El espíritu democrático despierta en Túnez

PIERRE PUCHOT (Mediapart)

Supone un paso completamente novedoso, decisivo, en el camino de la construcción democrática tunecina. Es más, se trata de una etapa que puede alcanzar un valor ejemplarizante y que desmiente a todos aquellos que interpretaban las revoluciones árabes como símbolo de retroceso, confusión y desesperanza. El pasado domingo día 26 de enero, los diputados dieron el sí a una nueva Constitución que sustituye a la votada el 1 de junio de 1959, suspendida en marzo de 2011. Ese domingo, el jefe del Gobierno, Mehdi Jomaa (independiente) formó un nuevo equipo. Ahora, la responsabilidad del Gobierno y de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE) es llevar al país a una nueva cita electoral. Poco a poco, Túnez se pone en marcha.  

El texto constitucional, que contiene contradicciones, pero que también incluye avances y aspectos innovadores, representa un punto crucial en el proceso político que se encuentra bloqueado desde hace casi un año. Para los tunecinos, 2013 fue un año negro: se produjeron dos asesinatos por razones políticas, fue el de la vuelta del terrorismo, no hubo reformas judiciales, lo que permitió la condena artistas e intelectuales… A finales de noviembre, era inevitable mostrarse pesimista.  

El éxito de los debates parlamentarios a día de hoy evidencia la capacidad de la clase política tunecina para salir de los callejones sin salida y para alcanzar un consenso que vaya más allá de la simple lógica partidista. En este sentido, la votación de la Constitución es todavía más importante que la elección de la Asamblea Nacional constituyente, el 23 de octubre de 2011, ya que supone refuerza el proceso de secularización en el que se halla inmerso Túnez. Tras numerosos virajes, en 2013, varios diputados del partido islamista conservador Ennahda, cuya vicepresidenta de la Asamblea es Mehrezia Labidi, votaron con la oposición la adopción de parte de los artículos más progresistas, como el que se incluye la paridad en el seno de las instituciones electas. Este proceso “transpartidista” inédito en Túnez es sin lugar a duda el mayor logro, aún cuando si los momentos tensos vividos en el seno de la Asamblea han puesta en evidencia su fragilidad.

El término “consenso”, despojado de significado en época del dictador Ben Ali, volvía a cobrar todo el sentido en diciembre de 2013, al acelerarse un proceso de diálogo nacional que lograba reunir a las principales fuerzas políticas del país en torno a una “hoja de ruta”, concebida conjuntamente con el sindicato único UGTT, pero también con la organización patronal Utica. De ese modo, Túnez había encontrado la fórmular de seguir avanzando después de que Ennahda y el principal organización de oposición, Nida Tounes, encallaran en un mano a mano que se reveló completamente estéril: los presidentes de los dos partidos se habían reunido en el verano de 2013 en París para decidir juntos el futuro político de Túnez.  

A finales de 2013, el nombramiento como primer ministro de Mehdi Jomaa supuso una auténtica victoria para los tunecinos, puesto que representaba la voluntad clara de los actores políticos –de todos los colores– de no permitir que la revolución se viera reducida a un tira y afloja entre las dos formaciones políticas principales del país. Otro aspecto destacable en el proceso político que acaba de concluir lo constituye el hecho de que Ennahda haya entrado en el juego de la alternancia, en contra de lo que creía la oposición. Su gestión al frente del país ha sido catastrófica: los gobierno sucesivos del partido de Rached Ghannouchi no consiguieron mejorar la situación económica ni pusieron freno al regreso de la violencia y, desde luego, no puso en marcha la reforma de las fuerzas de seguridad ni del sistema judicial. Sin embargo, al aceptar ceder el testigo sin “torpedear” a la Instancia Superior Independencia para las Elecciones, compuesta por nueve miembros independientes, la dirección del partido Ennahda puso de manifiesto que aceptaba la lógica democrática.  

Por imperfecto que sea, esta carta magna es el símbolo del compromiso político que en lo sucesivo es posible en Túnez, en aras del interés general. Esta nueva etapa en el proceso democrático tunecino tiene una repercusión considerable para el país, en una región marcada por la fuerte polarización política, social y religiosa.  

En Egipto, el proceso constituyente se ha hecho desde arriba, sin que los ciudadanos egipcios hayan albergado ni siquiera la esperanza de poder influir verdaderamente en su contenido, ni en 2011 con el ejército, ni tampoco a finales de 2012 con el presidente de Hermanos Musulmanes, Mohammed Morsi, ni tampoco este año. La constitución, votada en referéndum, celebrado los días 14 y 15 de enero, con una tasa oficial de participación del 38%, el texto fue nuevamente enmendado de forma completamente discrecional por el ejército, que mantiene el control sobre los principales sectores del país y de la economía. Desde el verano de 2013, la represión sangrante de las fuerzas del orden contra los Hermanos Musulmantes ha acentuado todavía más la polarización de la sociedad egipcia, que tiene que hacer frente al recrudecimiento del terrorismo en el corazón mismo de la capital.  

Vecina de Túnez, Libia sigue sufriendo la violencia de las milicias y debe hacer frente a una crisis política ininterrumpida que favorece a los separatistas regionales. El partido islamista Justicia y Construcción, brazo político de los Hermanos Musulmanes, anunció el jueves 24 de enero la retirada de sus ministros del Gobierno de Ali Zeidan. Esta retirada viene motivada por lo que consideran el “enorme fracaso” del Gobierno actual en cuestiones la seguridad, reformas administrativas y la gestión de los puertos petroleros del este del país, bloqueados por las manifestaciones desde hace varios meses.  

Frente este contexto caótico en el que se encuentran dos sociedades gangrenadas por la represión y la omnipotencia del ejército (Egipto), así como la pervivencia de las milicias locales (Libia), Túnez es una fuente de inspiración sin parangón en toda la región. Es verdad que no se trata de un modelo que se pueda exportar, pero si representa una luz, un navío, que zozobra, por supuesto, pero que mantiene el rumbo.  

En 2014, Túnez tiene ante sí la obligación de abordar los asuntos que en los últimos tres años ha dejado de lado, debe hacer frente al terrorismo refundiendo los servicios de inteligencia, la reforma de la administración, de la magistratura y de las fuerzas de seguridad. El artículo 133 de la Constitución, que recoge que “las colectividades locales están dirigidas por consejos electos” y que los “consejos municipales y regionales son elegidos mediante sufragio universal, directo, libre, secreto, íntegro y transparente”, supone una revolución en Túnez, donde las regiones del oeste, del centro y del sur siguen estando marginadas por el poder central.  

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La puesta en marcha de este proceso de descentralización solo responderá a las expectativas de los tunecinos de las regiones donde se ha originado la revolución si va acompañado de un nuevo plan para reequilibrar el reparto de la riqueza nacional; en Túnez, los yacimientos más ricos (Gafsa) también son los más pobres en infraestructuras. Tras la adopción de la Constitución, el nuevo desafío tunecino es el de demostrar que la futura campaña electoral puede llevar aparejada la materialización de los objetivos económicos y sociales de la revolución, totalmente ignorados a día de hoy por las fuerzas políticas.  

Más que nunca, es necesario apoyar a Túnez. Francia y Europa, con mucha frecuencia meros espectadores o actores reticentes a dar el paso, deben movilizarse al servicio de esta esperanza democrática que por fin se concreta en el mundo árabe.

Traducción: Mariola Moreno

Supone un paso completamente novedoso, decisivo, en el camino de la construcción democrática tunecina. Es más, se trata de una etapa que puede alcanzar un valor ejemplarizante y que desmiente a todos aquellos que interpretaban las revoluciones árabes como símbolo de retroceso, confusión y desesperanza. El pasado domingo día 26 de enero, los diputados dieron el sí a una nueva Constitución que sustituye a la votada el 1 de junio de 1959, suspendida en marzo de 2011. Ese domingo, el jefe del Gobierno, Mehdi Jomaa (independiente) formó un nuevo equipo. Ahora, la responsabilidad del Gobierno y de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE) es llevar al país a una nueva cita electoral. Poco a poco, Túnez se pone en marcha.  

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