 los fósiles recibieron, de distintos gobiernos en todo el mundo, 303.000 millones de euros en subsidios, según datos de la Agencia Internacional de la Energía: el doble de lo que recibieron las renovables. Y según otro informe del Overseas Development Institute, los gobiernos del G-20 desembolsan indirectamente alrededor de 88.000 millones de dólares cada año en el apoyo a la exploración de petróleo, gas y carbón.

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