Multimillonarios

Los verdaderos problemas de que superricos como Bill Gates financien la salud global (y no se trata de nanorrobots)

El magnate tecnológico Bill Gates.

No, Bill Gates no va a incluir robots microscópicos en las vacunas para controlar a la población mundial, como dijo Miguel Bosé. Pero su influencia en la Salud Pública global sí que lleva puesta en duda desde hace años por expertos no solo del ámbito de la medicina, también de la política, la economía y las desigualdades que genera el neoliberalismo. La discusión sobre el papel de los multimillonarios altruistas como el fundador de Microsoft, que invierte millones cada año en campañas de vacunación, nuevos tratamientos e innovaciones médicas, ni es nueva ni se ha generado con el covid-19: ¿hasta qué punto es positiva la filantropía? ¿Qué problemas plantea algo en apariencia bueno y síntoma de generosidad, que es el hecho de que los ricos pongan dinero para solventar carencias sociales sin, en principio, pedir nada a cambio? ¿Qué es lo que hace Bill junto a su esposa, Melinda, en la fundación que llevan sus nombres, cuál es su relación con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cómo influye en los avances médicos que salvan la vida a millones de personas de los países más desfavorecidos?

Es un debate amplio, complejo y con posturas contradictorias, que se mantiene con rigor y sin disparates: Gates no es un malvado villano de película de serie B que manipulará una vacuna para que los humanos sean sus títeres con la complicidad de los Gobiernos de medio mundo y las farmacéuticas. Tampoco es "la persona más generosa del mundo", como han llegado a definirle en algún titular. La historia real no es tan fantasiosa, aunque sí algo inquietante.

Tras la polémica retirada de Estados Unidos de la financiación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Fundación Bill & Melinda Gates se ha colocado como su principal donante. En abril, comunicó que va a aumentar su financiación en el contexto de la lucha contra la pandemia, hasta los 250 millones de dólares, y que la OMS sería una de las grandes beneficiarias. La Fundación Gates aporta el 9,8% del presupuesto del organismo (530 millones). Por comparar, España aporta 26 millones. Y el hecho de que sea una entidad privada, que solo tiene que responder a los caprichos de sus líderes (la familia que lleva su nombre, así como el también riquísimo Warren Buffett) abre puertas a escenarios peligrosos, según sus críticos.

No son solo los conspiranoicos que estos días han llenado la plaza de Callao de Madrid, con más fábulas que argumentos. Son publicaciones tan prestigiosas como la revista médica The Lancet, que ya en 2009 lanzaba un duro editorial contra el papel que juega la fundación privada de caridad más grande del mundo en la OMS y en el mundo sanitario en general. "¿Qué ha hecho por la salud global?", se pregunta. "Mucho, pero…". En ese pero está la clave: pocos dudan de que la implicación del magnate ha traído más beneficios que contraindicaciones, pero hay fallas, carencias y oscurantismo.

El principal problema es que se hace lo que Bill Gates quiere, porque es su dinero, sin atender en ocasiones a criterios técnicos y/o médicos. Las soluciones que propone, en ocasiones, no son las mejores. Sus inversiones para implantar programas de vacunas a través de la Alianza Global para Vacunas e Inmunización (GAVI, siglas en inglés) es reconocida como una de sus más valiosas aportaciones. Sin embargo, explica The Lancet, "hubo un fuerte sesgo en su financiación hacia la malaria y el VIH/sida, con relativamente poca inversión en tuberculosis, salud maternoinfantil y nutrición, y las enfermedades crónicas están completamente ausentes de su cartera de gastos". Otros expertos coinciden con este enfoque: la fundación centra sus esfuerzos en determinados problemas o determinadas técnicas y las riega de dinero, cuando otras causas estructurales u otras enfermedades más preocupantes se quedan al margen.

El jefe de investigación de la OMS sobre la malaria, Arata Kochi, lamentó mediante un memorando enviado en 2013 que Gates "estaba silenciando el debate sobre las mejores formas de tratar y combatir la malaria, priorizando solo aquellos métodos que se basaban en nueva tecnología o desarrollo de nuevos medicamentos". El multimillonario, explican sus críticos, casi siempre se decanta por la opción más emocionante, novedosa y difícil, cuando a veces es necesario hacer lo aburrido: mejorar la higiene de las poblaciones, reducir las desigualdades, fortalecer los sistemas públicos de salud. La receta habitual. Y al financiar las alternativas, Gates redirige la atención de las autoridades locales hacia las soluciones no probadas.

Otras prioridades han sido cuestionadas, recoge Vox Media en este artículo. Por ejemplo, otro artículo de The Lancet argumentó que la Fundación Bill & Melinda Gates estaba "financiando erróneamente la salud global", atacando a enfermedades infecciosas como el SIDA y la malaria sobre las principales enfermedades crónicas, como la obesidad, el cáncer y la diabetes. Linsey McGoey, investigadora de la Universidad de Essex (Reino Unido) sobre el papel de la filantropía, explica para la misma pieza que algunos países se vieron "forzados" a combatir la poliomelitis por el dinero que recibieron de Gates, cuando la diarrea en la India, por poner uno de mil ejemplos, se llevaba muchas más vidas por delante.

Lo cierto es que no es algo que Bill Gates se preocupe por ocultar. De hecho, lo defiende. Entiende así su papel como filántropo –al que, por cierto, se dedica en exclusiva, una vez ha cortado todos sus lazos con Microsoft– Lo explicaba en una tribuna para Planeta Futuro, de El País (suplemento financiado por su fundación): "En el mejor de los casos, los filántropos asumen riesgos que los Gobiernos no pueden y que las corporaciones no quieren tomar. Los Gobiernos deben usar la mayor parte de sus recursos en implementar soluciones comprobadas. Las empresas tienen responsabilidades fiduciarias con sus accionistas. Sin embargo, fundaciones como la nuestra poseen la libertad de probar ideas —que de otro modo no podrían probarse—, algunas de las cuales pueden conducir a avances".

The Lancet pide que, puestos a innovar, la fundación se deje guiar por expertos en salud pública y medicina en general que le indiquen cuáles son las vías que conducen a más posibilidades de éxito. Ya que la propia fundación reconoce que sus criterios se basan en las "pasiones" de su equipo directivo. Lo cual conduce a que casi el 10% de la financiación de la OMS sea dirigida por tres personas multimillonarias que deciden cuáles son sus prioridades por lo que les va apeteciendo en cada momento, al margen de que las causas sean justas –la mayoría lo son– o útiles.

En este artículo, el investigador indio sobre pobreza y Tercer Mundo K. M. Gopakumar defiende que la organización debe estar financiada, mayoritariamente, por recursos públicos, para evitar intereses ajenos al de la defensa de la Salud Pública. "La Fundación Gates tiene inversiones en muchas compañías farmacéuticas y de alimentos y bebidas, como Pfizer y Novartis, así como Coca-Cola. (…) Estos vínculos no han impedido que la OMS colabore con la Fundación Gates en la elaboración, por ejemplo, del Plan de Acción Mundial para la Vacunación, adoptado por la Asamblea Mundial de la Salud en 2012, a pesar de que muchas de estas empresas se benefician de este Plan de Acción", explica.

No solo Bill Gates: la opacidad de los filántropos

En Estados Unidos es amplia tanto la labor caritativa de los filántropos como la resistencia a su supuesto altruismo. Las razones son varias. Para empezar, este tipo de ayudas atacan con mayor o menor fortuna las consecuencias de la desigualdad, pero no sus causas. Que los multimillonarios tengan tanto dinero tiene una relación directa con el sistema que empobrece a los más vulnerables. Para el profesor de Política Internacional de la Universidad de Londres Gwilym David Blunt, la brecha entre ricos y pobres, que los segundos estén en manos de los primeros, es perversa. "Esto se agudiza en tiempos de crisis, porque deja los asuntos de la vida y la muerte en manos de unos pocos individuos poderosos que carecen de restricciones en su poder que no sea su propia conciencia. La libertad está en riesgo cuando el desequilibrio de riqueza y poder es tan marcado. ¿Cómo de saludable puede ser que tantas personas en el mundo dependan por completo de la generosidad de los multimillonarios?", se pregunta en The Conversation.

Así lo argumenta por su parte Anand Giridharadas, autor del superventas Winner Take All, entrevistado en el late night estadounidense Patriota no deseado: "El mismo grupo de superricos que ha presionado para ‘cambiar el mundo’ se ha aferrado a una economía de injusticia. Se han promocionado a sí mismos como salvadores, como la solución a los mismos problemas que ellos siguen causando. La causa no tiene la misma notoriedad".

Es, por otro lado, consideran algunos expertos, una vía muy útil para desviar el foco del verdadero problema: las grandes fortunas cada vez pagan menos impuestos en países como Estados Unidos. Un sistema fiscal justo gestionaría sus recursos con criterios públicos, y no en base a caprichos privados. Giridharadas pone el ejemplo de Robert Smith, multimillonario fundador de la firma de inversiones Vista Equity Partners, que se ofreció el pasado año a pagar toda la deuda universitaria de los graduados en la universidad Morehouse College de Atlanta. "Luego se reveló que Smith había defendido un vacío legal en el impuesto sobre los intereses que beneficiaba al capital privado y a su industria". No es, sin embargo, el caso de Gates, que ha defendido en varias ocasiones que la carga fiscal sobre los ricos debe aumentarse.

El papel de Bill Gates y de otros mecenas multimillonarios en la investigación sanitaria

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Por último, la filantropía es utilizada por los superricos para lavar su imagen pública cuando se ve deteriorada. Es conocido el caso de John Schnatter, padre de las pizzas Papa John’s, que dimitió tras referirse a los negros con el descalificativo "niggers" en una videoconferencia. Pero antes de verse obligado a renunciar, donó un millón de dólares a un histórico colegio de mayoría negra entre el alumnado en Kentucky.

En los 90, Bill Gates era asociado a "una conducta monopolística, depredadora e implacable", derivada de su actitud al frente de Microsoft: consistente en aplastar a cualquier tipo de competencia para establecer Windows y su software como el sistema operativo por defecto. De hecho, el magnate tecnológico se enfrentó en 1998 a un juicio por sus tácticas de negocio. Y en los 18 meses que pasaron desde el comienzo del juicio hasta el veredicto, Gates aumentó considerablemente su contribución a la fundación que había creado solo tres años antes, explica Rob Larson en Jacobin Mag.

En definitiva, las ventajas de la filantropía consisten en escapar al escrutinio público. Una vez más, y para concluir, es el propio Bill Gates el que lo explica, preguntado por si barajaba presentarse a la Presidencia de los Estados Unidos: "Decidí que el mundo de la filantropía era donde mi contribución podía ser única. Puedo influir tanto en ese rol como en cualquier cargo político. No tengo que hacer campañas políticas, no tengo que intentar ser elegido, no tengo un plazo de ocho años".

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