Investigadora

Hélène Combes: “La estructura del movimiento Morena es una de las claves del éxito de López Obrador en México”

El canditato izquierdista por el Movimiento Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador.

Hélène Combes, responsable de investigación en el CNRS y profesora de Ciencias Políticas, es especialista en partidos políticos y movimiento sociales en América Latina. En su libro Faire parti (2011), analiza el Partido de la Revolución Democrática (PRD), formación de la izquierda mexicana, fundada en 1989 y presidida, durante un tiempo, por Andrés Manuel López Obrador. Obrador es el candidato favorito en las elecciones generales que se celebran este domingo 1 de julio en México. En esta ocasión se presenta contra el PRD, bajo las siglas del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), una organización nueva que Hélène Combes ha estudiado muy de cerca durante años.

Pregunta: ¿En qué se diferencia este año la campaña de López Obrador de las campañas que perdió, en 2006 y 2012?

Respuesta: Hay elementos de continuidad. En 2006, López Obrador encabezó los sondeos durante casi toda la campaña y los paralelismos que hoy hacen sus adversarios –“el Chávez mexicano”– ya estaban entonces presentes en el debate público. El escritor peruano Mario Vargas Llosa, suerte de intelectual orgánico de la derecha latinoamericana, instó entonces a no votar por el “populista” López Obrador y este año ha hecho lo mismo.

La campaña de 2006 también estuvo marcada por una fuerte polarización con el mundo de la empresa y, pese a los acercamientos con algunos emprendedores en 2012, más tarde, debido a la incorporación a su equipo, en 2018, de miembros de grandes familias de emprendedores del norte del país, se ha visto desarrollarse la polarización en esta ocasión.

P: Pero este año no se presenta bajo las mismas siglas.

R: Sí, es una de las principales diferencias. En 2006, López Obrador era el candidato indiscutido e indiscutible del Partido de la Revolución Democrática (PRD). En los 90, dirigió el PRD antes de convertirse en alcalde de Ciudad de México, de 2000 a 2005. Incluso fue objeto de una intentona de impeachment grotesca, que reforzó su enorme popularidad.

En 2012, la situación era muy diferente. El PRD lo presenta como candidato muy a su pesar. Según los sondeos de entonces, López Obrador es el que tenía más posibilidades de alzarse con la victoria, por lo que el PRD terminó por elegirlo, pero es ya persona non grata en el aparato del PRD, en conflicto abierto con su dirección. Durante años, López  Obrador llevó un trabajo organizacional de fondo, de movilización de simpatizantes por todo el país. En contra del aparato del PRD, construye una estructura alternativa, de la que se habla poco en los medios de comunicación a día de hoy, pero que considera es una de las claves de su éxito actual.

P: Esta ruptura con el PRD se debe a sencillas cuestiones organizacionales. ¿También se da por razones ideológicas?

R: La cuestión organizacional y la cuestión ideológica, en parte, van de la mano. Para comprenderlo, hay que remitirse a las elecciones de 2006. La tarde de las elecciones, el Instituto Nacional Electoral no estaba en condiciones de determinar la identidad del vencedor. Había en torno al 0,6% de votos de diferencia entre Felipe Calderón, candidato del PAN (derecha), y López Obrador.

Este último se puso a organizar mítines, poner en cuestión las elecciones, denunciar fraudes. Se vuelven a revisar las papeletas: sólo los separan el 0,56% de los votos. O lo que es lo mismo, 200.000 votos. Pero también nos enteramos de que se habían anulado 800.000 papeletas por razones diversas (actas mal completadas, incidentes en colegios electorales, etc.), lo que lleva a López Obrador a hablar de fraude. Era la norma en este tipo de votaciones –alrededor del 3-4% de los votos se anulan, de media–. Sin embargo, en estas elecciones, los especialistas electorales en México son unánimes: era imposible decidir por que había cuatro veces más papeletas anuladas que votos de diferencia entre los dos candidatos.

En ese momento López Obrador lanza el plantón, un mega campamento que se prolongó durante 48 horas y que instaló en el Zócalo [la gigantesca plaza de México], el centro de la capital. Enseguida aparecen divergencias con la dirección del PRD, entonces controlada por una corriente denominada Nueva Izquierda y que se opone a la acampada. El tribunal electoral acaba por reconocer la victoria de Calderón y López Obrador levanta el campamento. Pero decide seguir con la movilización por otros medios.

P: Se proclama entonces “presidente legítimo”…

R: En el momento de la investidura de Calderón, López Obrador organiza una investidura para sí mismo y presenta un ejecutivo integrado por seis hombres y seis mujeres, algunos de ellos siguen en el centro de su campaña en 2018, como la candidata de Morena a la alcaldía de México, fiel entre los fieles, Claudia Sheinbaum.

Entonces, en 2007, ese “gobierno legítimo”, despertaba hilaridad entre los miembros del PRD contrarios a López Obrador. Pero comienza un paciente trabajo de organización territorial. Cada ministro era responsable de la organización de dos a tres Estados federados. Se reunían cada 15 días para debatir con miembros del PRD favorables a López Obrador. De forma paralela, comienza sus famosas giras por el país. Visitó al menos dos veces cada uno de los municipios. Viajó a los pueblos más remotos, en zonas de sierras, antaño enclaves en manos de los narcos, donde ningún político había puesto nunca los pies.

Tuve la ocasión de seguirle en un viaje de cuatro días, en 2007. Fue un momento en que los periódicos casi no cubrían las actividades de López Obrador y me chocó la fuerte presencia en sus mítines. Había 500 personas para escuchar un mitin en una localidad rural de 3.000 habitantes, gente que a menudo se quedaba muy impresionada al ver que López Obrador, en carne y hueso, iba a hablar con ellos.

P: ¿Existe clientelismo en esta movilización popular? Se acude a los mítines porque se sabe que darán una camiseta o ayuda alimentaria para el mes…

R: Es una pregunta complicada. López Obrador se apoyó mucho en una red de dirigentes locales que tenían como consigna movilizar. En la manera de movilizar, López Obrador nunca ha tenido muchos miramientos… Empezó haciendo un registro de afiliados alternativos al PRD, en cada uno de sus mítines. A la entrada había una pequeña garita y la gente hacía cola: se les daba un documento del gobierno legítimo, con su foto y sus huellas dactilares, y se recababan sus datos.

Empleó este fichero para varias de sus movilizaciones, que le permitiroron estructurar territorialmente el movimiento que, en la época, no tenía nombre. Era el “gobierno legítimo”, pero la gente decía: el “movimiento de López Obrador”. El fichero se usaba simultáneamente para llamadas telefónicas dirigidas con un mensaje “personal” de López Obrador y lo empleaban los dirigentes locales, para hacer puerta a puerta e instar a los simpatizantes a movilizarse.

  Conservador en asuntos sociales

P: ¿De qué tipo de movilización se trata?

R: Cuando se iba a llevar a cabo la reforma de la compañía petrolífera Pemex en 2017, lanza, por ejemplo “la movilización de las adelitas”, que recupera una figura de la revolución mexicana bastante ambivalente: mujeres soldado que también era compañeras –en todos los sentidos del término– de los revolucionarios mexicanos. Se trata de una figura clave de la cultura popular mexicana; hubo, de los 50 a los 80, una historieta, un tebeo, que se vendía en los kioscos, muy popular, de una Adelita, compañera de Pancho Villa. López Obrador ahonda a menudo en el imaginario nacional.

Se formaron brigadas exclusivamente femeninas, con una organización piramidal: las brigadas contaban con unas 500 mujeres, con subresponsables de brigada cada una responsable de 100 mujeres, etc. Esta movilización se vivió como un éxito porque la ley fue enmendada y la privatización se aparcó, aunque la recuperó el gobierno de Peña Nieto.

López Obrador supo reactivar antiguas redes propias de México, vinculadas a lo que se denomina el Movimiento Urbano Popular, especialmente intenso tras el terremoto de 1985. Se trata de asociaciones de proximidad, que trabajan por el derecho a la vivienda, y que ya estaban muy feminizadas, como sucede a menudo en América Latina. López Obrador supo volver a dar un espacio militante a estas militantes, que no había encontrado su sitio en el seno de asociaciones que también se profesionalizaron, en conexión con la institucionalización del PRD y su gestión de México, que ganó en 1997 y que desde entonces nunca ha perdido.

Una vez terminado el movimiento, las brigadas siguen reuniéndose una vez al mes. Se encargan de distribuir un periódico, Regeneracíon, que tira tres millones de ejemplares desde su lanzamiento en 2010, que va a volver a poner sobre la mesa los temas recurrentes de López Obrador: la lucha contra la corrupción o contra los monopolios económicos. La distribución del periódico sirve para abrir el debate pero también para reclutar simpatizantes. Las brigadas tienen acceso al registro del movimiento, para localizar a las personas que han asistido previamente a mítines de López Obrador y llevarles el diario para mantener la llama.

P: ¿Qué piensa el PRD en esos momentos?

R: A finales de los años 2000, el PRD termina por darse cuenta de que López Obrador está montando una estructura paralela. Le pide tener acceso a ese fichero de simpatizantes. Las tensiones crecen. Más aún porque, simultáneamente, hay otras crispaciones. Las corrientes centristas del PRD votaron leyes económicas con la derecha. El PRD finalmente no tuvo más opción que elegir como candidato a López Obrador para las elecciones de 2012.

Con un equipo de campaña, controlado por el partido y que no camina detrás de él, la campaña fue a medio gas. También tuvo que hacer frente a Peña Nieto, el candidato del PRI, omnipresente en los medios de comunicación que se unieron a su causa y que presentaba un rostro glamuroso: es joven, guapo y pareja de una conocida actriz de telenovelas. Pese a algunas contestaciones, el resultado es inapelable. Peña Nieto lo supera en casi un 7%.

Después de las elecciones, López Obrador dejaba el PRD y acentuó su método para lanzar Morena: los fieles a López Obrador que le siguen al comienzo –son poco numerosos los primeros años– realizaron un trabajo territorial muy preciso, con responsables de distrito, encargados de distribuir un número determinado del mismo diario, Regeneración, en mano y hablando con los simpatizantes. La cantidad de personas contactadas en cada distrito electoral se calcula en función del porcentaje de votos que López Obrador obtuvo en él en 2012. Este último controla en persona el trabajo ¡por medio de un software!

Este trabajo de hormiguita es decisivo. Se opone a la lectura de un López Obrador como líder carismático, en vinculación directa con el “pueblo”. López Obrador no es nada carismático, no es un tribuno, cuenta siempre lo mismo en los mítines y habla muy poco en las reuniones... Es un personaje gris. Trabajador y que lidera a su entorno en los asuntos organizativos. Él siempre tiene la última palabra en estos desafíos mientras que deja mucho más margen en las cuestiones programáticas.

P: ¿Los líderes del PRD han seguido a López Obrador?

R: Hasta 2013, la mayoría de los líderes se quedaron en el PRD. A partir de 2014, se observa una hemorragia masiva. Hay dos elementos que se deben tener en cuenta. Desde la creación de Morena en 2014, las encuestas electorales muestran que la coalición podría ganar las legislativas en Ciudad de México, bastión del PRD. Para los líderes del PRD, el coste del exit es menor si saben que se impondrán en las próximas elecciones.

La crisis del PRD se acentúa con la desaparición de los 43 estudiantes Ayotzinapa, secuestrados en la ciudad de Iguala [Estado de Guerrero, en 2014, y cuyos cuerpos fueron hallados en sacos de plástico en un río]. El alcalde de Iguala, quien todo apunta que estaba en connivencia con los narcos, era del PRD, y había sido investigado por la corriente Nueva Izquierda, esa corriente contraria a López Obrador. Cuauhtémoc Cárdenas, figura moral del PRD, presentaba su dimisión en ese momento.

P: La alianza de morena con un partido evangelista de ultradrecha, opuesto al aborto y a los derechos de los homosexuales, ¿supone una sorpresa?

R: Su conservadurismo en estas cuestiones es de notoriedad pública desde hace mucho tiempo. López Obrador encarna una izquierda muy convencional, que insiste en el papel del Estado en la economía. Las cuestiones sociales no están en el centro de sus preocupaciones. No es López Obrador quien promovió el matrimonio homosexual en Ciudad de México, tampoco el derecho al aborto –son competencias locales en un Estado federal–, sino el alcalde del PRD que le sucedió, Marcelo Ebrard. También fue la derecha quien, a comienzo del 2000, autorizó, en todo el país, la píldora del día después.

  México, siempre a la contra de los ciclos políticos latinoamericanos

P: ¿Qué piensa del gobierno presentado por López Obrador al comienzo de la campaña, con el que dice querer mandar?

R: Se trata de un gobierno de expertos, según sus propias palabras. Un tercio de profesores universitarios, ex altos funcionarios, una exintegrante del Tribunal Supremo... Frente a las críticas que lo tildan de populista, ha decidido rodearse de gente muy reconocida por sus conocimientos y también de gran proyección internacional.

En 2006, López Obrador se vanagloriaba de no haber ido nunca a Estados Unidos. Ahora se ha decantado por gente que ha hecho casi todos sus estudios en el extranjero, en Estados Unidos o en Europa, y que tienen relación con las organizaciones internacionales. Varios han trabajado para el FMI o para organismos regionales. Tienen perfiles muy socialdemócratas en realidad. Cuando se observa con detalle las propuestas, se trata incluso de un programa muy social-light, que rebusca en los ejemplos de buena gobernanza de Europa del Norte...

P: ¿Qué dice de la lucha contra el narcotráfico?

R: López Obrador propone una amnistía, pero sin entrar en detalles. Lo que resulta interesante es que, al hablar de amnistía y de salida del conflicto, constata una situación de guerra civil que la clase política mexicana se niega a reconocer a día de hoy. La violencia vinculada al narcotráfico causado la muerte de 240.000 personas desde 2006, alrededor de 120.000 desde la llegada de Peña Nieto en 2012. Se empieza también a hablar de la cuestión de los desplazados, con estimaciones que rondan las 340.000 personas (cuyo éxodo masivo, y legal, de algunos miembros de la clase media hacia Estados Unidos). En cuanto a los desaparecidos, su número es difícil de estimar.

La amnistía de López Obrador tiene la dificultad de distinguir qué procede del narcotráfico y qué no. La frontera a veces es porosa entre el blanqueo de dinero y la corrupción de algunos dirigentes políticos. La actividad criminal también se ha diversificado mucho: tráfico de drogas, extorsión, trata de personas... En este punto, López Obrador se ha limitado a decir que invitaría al papa para poner en marcha una comisión de salida del conflicto. Sea como fuere, necesariamente esto va a llevar mucho tiempo.

P: ¿La lucha contra la corrupción en política está en el centro del programa?

R: Sí, es su marca de fábrica. La acompaña de una defensa de lo que denomina “la austeridad republicana”, es decir, funcionarios menos derrochadores. Cuando era alcalde de Ciudad de México, se rebajó el sueldo a la mitad. En este plano, López Obrador piensa que la corrupción existe en México, pero que hay sobre todo remuneraciones asombrosas en algunos puestos electos y en la alta administración. Alcaldes de ciudades pequeñas que a veces ganan lo mismo que el presidente de la República, es decir, de 100 a 150 veces el salario mínimo.

Si López Obrador resulta elegido, la corrupción podría ser su talón de Aquiles porque no puede controlar a sus tropas y la sociedad civil, y las ONG en particular, están ojo avizor. Ya ha saltado el escándalo de una senadora de Morena que pasó como gastos la factura de las cortinas de su casa...

P: ¿Cómo se explica la débil red de López Obrador en el exterior?

R: Su antiguo partido, el PRD, tiene muy pocos vínculos con el extranjero y con las izquierdas latinoamericanas. El PRI ha sido durante mucho tiempo el único partido mexicano afiliado a la Internacional Socialista. El PRD ha conseguido su afiliación en los 90, pero su adhesión siempre ha sido muy complicada porque reclamaba la exclusión del PRI. Ningún dirigente del PRD ha sido responsable en la Internacional Socialista. La otra dificultad está relacionada con el foro de São Paulo en los 1990, que desembocó en los foros sociales y el altermundialismo: los interlocutores para México, en un primer tiempo, eran los zapatistas con quien el PRD mantuvo, también, relaciones tumultuosas. A eso se suma el hecho de que López Obrador está muy interesado, por formación y mentores, a la historia nacional.

P: Mientras América Latina opera un giro a la derecha, de Chile a Colombia, pasando por Argentina y quizás pronto Brasil, México parece bien situado para elegir un candidato de izquierdas.

R: México siempre ha ido a contracorriente de los ciclos políticos latinoamericanos. En los 70, México acogió a numerosos refugiados que huían de las dictaduras de América del Sur. Por ejemplo hubo muchos refugiados políticos chilenos –entre ellos el escritor Roberto Bolaño– y argentinos. En el momento del giro a la izquierda de América Latina [a comienzos del 2000], la derecha ganaba en México, aunque el PAN de Vicente Fox [en el poder de 2000 a 2006] puede ser considerado en algunas cosas como un partido democrata-cristiano.

P: El nacionalismo de López Obrador ¿puede hacer pensar en el proteccionismo económico de los Kirchner (2003-2015) en Argentina?

R: Argentina es la comparación que mejor funciona con México. Son sociedades muy desiguales pero con clases medias importantes, con una larga tradición de politización de los entornos populares lo que no ha sido así en el resto de América Latina. Los episodios de populismo latinoamericano también se han correspondido con periodos de politización de las clases populares.

 

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Traducción: Mariola Moreno

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