Quién gana y quién pierde con el embargo europeo al petróleo ruso

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, llega a la cumbre europea especial sobre Ucrania en el Consejo Europeo.

Martine Orange (Mediapart)

Era imperativo llegar a un acuerdo. Cuando la guerra en Ucrania dura ya 100 días y la destrucción y la pérdida de vidas en el país van en aumento, los 27 miembros de la Unión Europea no podían seguir haciendo alarde de sus divisiones. "Hay que acabar con las discusiones en Europa. Hay que aprobar las sanciones", instó el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky en la apertura de la cumbre de la UE en Bruselas el 30 de mayo. Durante la noche, los 27 líderes europeos llegaron a un acuerdo sobre el sexto paquete de sanciones contra Rusia que se lleva debatiendo desde hace un mes. 

Pero es un acuerdo con agujeros. Europa adopta un embargo parcial sobre las compras de petróleo y productos petrolíferos a Rusia. Los envíos de petróleo por mar estarán prohibidos de aquí a finales de año. Los suministros de oleoductos rusos a Hungría, Eslovaquia y la República Checa continuarán. Al menos temporalmente.

Este embargo "afecta inmediatamente a más de dos tercios de las importaciones rusas de petróleo, eliminando una importante fuente de financiación de su maquinaria bélica. Máxima presión sobre Rusia para que detenga la guerra", se congratuló el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en un tuit en el que anunciaba la firma del acuerdo. Antes de la guerra de Ucrania, Rusia proporcionaba casi el 50% de las importaciones de petróleo de Europa.

Asumiendo sin complejos el papel de bestia negra del club europeo, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, también acabó aplaudiendo el acuerdo, que amenazó con desbaratar haciendo uso de su poder de veto: los términos le convienen perfectamente. "Hungría queda exenta del embargo de petróleo. La gasolina se mantendrá en 480 forintos [1,22 euros]", se apresuró a señalar.

Algunos en las filas europeas no dudan en hablar de la capitulación de la UE ante el presidente húngaro para obtener luz verde. "Si se observa la evolución del último mes, ha conseguido mucho y ha tenido a todo el mundo como rehén", confiaba un diplomático de la UE a Politico.

Los chantajes de Orbán

En cuanto se planteó la posibilidad de un embargo a los hidrocarburos importados de Rusia a Europa, Viktor Orbán hizo pública su oposición al proyecto: Hungría depende en un 80% del petróleo ruso transportado por el oleoducto Druzhba ("el oleoducto de la amistad"), heredero del antiguo Comecom (siglas de Consejo de Ayuda Mutua Económica, en español) comunista que daba servicio a Europa Central, Polonia y Alemania oriental. Todas sus refinerías e instalaciones de producción están adaptadas a las cualidades del petróleo de los Urales.

Como país sin salida al mar, no tiene ninguna posibilidad inmediata de encontrar fuentes de energía alternativas. Según las estimaciones del Gobierno húngaro, se necesitan al menos 800 millones de euros de inversión para adaptar sus instalaciones de refinado. Hungría calcula que se necesitan más de 18.000 millones de euros para abandonar los combustibles fósiles. Mientras que Hungría, en conflicto con la Comisión Europea por la cuestión del respeto del Estado de Derecho (libertad de prensa, libertad de justicia, derechos de las mujeres y del colectivo LGBT, derecho de asilo, predominio de la legislación europea sobre la húngara), ha visto congelados 7.200 millones de euros de créditos asignados en el marco del plan de recuperación europeo, Viktor Orbán ha hecho de esta cuestión uno de los puntos centrales para levantar su veto al sexto paquete de sanciones europeas.

En su pulso con la Comisión Europea, ha encontrado el apoyo de la República Checa y Eslovaquia, cuyas economías también dependen casi exclusivamente del petróleo ruso.

Por su parte, Polonia y los Países Bálticos, que llevan reclamando un embargo total de la UE sobre el petróleo y el gas rusos desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, se opusieron firmemente a cualquier exención. De forma más discreta, algunos miembros de la UE, encabezados por los Países Bajos, también se opusieron a cualquier exención en nombre de la integridad de las normas del mercado único de la UE.

Permitir que algunos países compren a Rusia podría, según ellos, distorsionar la competencia: Rusia, que ha aceptado hacer importantes descuentos para vender su petróleo, lo vende a 93 dólares el barril cuando el Brent supera los 120 dólares. Algunas refinerías húngaras ya han admitido haber obtenido beneficios récord en los últimos tres meses al reexportar al resto de Europa productos de refino elaborados con crudo ruso.

Exenciones en serie

Al final, se alcanzó un compromiso que permitió a Europa mostrar un frente unido contra Rusia y, de paso, reforzar las posiciones del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que se habían visto sacudidas por las divisiones internas de los Estados miembros. Hungría, la República Checa y Eslovaquia podrán seguir importando petróleo ruso, distribuido por oleoducto. También se aseguró a Hungría que, en caso de que se interrumpiera el suministro del oleoducto, podría importar petróleo ruso desde los puertos del Adriático, que luego se transportaría por el oleoducto a través de Croacia. Pero todas estas importaciones deben ser exclusivamente para el consumo de cada país, estando prohibidas todas las reexportaciones.

Los demás países se han comprometido a dejar de comprar petróleo ruso de aquí a finales de año. Polonia y Alemania también han confirmado que dejarán de utilizar el suministro de petróleo ruso a través del oleoducto de Druzhba.

Quedan por aclarar muchos de los detalles del acuerdo, como el cumplimiento de las normas del mercado único. Preguntada por la duración de estas exenciones, Ursula von der Leyen admitió que los países europeos "tendrán que volver a abordar el asunto". Es partidaria de suprimirlas "lo antes posible". Esto deja cierto margen de apreciación. Un silencio total rodea la segunda demanda de Hungría: el fin de la congelación de los créditos previstos en el plan de recuperación europeo. Oficialmente, la cuestión no parece haber sido discutida.

La protesta de Hungría ha permitido a varios países aprovechar la brecha. Grecia, Malta y Chipre, que protestaban contra la prohibición de recibir en sus puertos a los barcos rusos con destino a terceros países, han conseguido que esta medida deje de estar incluida en el sexto paquete de sanciones. Del mismo modo, Chipre obtuvo la eliminación de la prohibición de compra de propiedades por parte de residentes rusos, que también formaba parte de las sanciones.

¿A 150 dólares el barril?

Además del embargo de las compras de petróleo, los Estados miembros acordaron excluir del sistema Swift (el sistema por el que pasan todas las transacciones interbancarias) a varios nuevos bancos rusos, entre ellos el Sberbank, la mayor entidad bancaria de Rusia. También decidieron reforzar el embargo sobre determinados servicios y exportaciones de productos químicos. Se prohibió a tres cadenas de televisión rusas emitir en el continente. Y la lista de sancionados aumenta, incluyendo a los responsables de las masacres en Ucrania y al patriarca Cirilo de la iglesia ortodoxa rusa.

Según las estimaciones de la Comisión Europea, el embargo de la UE al petróleo ruso privaría a Rusia de unos 300 millones de dólares diarios. Sin embargo, hay que relativizar los efectos de esta sanción. La caída de los volúmenes de exportación rusos se ve compensada en gran medida por la subida de los precios. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, los precios del petróleo casi se han duplicado. Los descuentos –del orden del 30%– que Rusia concede a los países asiáticos, sobre todo a la India, para deshacerse de su producción se ven compensados en gran medida por la subida de los precios. Y las tensiones en el mercado del petróleo no van a desaparecer.

¿Se debe a dificultades técnicas o comerciales o es una estrategia? Rusia ha reducido ampliamente su producción de petróleo en las últimas semanas. Mientras que a finales de 2021 producía unos 10 millones de barriles diarios, ahora sólo produce 6,7 millones. Esta caída empieza a notarse en los mercados del petróleo, sobre todo porque los demás países miembros de la OPEP, empezando por Arabia Saudí, se niegan a aumentar su producción. Mientras que Europa tendrá que encontrar otras fuentes de suministro, aparte de Rusia, los mercados anticipan una nueva subida de precios. Algunos traders hablan de un precio de 150 dólares por barril en verano. Tras el anuncio del embargo de la UE, el precio del barril ya ha subido casi un 2%, hasta los 124 dólares.

Aunque no lo mencionaron oficialmente en la cumbre, las consecuencias económicas de este choque energético empiezan a preocupar seriamente a los dirigentes europeos. La inflación, debida a la subida de los precios de la energía, se sitúa en mayo en el 8,1% en la eurozona. La actividad económica se estanca y a veces incluso cae. La sombra de la recesión se cierne sobre toda Europa.

Desacuerdo europeo sobre el gas ruso

Esto no impidió que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hablara de un séptimo paquete de sanciones, esta vez incluyendo un embargo al gas ruso, nada más terminar la cumbre el lunes por la noche. Es probable que las conversaciones entre los Estados miembros corren el riesgo de que sean aún más difíciles. Las posiciones están aún más dispersas y los intereses en juego son aún mayores.

Polonia, Finlandia, Bulgaria y, desde el 31 de mayo, los Países Bajos y Dinamarca, han interrumpido todas sus compras de gas a Rusia, negándose, como pedía la Comisión Europea, a plegarse a las exigencias de Moscú de pagar sus compras en rublos, antes de eludir las sanciones occidentales. Pero otros países han decidido ignorar las advertencias europeas y han permitido a sus empresas abrir cuentas en Gazprombank, el brazo financiero de Gazprom que centraliza los pagos y convierte las divisas en rublos.

En los últimos días, al menos diez grandes grupos europeos han abierto cuentas en rublos, entre ellos las alemanas RWE, VNG y Uniper, la francesa Engie y la italiana Eni. Decididos a llenar lo antes posible unas capacidades de almacenamiento que no llegan ni al 40% en previsión de un invierno que promete ser terrible, están comprando en grandes cantidades. Cada día, pagan más de mil millones de euros a Rusia.

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Anticipándose a los obstáculos que se avecinan, el primer ministro holandés, Mark Rutte, ha pedido un cambio de método en las negociaciones sobre el séptimo paquete de sanciones. Dijo que todas las cuestiones técnicas, en el sentido más amplio, deberían negociarse y decidirse antes de anunciar un acuerdo político.

La cuestión corre el riesgo de superar este marco. A medida que la guerra en Ucrania se prolonga, el debate sobre la eficacia de la respuesta del bloque atlántico está destinado a intensificarse. A pesar de las durísimas sanciones, los estadounidenses y los europeos aún no han conseguido aislar a Rusia y "provocar el colapso de su economía", según la expresión del ministro francés de Finanzas Bruno Le Maire, para obligar a Vladimir Putin a poner fin a su invasión. La ofensiva rusa en Ucrania se intensifica, las perspectivas de paz son más escasas que nunca. Moscú ha encontrado otros relevos en el mundo que le permiten limitar el efecto de las sanciones, aunque siga siendo importante. Pero el precio de estas sanciones se está volviendo exorbitante para las poblaciones europeas, sin salvar a Ucrania.

Texto original en francés:

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