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Raphaël Glucksmann, el revulsivo que necesitaba el socialismo francés

Raphael Glucksmann en el Congreso del PSE el pasado mes de marzo.

El socialismo francés había muerto, aplastado entre dos muros. A la derecha le había comido parte de la tostada el movimiento liberal de Emmanuel Macron. A la izquierda los Insumisos de Jean-Luc Mélenchon. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022, la candidata socialista (y alcaldesa de París) Anne Hidalgo sólo consiguió el 1,74% de los votos contra el 27,85% de Macron, el 23,15% de Marine Le Pen o el 21,95% de Mélenchon. En los medios franceses se llegó a especular incluso con la disolución del partido fundado en 1905.

Su secretario general, Olivier Faure, consiguió mantener la nave a flote y para las elecciones europeas convenció al eurodiputado Raphaël Glucksmann (que había anunciado que se presentaría de todas formas) de liderar la lista socialista al Parlamento Europeo. El 1 de febrero se hizo oficial que Glucksmann sería el hombre que cargaría con el peso de otra derrota socialista. Pero Glucksmann, periodista, documentalista, ensayista y, entre otras cosas, nieto del filósofo André Glucksmann, descendiente de una familia judía askenazí, no se resignó a que su candidatura se arrastrara como la de Hidalgo.

Los últimos meses han visto como la candidatura socialista, que en los primeros sondeos no alcanzaba ni el 5% del voto, despegaba con una campaña en la que el eurodiputado ha conseguido mostrar a un hombre tranquilo, un izquierdista posibilista que, si los sondeos aciertan, hará que los socialistas franceses recuperen su protagonismo en Bruselas, que desde hace años dejaron en manos de sus colegas italianos y españoles.

Glucksmann, que en 2004 dirigió un documental en el que por primera vez se apuntaba a la responsabilidad francesa en el genocidio de Ruanda y comprometido con la independencia de Ucrania desde los inicios del Euromaidan de 2013, ha “gastado” sus cinco años como eurodiputado sobre todo dedicándolos a la libertad de Ucrania y a la defensa de los derechos humanos. Activista, ha puesto a la Comisión Europea varias veces contra las cuerdas. Es el presidente de la Comisión especial del Parlamento Europeo sobre la injerencia rusa en los procesos democráticos de la Unión Europea y sobre sus campañas de desinformación. Ha sido, sobre todo, defensor de la minoría uigur china.

Los macronistas no le hicieron caso alguno durante semanas, pero Glucksmann, con un aura más presidencial que de simple líder de un grupo de eurodiputados, aprieta en los sondeos y en algunos ya roza a la candidata de Macron, Valérie Hayer. Le Pen sigue disparada por encima del 30% de intención de voto. Glucksmann, de creer a los medios franceses, está comiendo rápidamente el electorado de los Insumisos, pero sobre en la parte más centrista de los electores de Macron.

Glucksmann rompe la táctica de los macronistas. El presidente ya no puede usar la dualidad “nacionalistas (en referencia a la extrema derecha) contra progresistas (en referencia los suyos)” porque por ahí se le cuela el socialista. Y los de Macron se han ido tan a la derecha, para crecer a costa de Les Républicains, el partido conservador tradicional, pensando que por el centro no tenían nada que temer, que su giro ahora hacia el centro sería muy arriesgado por increíble.

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Si los de Macron mantienen su línea Glucksmann podría seguir creciendo por el centro. Si vuelven al centro abrirían un agujero por la derecha que ocuparían Les Républicains o directamente Marine Le Pen. Cualquier movimiento en estas circunstancias es perdedor mientras Glucksmann sólo tiene que mantener su rumbo. La diputada macronista Caroline Janvier reconoció al diario Le Monde que “Glucksmann nos roba votos porque derechizamos nuestro discurso y eso decepcionó a los electores de centro izquierda”. Macron ya no es el presidente centrista de su primer mandato. Reformas como la de las pensiones o la de migración mostraron a un presidente sobre todo conservador.

El presidente intenta despertar a su base electoral lanzando los mensajes que le funcionaron en dos presidenciales, pero a nivel europeo. Europa estaría “en peligro mortal” por la crecida de las extremas derechas y habría que votar progresismo y europeísmo. Pero ahí esta vez aparece un rival en Glucksmann. Ni siquiera el asunto de Ucrania, que en Francia polariza mucho más que en España por el pasado abiertamente pro ruso de Marine Le Pen, sirve a Macron porque Glucksmann es un pro ucraniano de primera hora.

La última idea de los macronistas es acusar a Glucksmann de ser alguien de bellas ideas irrealizables y de no tener experiencia de gestión. Valérie Hayer, candidata de Macron, exige un debate televisado a Jordan Bardella, candidato de Marine Le Pen. Pero rechaza uno con Glucksmann.

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