Las feministas de EEUU hacen frente a la oleada ultra creando una red que facilita píldoras abortivas

Manifestación a favor del aborto en San Francisco (EEUU).

Patricia Neves (Mediapart)

McAllen (EEUU), Reynosa (México) —

En la frontera, el ambiente es festivo.Tiendas abarrotadas, carritos de barbacoa echando humo, música a todo volumen. Pero si dices "misoprostol", la gente mira para otro lado. "No, no, no lo vendemos”.

Con un poco de insistencia, un buen samaritano conduce a los clientes a un callejón sin salida fuera de la vista. En México, el misoprostol se vende en farmacias, sin receta. Se puede adquirir por entre 29 y 100 dólares. "Para ti, puedo hacerlo por 75", intenta un vendedor. "Venga, 65", insiste.

Recomendado para el tratamiento de las úlceras de estómago, el misoprostol se utiliza de contrabando desde los años 80, allá donde el aborto esté prohibido, por las mujeres que desean interrumpir un embarazo no deseado. Durante mucho tiempo, las mujeres americanas no tuvieron que preocuparse por ello. Hasta que el Tribunal Supremo de Estados Unidos revocó la sentencia "Roe vs Wade" en junio de 2022.

Hasta entonces, el aborto se consideraba un derecho constitucional en Estados Unidos, pero se ilegalizó en una docena de Estados norteamericanos, sobre todo en el sureste del país. Desde entonces, se ha venido organizando una red clandestina de apoyo, formada por activistas feministas, que se encarga de hacer llegar píldoras abortivas a las mujeres más vulnerables de los Estados ultraconservadores. Estas activistas corren el riesgo de acabar entre rejas. 

"Lo más difícil es no esconder las pastillas en la frontera. No tengo el perfil que suele llamar la atención", confiesa Abigail (nombre ficticio), una pensionista americana "insospechable". Su sonrisa cautelosa revela el placer de la bravata, la llamada a la desobediencia. A veces, ella misma hace de mula, yendo a México a recoger en persona las píldoras abortivas. Según sus cuentas, ha hecho "unas treinta farmacias" a lo largo de la frontera.

Abigail admite de entrada que su acción no es "perfecta", pero "¿qué hacen los demócratas? Son unos inútiles", afirma. Con un riesgo de infección o hemorragia inferior al 1% según los estudios más recientes, las píldoras abortivas son "seguras", prosigue Abigail. “El Viagra tiene muchos más efectos secundarios", bromea.

Un juez federal prohíbe la prescripción de mifepristona

En Estados Unidos, esas preciadas píldoras se han convertido en la nueva batalla entre pro y antiabortistas. Para las mujeres, hay mucho en juego. Más de la mitad de los abortos en Estados Unidos (54%) se realizaron en el primer trimestre del embarazo en 2020 utilizando estas píldoras abortivas, una cifra 39% superior a la de 2017. La FDA, la agencia americana del medicamento, las autoriza para abortos médicos hasta la décima semana de gestación. Se trata de una combinación de dos moléculas: mifepristona y misoprostol.

Sin embargo, el pasado viernes 7 de abril, un juez federal conservador de Texas ordenó a la FDA retirar la autorización federal de comercialización de la mifepristona en un plazo de siete días, autorización que llevaba en vigor más de dos décadas. El Departamento de Justicia ha anunciado que va a recurrir la suspensión.

Un segundo juez federal de Washington, progresista, decidió inmediatamente mantener la mifepristona en los estantes. En los Estados demócratas, las píldoras abortivas ya están disponibles a través de una simple consulta telemática.

Al futuro ahora incierto de la mifepristona se suma un arsenal penal cada vez más represivo. En Luisiana, provocar un aborto con medicamentos a sabiendas puede acarrear penas de hasta cinco años de cárcel. En Oklahoma, diez años. En Texas, enviar píldoras abortivas por correo es ahora un delito punible con dos años de cárcel. Cinco años en Mississippi, donde también se te puede acusar de extorsión, un cargo reservado a los capos de la mafia.

En el resto del país, el acceso a las píldoras abortivas se ha restringido severamente. En quince Estados, un médico debe administrar las píldoras personalmente.

Pero, según admite un agente de la ley destinado en la frontera de Texas, este tipo de delitos no es una prioridad para ellos. Es imposible controlar a todo el mundo. "Ya tenemos mucho que hacer con el fentanilo y los cárteles", declaró anónimamente a Mediapart.

El precedente de Texas

Para las activistas feministas, el detonante se produjo en septiembre de 2021, mucho antes de la desaparición de "Roe vs Wade". Texas (un Estado más grande que Francia) prohibía entonces el aborto a partir de las seis semanas de gestación. Al mismo tiempo, en México, el aborto estaba despenalizado. "Un periodista americano me preguntó: "¿No sería posible exportar su modelo a Texas?", recuerda Verónica Cruz, fundadora de la asociación mexicana pro-IVG Las Libres.

El modelo del "acompañante", impulsado por Verónica Cruz desde los años 2000, no se apoya en los médicos, sino en las propias mujeres, que se forman unas a otras en el aborto, que ahora es medicinal, como hizo el colectivo Jane en Chicago (o el MLAC en Francia, en los años 70) en su época anterior al "Roe vs Wade". "Empezamos ayudando a mujeres de Texas, luego rápidamente llegaron peticiones de Florida y otros lugares", explica Verónica Cruz.

A diferencia de los grupos internacionales, como Aid Access, que cobran 90 dólares por una teleconsulta, Verónica Cruz entrega píldoras abortivas gratuitamente gracias a subvenciones que recibe o donaciones.

Cruz controla la calidad de las píldoras comprándolas directamente a fabricantes de la India, donde las adquiere a 1,50 dólares por dosis. Desde México, las píldoras son transportadas por voluntarios y distribuidas a las destinatarias finales en mano o por correo, utilizando direcciones de artículos actualmente a la venta o a través de intermediarios locales: activistas feministas, enfermeras e incluso sacerdotes, según informa la prensa americana.

Sólo a través de Las Libres y sus 250 miembros, Verónica Cruz calcula que ha ayudado a abortar a 20.000 mujeres americanas este año. El 24 de junio, cuando se derogó Roe vs Wade, recibió 100 solicitudes en un solo día. Lo mismo ocurre con Red Necesito Abortar, otra asociación mexicana.

Preguntada sobre los riesgos a los que se enfrenta, Verónica Cruz, con su franqueza, no duda ni un segundo. “No podemos quedarnos paradas", explica. “Es evidente que hay muchas amenazas, pero si dejamos que vayan restringiendo todas nuestras libertades, estamos jodidas".

En cuanto a las nuevas sanciones puestas en marcha por los políticos conservadores, "no cambiarán nada", prosigue Vanessa Jiménez, de la organización Red Necesito Abortar. "Seguiremos". La joven se disculpa por no tener más tiempo para hablar. Su teléfono no para de sonar. Junto a su pareja, han abierto una red de distribución de píldoras en su casa y la "abortería", un espacio seguro al que las mujeres pueden acudir para abortar.

Abigail, la jubilada americana, tampoco va a parar. Sabe que hay al menos sesenta casos ante los tribunales de personas acusadas de abortar o de ayudar a alguien a hacerlo. "Este país puede ser cruel", concluye.

Piensa en las mujeres que ahora se ven obligadas a "pensar en el estado de las cañerías del cuarto de baño" para garantizar que el feto abortado pueda ser "evacuado por el retrete". Alrededor de las diez semanas y un poco más, el feto mide unos diez centímetros. Piensan en los dramas íntimos y en las aterrorizadas mujeres del Sur, que apenas se atreven a pronunciar la palabra "aborto".

Al salir, de incógnito, con sus zapatillas de los años 90, Abigail nos echa una última mirada y nos dice: "Montad jaleo".

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Traducción de Miguel López

 

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