Las treguas inútiles: por qué no hay un alto el fuego en Gaza ni tampoco servirá para parar el genocidio

Adolf Hitler, Iosif Stalin, Benito Mussolini, Henry Kissinger y Donald Trump. Cinco nombres, cinco personajes históricos que han marcado el destino del mundo durante el último siglo. Poco tienen en común: los tres primeros fueron despiadados dictadores, el primero un genocida que mató a millones de personas durante el Holocausto y los otros dos, unos sanguinarios autócratas que gobernaron con mano de hierro. Kissinger, por su parte, fue el responsable de golpes de Estado antidemocráticos, invasiones ilegales y constantes violaciones de los derechos humanos, mientras que Trump ha abanderado a la nueva extrema derecha y llevado a EEUU a un nuevo capítulo de autoritarismo. Pero sí que hay algo que une a todos ellos. Un valor tan universal como contrario a su biografía: la paz. Y es que todos ellos, en algún punto de su vida han estado nominados para ganar el Premio Nóbel de la Paz. Ironías de la vida, por ahora solo Kissinger pudo hacerse con el galardón, aunque el actual presidente de los EEUU se muere de ganas por compartir palmarés con Nelson Mandela, Martin Luther King o el Dalai Lama.

Este pasado miércoles, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, viajó a la Casa Blanca con ese as bajo la manga. El magnate ya estuvo nominado en 2018 y 2020, pero en esta ocasión era el mandatario de Israel el que pedía que el nombre de Trump estuviera en la terna para el Nóbel. “Se lo merece”, dijo Netanyahu al poco de llegar a EEUU. Sin embargo, lo que al principio fueron palabras de cariño y alabanza mutuas, pronto se convirtieron en momentos de tensión y tiranteces. Si del viaje del primer ministro se esperaba que Trump lograra desbloquear el acuerdo de tregua de 60 días para Gaza que propuso el propio presidente de EEUU, el resultado ha sido exactamente el contrario: el pacto sigue tan encallado como siempre y el principal escollo entre el Nóbel y Trump continúa siendo, precisamente, la misma persona que le ha nominado.

“La cuestión del premio no es algo menor. Es la enésima herramienta discursiva que ha usado Netanyahu durante este tiempo para que no se hable de lo que realmente está sucediendo: un genocidio en Gaza. No es la primera vez que tanto él como Trump usan este tipo de recursos chocantes para distraer la atención, que se añaden a los otros conflictos en Irán o en Líbano que ha ido alimentando Israel y que hacen que se nos olvide Gaza. Y lo consiguen”, comenta Lola Bañón, periodista y profesora con amplia experiencia en la cobertura de conflictos en Oriente Medio. 

De hecho, repite, todo el viaje de Netanyahu a EEUU es una pura escenificación de algo que nunca será. Porque, sencillamente, a Israel no le interesa la paz, nunca le ha interesado y tampoco lo hará a largo plazo. “El viaje es otro episodio del marketing internacional de Israel. Con este tipo de eventos hacen ver falsamente que ellos quieren la paz mientras el resto no, alimentando una estrategia discursiva llena de mentiras y de promesas falsas”, señala Gerard Pamplona, doctor en historia y especialista en guerras y procesos de paz de la Universitat Pompeu Fabra.

Israel no aceptará una Gaza en paz

Toda esa narrativa no es menor, insiste Pamplona, porque pese a todos los avances que pueda haber en cuanto a las treguas o los alto el fuego, el objetivo de Israel sigue siendo el mismo y no puede estar más alejado de la pacificación: la anexión y colonización de la Franja. “Tel Aviv no habla de Gaza como una guerra ni como un conflicto. Habla de ello como una batalla existencial para su supervivencia. Es decir, o sobrevivimos nosotros o sobreviven ellos, pero uno de los dos bandos terminará aniquilado completamente. Y una vez instauras una narrativa así entre la población, todo lo que no sea una victoria total frente al enemigo va a sonar como una derrota”, comenta el experto. 

De hecho, tal y como explica Moussa Bourekba, investigador principal de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) especializado en Oriente Medio, la propia ciudadanía israelí no está en contra de la guerra y, en su mayoría, han comprado la narrativa de su Gobierno. “Muchas veces se confunden conceptos, la población israelí está en contra de Netanyahu, pero no de lo que está sucediendo en Gaza”, contesta el experto a la pregunta de cuál es el sentir de la opinión pública dentro del país. Así, el desgaste del primer ministro viene más por los casos de corrupción que lleva arrastrando a lo largo de su trayectoria política, por su incapacidad de liberar a los rehenes e, incluso, por su posible responsabilidad en los fallos de seguridad que condujeron al 7 de octubre, pero no tanto por sus acciones internacionales. “Todos estos años de deshumanización del pueblo palestino han tenido como consecuencia lo que estamos viendo ahora, que las encuestras muestran que los israelíes no están en contra de la limpieza étnica en Gaza”, zanja.

De hecho, Bourekba no descarta que, si el momento es propicio, Netanyahu pueda plantearse adelantar las elecciones. “Su trayectoria política en las últimas 3 décadas nos hace ver que es un superviviente nato, que sabe renacer una y otra vez de sus cenizas. Su objetivo es convertirse indudablemente en el actor hegemónico en la región y de esa forma tener la fuerza suficiente para expandir los Acuerdos de Abraham para que más países árabes reconozcan a Israel”. Si esto sucede, la popularidad de Netanyahu volvería a subir, tal y como hizo ya con los ataques a Irán, ya que se podría presentar de nuevo ante los votantes como el hombre que ha logrado ganar esa guerra existencial y que ha impulsado a Israel como el actor que decide todo en Oriente Próximo.

Por todo ello, Tel Aviv es el menos interesado en que se llegue a una tregua que, por otra parte, se ha demostrado una y otra vez que, con casi total probabilidad, no serviría para nada. Netanyahu ya ha advertido que tras esos 60 días Israel volvería a atacar Gaza y que no se detendría ante sus objetivos. “Ese es el gran problema de las treguas, qué sucede el día después de que acaban. Israel ya ha pasado todos los límites y ha cruzado el Rubicón de la limpieza étnica y tras todo ello solo quedan las deportaciones masivas, que sin duda es otro de los objetivos finales de Netanyahu, nunca la paz”, asegura Pamplona.

Esa nueva colonización de la Franja, si bien es un objetivo que está instalado en Israel, lo es de forma más radical dentro de los partidos más extremistas que sostienen al Gobierno de Netanyahu. Tanto Itamar Ben Gvir como Bezalel Smotrich, representantes de las formaciones Otzmá Yehudit y Sionismo Religioso, harán caer el Gobierno en caso de que Netanyahu no llegue hasta el final. El primero ya dimitió por su rechazo a la anterior tregua en enero poniendo al Ejecutivo al borde del colapso, y solo volvió cuando Netanyahu reanudó los bombardeos masivos. El proyecto de estos extremistas pasa por hacerse con Gaza y destruir completamente a Hamás, algo prácticamente imposible para los expertos. “Acabar con el grupo sería el equivalente en Europa de intentar acabar con un partido mayoritario. Se puede desarticular su estructura, pero nunca eliminar sus ideas o el movimiento. Es un objetivo militar que directamente no se puede alcanzar”, explica Bañon.

La devastación total de Gaza

Y mientras todo esto sucede, las bombas siguen cayendo sobre Gaza. Día tras día y sin descanso, la situación de los gazatíes, que lleva siendo dantesca desde que comenzó la invasión, empeora más y más, entre el dolor constante de las muertes y el hambre y la desesperanza por no ver un final al genocidio. “Nuestros compañeros sobre el terreno nos cuentan que este es el peor momento que están viendo. La población está exhausta, no pueden más. Viven todo el rato rodeados de gritos, llantos, sangre, muertos, cuerpos desmembrados. Ahora las familias tienen que elegir entre morir de hambre y ver cómo sus hijos lo hacen también o ir a los puestos de comida controlados por Israel sin saber si volverán o no porque les disparen y les maten”, relata Raquel Martí, directora Ejecutiva de la UNRWA en España.

El bloqueo que Tel Aviv lleva poniendo durante los últimos meses a la ayuda humanitaria está llevando a los gazatíes a una situación más límite si cabe. El gran problema en la Franja, además de las bombas, es el hambre, que está llevándose a tanta gente como la propia guerra. La UNRWA calcula que una de cada tres personas en Gaza llevan días sin comer, una situación que es especialmente dolorosa en la infancia: 100 niños al día son ingresados por culpa de la desnutrición. El agua también es escasa. Israel ha prohibido entrar a las zonas de Gaza donde se encuentra este recurso y las desalinizadores, lo que ha hecho que el 85% del agua sea inaccesible, e incluso, desde el pasado viernes ni siquiera permite a los gazatíes bañarse en el mar.

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Pero si hay algo que preocupa especialmente a la UNRWA es la falta de combustible y de recursos hospitalarios. En Gaza, los centros ya están comenzando a racionar la anestesia y otros recursos básicos para la atención hospitalaria como los medicamentos o los antibióticos, lo que ha llevado a que la amputación sea la única opción a la hora de poder salvar vidas y evitar gangrenas. “Durante la última tregua, pudimos hacer acopio e introducir muchos recursos de este tipo. Fue poco tiempo, pero es con lo que hemos estado sobreviviendo hasta ahora. Eso sí, se está acabando, por eso necesitamos una nueva tregua para, al menos, lograr introducir en la Franja nuevos recursos y acumular para el futuro”, continúa Martí.

Esa urgencia humanitaria contrasta con las declaraciones que la semana pasada realizó el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, donde hablaba de la intención de establecer una “ciudad humanitaria” en el sur de la Franja donde concentrar a todos los gazatíes. Un proyecto que tanto los expertos como las organizaciones de derechos humanos han comparado con un campo de concentración, y que la UNRWA afirma que es humanamente imposible para los gazatíes sobrevivir en esas condiciones. “Lo más grave de todo lo que estamos viviendo es que ya nadie se está planteando una reconstrucción ni cómo los gazatíes puedan volver a sus casas. Todo gira en torno a qué se hace con esa gente y a dónde se les desplaza, pero ya no está en la conversación que puedan volver”, critica Bañon. 

Por ese motivo, los expertos coinciden en que toda tregua es inútil y todo alto el fuego permanente es imposible. Israel ya ha entrado en una fase donde el planteamiento es una segunda Nakba, otro desplazamiento masivo de gazatíes para hacerse con el control de la Franja o de buena parte de ella de una vez por todas. “Israel podría haber terminado la guerra en Gaza en cuestión de semanas, tienen uno de los ejércitos más poderosos del mundo, tal y como se ha visto con Irán y Hezbolá. Pero una operación de estas características necesita que la narrativa se vaya instalando y que la población vaya tomando conciencia de que lo que va a suceder es lo más grave que ha pasado en todo el siglo XXI. Necesita tiempo y máxima legitimación. Por eso, puede haber treguas, pero el objetivo final es una deportación que llevan buscando desde el principio”, zanja Pamplona.

Adolf Hitler, Iosif Stalin, Benito Mussolini, Henry Kissinger y Donald Trump. Cinco nombres, cinco personajes históricos que han marcado el destino del mundo durante el último siglo. Poco tienen en común: los tres primeros fueron despiadados dictadores, el primero un genocida que mató a millones de personas durante el Holocausto y los otros dos, unos sanguinarios autócratas que gobernaron con mano de hierro. Kissinger, por su parte, fue el responsable de golpes de Estado antidemocráticos, invasiones ilegales y constantes violaciones de los derechos humanos, mientras que Trump ha abanderado a la nueva extrema derecha y llevado a EEUU a un nuevo capítulo de autoritarismo. Pero sí que hay algo que une a todos ellos. Un valor tan universal como contrario a su biografía: la paz. Y es que todos ellos, en algún punto de su vida han estado nominados para ganar el Premio Nóbel de la Paz. Ironías de la vida, por ahora solo Kissinger pudo hacerse con el galardón, aunque el actual presidente de los EEUU se muere de ganas por compartir palmarés con Nelson Mandela, Martin Luther King o el Dalai Lama.

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