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El papel de Bill Gates y de otros mecenas multimillonarios en la investigación sanitaria

El magnate tecnológico Bill Gates.

Se dice que Bill Gates, el que fuera máximo responsable de Microsoft reconvertido en filántropo, sobre todo en el sector sanitario, creó el virus en un laboratorio con el fin de comercializar una vacuna, controlar a la población mediante chips electrónicos incorporados en el suero, e incluso organizar un genocidio sanitario... ¿De dónde proceden estos locos rumores de conspiración que han calado durante la crisis del covid-19?

Sobre todo, los ha alimentado un vídeo. La conferencia TED que dio Bill Gates en 2015, en la que alertaba de la falta de preparación ante el “mayor riesgo de catástrofe mundial”, el de “un virus altamente contagioso”, y que acumula más de 36 millones de visualizaciones. De forma que habría hecho que su profecía se materializase...

Lo que es cierto es que el multimillonario se ha convertido en un mecenas fundamental en los órganos de decisión de políticas sanitarias mundiales desde la creación de la Fundación Bill y Melinda Gates en 2000. Después de que Donald Trump anunciase la congelación de la aportación de Estados Unidos, que representaba el 15% del presupuesto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), frente al 12% aportado por la Fundación Gates, ésta se ha convertido ahora en el mayor donante, por delante del resto de Estados.

El tercer contribuyente más importante de la OMS es el Gavi, la Alianza para la vacunas (léase también este reportaje “En la carrera por el desarrollo de la vacuna contra el covid, los laboratorios siempre ganan”). La propia Fundación Gates es la principal fuente de financiación de esta organización público-privada; aporta casi el 20% de las contribuciones, frente a casi el 12% de Estados Unidos y el 5,5% de Francia, por ejemplo.

La Fundación Bill Gates, la segunda mayor fortuna mundial según la revista Forbes, es también una de las principales fuentes de financiación de la Coalición de Innovaciones en la Preparación para las Epidemias (CEPI), la tercera y última instancia decisoria en materia de política mundial de inmunización. Porque los Gates son fuertes defensores de la vacunación. Como resultado de ello, los programas que trabajan en el desarrollo de esta solución preventiva se nutren de sus dólares.

En pocas palabras, la Fundación Gates está en todas partes en el sector sanitario. Una increíble fuente de datos, la del grupo de investigación Policy Cures Research, censa el esfuerzo financiero en I+D contra el covid-19. Pero si se analiza detenidamente, ¡incluso las tablas y gráficos interactivos los firma Microsoft! El “grupo de reflexión independiente recibe financiación de la Fundación Bill y Melinda Gates, entre otras fuentes”, precisa Policy Cures Research a Mediapart, socio editorial de infoLibre.

La Fundación Gates informa de un compromiso económico total que asciende a 350 millones de dólares para apoyar las iniciativas de lucha contra el coronavirus. Pero, ¿por qué el multimillonario está invirtiendo tanto en un sector que, a primera vista, tiene poco que ver con la tecnología? ¿Tendría interés en ganar poder de decisión en las organizaciones mundiales al frente?

El futuro de la salud se encuentra en la inteligencia artificial con la aparición de herramientas de diagnóstico. Microsoft estará un paso adelante para posicionarse en estos mercados. Dos mundos que parecen distantes a priori están en proceso de acercarse”, subraya Pauline Londeix, cofundadora del Observatorio para la Transparencia en las Políticas de Medicamentos.

Por ejemplo, en Francia, el Health Data Hub, la plataforma que centralizará todos los datos sanitarios gracias a la inteligencia artificial, cuyo despliegue se ha acelerado en nombre de la emergencia sanitaria, está alojada en Microsoft.

A raíz del juicio antimonopolio a Microsoft por abuso de posición dominante, finalizado a principios de la década de 2000, Bill Gates trató de hacerse una imagen de benefactor de la humanidad. Sin embargo, no ha abandonado su visión monopolística de los mercados. Entonces, el negocio de la informática y el farmacéutico, ¿son el mismo combate?

Sí, a decir de Pauline Londeix: “La defensa de la propiedad intelectual y de las leyes que rigen las patentes favorecen los monopolios. Impiden que otros actores copien estos productos, ya sea software o medicamentos, para fabricar genéricos a precios más bajos”, compara.

“La Fundación Bill y Melinda Gates es una fundación privada sin ánimo de lucro y todos sus fondos se utilizan para fines benéficos. Es una entidad separada de Microsoft”, objetan desde el departamento de Comunicación de la fundación. En marzo, Microsoft anunció que Bill Gates dejaba la junta directiva del grupo que fundó en 1975 con Paul Allen para dedicar más tiempo a la filantropía. Bill Gates ya había salido de la dirección de Microsoft en 2008 para involucrarse más en su fundación.

En el cerebro de Bill Gates, la serie documental hagiográfica sobre el multimillonario, distingue la vida del jefe de Microsoft de la de un filántropo. Se centra principalmente en su acción humanitaria, que se presenta como un nuevo capítulo de su vida una vez que el capítulo de la tecnología esté completamente cerrado. El documental evita referirse a posibles conflictos de intereses. La serie tampoco toma distancia sobre el filantro-capitalismo.

“Este neologismo fue creado precisamente cuando el fundador de Microsoft se comprometió a legar el 95% de su fortuna a buenas obras antes de su muerte”, explica Lionel Astruc en su libro crítico L’Art de la fausse générosité, la fondation Bill et Melinda Gates [El arte de la falsa generosidad, la Fundación Bill y Melinda Gates]. “La estructura de incentivos [de la Fundación Bill y Melinda Gates] está impulsada por el lucro y favorece los intereses comerciales por encima de las preocupaciones de salud pública y no promueve la producción de medicamentos que satisfagan las necesidades de salud pública a un precio asequible a largo plazo”, lamenta el autor.

En su defensa, la Fundación Bill y Melinda Gates explica que “se esfuerza por hacer que los medicamentos sean accesibles para todos. Cualquier producto sanitario que haya recibido financiación de la fundación para su desarrollo debe ponerse a disposición de los países en desarrollo a un precio asequible, de alta calidad, en cantidades suficientes y en el menor tiempo posible”.

Lo cierto es que las organizaciones que viven del par de multimillonarios como Gavi o CEPI defienden el acceso a la salud de los más pobres, pero mediante un mecanismo de compensación financiera que no cuestiona los altos precios de los tratamientos exigidos en origen por las empresas farmacéuticas. Esto se debe a que las empresas se benefician de una posición de fuerza gracias a las leyes de propiedad intelectual que les otorgan un monopolio durante el tiempo en que se agota la patente; durante veinte años, las empresas farmacéuticas pueden negociar precios elevados para sus nuevos tratamientos, hasta la llegada de la competencia de los genéricos, las copias de los medicamentos de marca.

Más allá del caso Gates, la financiación de la salud mundial por parte de figuras VIP ha salido a la luz con la crisis del covid-19. Shakira, Justin Bieber, Christine and the Queens... El 27 de junio, Global Citizen, que se presenta como un “movimiento ciudadano” para recaudar fondos para promover el acceso a todos a la vacuna contra el covid-19, entre otras cosas, organizó un megaconcierto para recaudar fondos, el “Global Goal: Unite for Our Future”.

Ya en abril, su festival virtual en asociación con la OMS para rendir homenaje a los cuidadores reunió a Lady Gaga, Alanis Morissette, Elton John, Paul McCartney, Stevie Wonder... En total, la campaña recaudó 6.900 millones de dólares que se comprometieron a “proporcionar un acceso equitativo a las pruebas, tratamientos y vacunas del Covid-19”. La industria farmacéutica, que comercializa estos productos esenciales, es por lo tanto la principal beneficiaria de estas acciones de solidaridad apoyadas por las estrellas.

“Necesitamos a todos a bordo. Acabo de recibir un mensaje según el cual Madonna ha anunciado una contribución de un millón de euros para ayudar en la lucha mundial contra el coronavirus. Esto demuestra que la respuesta mundial debe incluir también a la sociedad civil y a la comunidad mundial de ciudadanos. Por esta razón, estamos uniendo fuerzas con las ONG. Trabajaremos con Global Citizen y otros socios”, concluyó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su discurso del 4 de mayo.

Jaume Vidal, asesor de políticas de Health Action International, una ONG que hace campaña por el acceso al tratamiento para todos, advierte: “Desde la crisis sanitaria, Global Citizen ha ganado un impresionante nivel de visibilidad y ha mantenido frecuentes reuniones con dirigentes de la Comisión Europea. Tememos que la cuestión del acceso a la atención médica, que es a la vez social y política, se privatice y que este tipo de organización promueva la aceptación pública de la necesidad absoluta de donar ciegamente a la industria farmacéutica, inflando aún más los beneficios de los Big Pharma”.

¿Las personalidades que se han implicado, vectores de estos mensajes subyacentes, saben lo que es realmente Global Citizen? ¿Quién se esconde detrás de esta organización, que ahora desempeña un papel principal en la financiación de soluciones a la crisis sanitaria y en el lobby de la Comisión Europea y la OMS?

Tras el “movimiento ciudadano” se encuentran sobre todo las mayores fortunas del mundo. Entre sus principales socios financieros, un grupo ecléctico de empresas directamente interesadas en el mercado de la salud como los laboratorios farmacéuticos Johnson & Johnson o Reckitt Benckiser, pero también fabricantes como P&G (Pampers, Ariel, Don Limpio, Gillette, dispositivos médicos de diagnóstico, medicamentos), Weight Watchers, bancos, organizadores de eventos como gigantes de la informática, de las telecomunicaciones, del sector audiovisual o de la comunicación (Havas, Universal Music, etc.), multinacionales de la industria de productos de belleza, etc.

“Lo que es preocupante es que Global Citizen no tiene experiencia en el movimiento de acceso a los medicamentos, cuyos pesos pesados parecen haber quedado a un lado. Por lo general, las ONG abogan por el acceso universal y equitativo a las vacunas solicitando una exención del sistema de patentes. Con Johnson & Johnson entre los responsables de la toma de decisiones en Global Citizen, las tomas de posición son necesariamente diferentes”, afirma Bryn Gay, especialista en políticas de acceso al tratamiento del think thank Treatment Action Group. También recuerda las dificultades para obtener reducciones de precios para los tratamientos de la tuberculosis de la empresa farmacéutica número uno del mundo, Johnson & Johnson, y su condena por responsabilidad en la crisis de los opiáceos en Estados Unidos.

“La industria farmacéutica tiene todo el interés en unir fuerzas con Global Citizen con miras a desviar la atención de sus prácticas de fijación de precios y de evasión fiscal, cuando sus impuestos podrían haber sido utilizados para financiar la investigación y el desarrollo del covid-19”, continúa el experto. Las prácticas fiscales de Johnson & Johnson, Abbott, MSD y Pfizer, por ejemplo, habrían privado a Estados Unidos de 2.300 millones de dólares en impuestos entre 2013 y 2015, según la ONG Oxfam.

Entre los que forman parte del consejo de administración de Global Citizen, un ejecutivo de Johnson & Johnson, responsables de fondos de inversión... Y, por supuesto, un representante de la Fundación Bill & Melinda Gates. En los últimos cinco años, la Fundación Gates, otra vez ella, ha contribuido con casi 32 millones de euros a este “movimiento ciudadano”.

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En la carrera por el desarrollo de la vacuna contra el covid, los laboratorios siempre ganan

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Traducción: Mariola Moreno

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