El bisonte del Capitolio anda suelto: la impunidad de los indultos da alas a los trumpistas más violentos

“Es un insulto a los policías, al Estado de derecho y a nuestra nación. Es como si el país hubiera defraudado a todos los agentes que fueron heridos. Ellos fueron los héroes ese día. Los criminales del 6 de enero están intentando reescribir la historia asegurando que no fue un motín ni una insurrección”. Estas palabras sobre los más de 1500 indultos que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado a aquellos condenados por asaltar el Capitolio durante el proceso de validación de los resultados electorales de 2020, no son, pese a lo que pudiera parecer, de ningún miembro de la cúpula demócrata ni de ningún activista antitrumpista. Al contrario, este alegato fue pronunciado por Pamela Hemphill, una de las mujeres que ese día asaltaron la sede de la democracia estadounidense y que ha rechazado el indulto presidencial de Trump.
Hemphill, de 71 años, se arrepiente enormemente de lo que hizo ese día tras, describe, haber recuperado la cordura después de estar varios años asociada a círculos radicales de apoyo al presidente, a los cuales ahora califica como una “secta”. “No quiero ser parte de su intento de reescribir lo que sucedió ese día”, dijo en una entrevista con un diario local de Idaho, lugar en el que reside. Hemphill fue condenada a dos meses de cárcel, tres años de libertad condicional y una multa de 500 dólares tras un acuerdo con la Fiscalía por delitos menores. Una condena que no desaparecerá del historial de la que en el pasado fue apodada en los círculos trumpistas como la “abuela MAGA” (el acrónimo del lema de Trump Make America Great Again).
Los que sí se han beneficiado del indulto presidencial son algunas de las personas más peligrosas que participaron en el asalto. Entre ellas, hay dos que destacan por encima de todas: Enrique Tarrio y Stewart Rhodes. Los dos son, respectivamente, el exlíder de los Proud Boys y el fundador de los Oath Keepers, dos milicias extremistas leales al máximo al presidente estadounidense y que, ese 6 de enero, lideraron la turba que trató de subvertir el resultado electoral. Tarrio estaba condenado a 20 años de cárcel, Rhodes, a 18, ambos considerados por la Justicia como “conspiradores sediciosos”, uno de los delitos más graves del ordenamiento jurídico estadounidense. “Las investigaciones afirman que, sin la concurrencia y la organización de estos grupos, el asalto, tal y como se dio hubiera sido imposible. De los procesados por lo que pasó el 6 de enero, un tercio de ellos pertenecen a estas milicias”, afirma Antonio Garrido, doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad de Murcia y experto en violencia política.
“Los dos grupos son principalmente supremacistas blancos y de extrema derecha. Sin embargo su fuerza y vinculación con el presidente no nace de esas elecciones de 2020 que pierde el magnate, sino que ellos ya formaban parte de su campaña y de su mandato con un total apoyo mucho antes”, describe Anna López Ortega, politóloga experta en extrema derecha y profesora de la Universidad Internacional de Valencia. Durante el juicio, los fiscales aseguraron que Rhodes se comportó ese 6 de enero como un “general en el campo de batalla”, y que su grupo había trasladado decenas de armas a una habitación de hotel en Virginia por si estallaba un desorden civil masivo.
Este último episodio pone de relevancia hasta qué punto ambos grupos son una verdadera milicia paramilitar. En un país como Estados Unidos donde las armas y la violencia forman parte del ADN de sus habitantes, muchos temen que durante el mandato de Trump este tipo de grupos ganen fuerza y provoquen aún más inestabilidad. “El servicio de inteligencia de EEUU durante el anterior mandato del magnate ya les calificó de una 'amenaza persistente' para el país. Después de los ataques de Charleston ya afirmaron que eran uno de los principales peligros latentes para la seguridad de EEUU. De hecho, más del 80% de asesinatos extremistas en Estados Unidos son cometidos por estos grupos supremacistas blancos”, afirma López Ortega.
En opinión de Garrido este tipo de milicias terminan por tener un gran potencial desestabilizador y, en contextos de alta polarización, incluso pueden provocar grandes estallidos de violencia. “Los grupos paramilitares acaban desembocando en graves problemas. Por ejemplo, los más famosos son las SS nazis o las milicias fascistas de Mussolini, pero hemos visto casos en América Latina o en otros lugares donde también logran alcanzar un amplio poder. La cuestión que subyace es la pérdida del monopolio de la violencia por parte del Ejército, y eso siempre genera inestabilidad”, afirma el profesor de la Universidad de Murcia.
Un Trump sin miedo a nada
Con este historial de peligrosidad y con la gravedad de los hechos perpetrados, no solamente un intento de subversión de la democracia, sino también agresiones a agentes de la autoridad, las reacciones críticas a los indultos no han tardado en llegar. Las encuestas postelectorales afirmaban que dos de cada tres estadounidenses estaban en desacuerdo con indultar a los asaltantes del Capitolio, aunque ese sentimiento es especialmente preocupante dentro de sus propias filas. Poco después de conocer los indultos, las asociaciones International Association of Chiefs of Police (IACP) y la Fraternal Order of Police (FOP) emitieron un duro comunicado conjunto donde advertían del “mensaje peligroso” que estaba dando Trump con los indultos, mostrándose “desalentados” por la decisión. Ambas habían apoyado al magnate en las elecciones de 2024 y, en el caso de la FOP, el propio presidente había acudido a hablar en una de sus reuniones.
Lo que intenta realizar Trump al final es reescribir la historia, reconfigurando el relato que hay sobre el asalto
Aun con esas, a Trump parece haberle dado igual esa presión por parte de algunos de los grupos de interés más importantes que le habían patrocinado estos años. De igual forma, también ha hecho caso omiso a las críticas dentro de las filas más tradicionales de los republicanos, que ven como Trump está socavando su imagen de partido defensor de la ley y el orden. “Sí es cierto que dentro de las tendencias conservadoras había un cierto debate sobre si era correcto o no indultar a los asaltantes. Por ejemplo, algunos sí se abrían a estudiar caso por caso y a indultar algunos casos no violentos. Pero otra vez Trump ha decidido hacer un gesto de fuerza, indultando a todos y transformando esto en otro golpe de efecto más”, afirma Alex Maroño, analista de El Orden Mundial y especialista en política estadounidense.
Para López Ortega, el movimiento de Trump tiene un objetivo claro: legitimar la violencia con un objetivo político, haciendo ver, como dijo en una entrevista en la cadena Fox News, que lo sucedido el 6 de enero fueron “incidentes menores” y que realmente lo que pasó ese día no fue una amenaza para la democracia. “Lo que intenta realizar Trump al final es reescribir la historia, reconfigurando el relato que hay sobre el asalto. De que se tenga la percepción de que fue un día violento quiere pasar a que sea visto como uno de celebración, tal y como se sostiene en los círculos más extremistas del trumpismo”, continúa Maroño en la misma línea que la profesora.
¿Y ahora, qué?
Con los indultos de Trump ya sobre la mesa, la pregunta es cómo condicionarán las acciones de estos grupos durante los 4 años de Administración republicana. “Están más envalentonados y más impunes que nunca. Ahora parece que el uso de esa violencia política es legítima y tengo miedo a que podamos ver más episodios, no ya con unas elecciones, sino, por ejemplo, con decisiones de gobernadores demócratas”, señala preocupada López Ortega, que igualmente prevé pasas de Trump para dificultar la persecución de los delitos de odio. Por ejemplo, nombra el caso del órgano especializado creado por Biden para la protección de las minorías y que, con total probabilidad, el magnate eliminará.
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A ello hay que sumar el contexto de la sociedad estadounidense actual, completamente polarizada y partida por la mitad. Garrido recuerda como, según todas las encuestas, hay en torno a un 15-20% de los estadounidenses que justifica el uso de la fuerza para alcanzar fines políticos, un caldo de cultivo que, si se suma a la impunidad que ha dado Trump a estas milicias, es muy preocupante. Además, hay que tener en cuenta el desgaste que ha sufrido el propio sistema democrático por parte del magnate: “Tradicionalmente, Estados Unidos ha sido un sistema de contención. Había cosas que el presidente no podía hacer por respeto institucional como podían ser aprobar un gran número de decretos, sortear al Congreso o realizar indultos de forma indiscriminada. El problema es que todas esas líneas ya las ha superado Trump, y eso es un gran desgaste para la democracia del país”, explica Garrido.
López Ortega, por su parte, pone el foco en las réplicas que puede tener el movimiento de Trump en otros lugares. Recuerda como, solo 3 años después del 6 de enero, miles de manifestantes tomaron la plaza de los Tres Poderes de Brasilia (Brasil), para intentar subvertir el resultado de las elecciones en las que Lula da Silva venció a Jair Bolsonaro. “Los asaltos a instituciones se han visto ya en muchos países, también en España, y con estos indultos se acaba legitimando el uso de esas formas como respuesta a un resultado político”, explica la politóloga.
Pero no solo eso, a nivel interno, para Garrido, los indultos también desprestigian el propio sistema judicial. Desde su aparición en la arena política, el magnate ha criticado los procedimientos de los jueces, los cuales son, para él, una forma de persecución política contra él y sus seguidores por parte de las élites de Washington. “Al final, los indultos apuntillan su tesis de que lo que juzgó a los asaltantes del Capitolio fue un sistema corrupto y él viene a corregir eso”, explica Garrido. Tiene 4 años todavía por delante. Ni siquiera, de hecho, ha pasado una semana desde que Trump tomó la presidencia. Pero hay décadas donde no pasa nada y semanas en las que parece que pasan décadas, y esta ha sido de las últimas.