Rusia asfixia a Ucrania (aún más) bloqueando sus cereales para luego destruirlos

Compañeros del fallecido soldado ucraniano Mykyta Krasnovyd asisten este miércoles a su ceremonia de despedida en la catedral Volodymyrsky de Kiev.

Justine Brabant (Mediapart)

Un bombardeo ruso de un almacén de cereales podría haber sido una coincidencia, dos, una tremenda coincidencia, pero tres y más, hace abrir los ojos: desde hace una semana, Moscú lleva a cabo una política deliberada de destrucción de estos productos esenciales y de los medios para transportarlos.

Esta campaña de ataques ha comenzado justo después de que Rusia retirara el acuerdo que permitía a Ucrania, a pesar de la guerra, seguir exportando sus cereales a través del Mar Negro, y abastecer así de maíz y trigo a los mercados mundiales. Tras bloquear los cereales ucranianos, Moscú los quema ahora. ¿Por qué y con qué consecuencias?

La conmoción causada el 23 de julio por la destrucción parcial de la catedral de Odessa, Patrimonio de la Humanidad, casi hizo olvidar otra víctima de los ataques rusos de los últimos días en el sur de Ucrania: el sector agrícola del país, invadido en febrero de 2022.

En el espacio de una semana, las fuerzas armadas rusas han bombardeado una terminal de grano y petróleo en el puerto de Odessa, destruído decenas de miles de toneladas de grano almacenadas en el puerto de Chornomorsk (60.000 toneladas, según el Ministerio de Agricultura ucraniano) y luego, con nuevos ataques con misiles, provocado un gran incendio que destruyó "100 toneladas de guisantes y 20 toneladas de cebada" (según el Mando Sur de las fuerzas armadas ucranianas).

Moscú "ha atacado deliberadamente la infraestructura de distribución de grano", declaró indignado el Presidente Zelensky. Según fuentes ucranianas, la mayoría de los ataques se llevaron a cabo con misiles Kalibr, Onyx, Kh-22 y Kh-59, así como con drones Shahed.

El ministro de Defensa ruso asegura que sólo han atacado depósitos de combustible, pero fuentes no gubernamentales rusas confirman que la intención era atacar las infraestructuras para la exportación de grano a través del Mar Negro. "Por segunda noche consecutiva, hemos desmantelado la infraestructura portuaria", decía con regocijo el corresponsal militar de Komsomolskaya Pravda, un tabloide pro-Kremlin, citando ataques con misiles Onyx y Kh-22 contra terminales de grano y petróleo.

"El puerto de Odesa se retira del acuerdo sobre el grano", ironizaban cuentas pro-guerra con cientos de miles de seguidores, mientras difundían una y otra vez imágenes de ataques e incendios asolando la zona.

Para Moscú, el objetivo es claramente cortar todos los vínculos entre el grano ucraniano y el resto del mundo.

Si hacía falta alguna prueba más de que son los cereales lo que obsesiona a Moscú y no simplemente el control del Mar Negro, Rusia la proporcionó el lunes 24 de julio. Por primera vez, sus fuerzas armadas atacaron infraestructuras portuarias situadas no en el Mar Negro sino en el Danubio, en las localidades de Reni e Izmaïl, no lejos de Rumanía. Según la prensa local, fueron destruidos tres graneros.

El Danubio es una de las únicas rutas de exportación que quedan para el trigo y el maíz ucranianos tras la retirada de Rusia del acuerdo que permitía el paso del grano ucraniano por el Mar Negro. Hasta ahora, la zona se había librado de los ataques rusos.

Para Moscú, el objetivo es claramente cortar todos los vínculos entre el grano ucraniano y el resto del mundo. Porque aunque estas infraestructuras puedan repararse, el ejecutivo ruso sabe que este tipo de ataques puede disuadir a muchas empresas privadas de transporte de utilizar esta ruta.

Pocas horas después de los ataques a Reni e Izmaïl, cientos de camiones de grano estaban paralizados en los alrededores de Reni, aparcados a los lados de las carreteras. Varias decenas de barcos detuvieron su marcha por el Danubio, según los centros de seguimiento en directo del tráfico marítimo y los observadores in situ, probablemente a la espera de instrucciones. Las compañías de seguros se plantean si van a seguir asegurando los puertos del Danubio.

El fin del "rayo de esperanza”

Estos acontecimientos se producen después de que las autoridades rusas anunciaran el 17 de julio que no renovarían el acuerdo sobre exportaciones de grano de Ucrania al Mar Negro. El texto (leer aquí), firmado en julio de 2022 por Rusia y Ucrania, bajo los auspicios de Turquía y las Naciones Unidas, había sido celebrado como "un rayo de esperanza" en un contexto de fuerte tensión en los mercados de materias primas alimentarias.

El acuerdo permitía eludir el bloqueo impuesto por Rusia a los puertos ucranianos desde el inicio de la guerra, organizando la exportación de cereales, fertilizantes y productos alimentarios a través de un corredor seguro. El cargamento de los barcos que utilizaban este corredor era controlado frente a las costas de Estambul por equipos de inspectores rusos, ucranianos, turcos y de la ONU.

En total, según datos facilitados por el organismo supervisor del acuerdo, la iniciativa permitió sacar de Ucrania 33 millones de toneladas de grano (principalmente maíz y trigo). Antes de su invasión por Rusia en febrero de 2022, Ucrania, el mayor país agrícola del continente europeo, producía unos 80 millones de toneladas de cereales al año, el 75% de los cuales se destinaba a la exportación.

 

A cambio de esta apertura del Mar Negro, Rusia había obtenido compromisos relativos a la posibilidad de seguir exportando sus propios fertilizantes y productos alimenticios el país es el primer exportador mundial de trigo. Este compromiso figura en un memorándum entre Rusia y las Naciones Unidas, firmado el mismo día que el acuerdo sobre las exportaciones de cereales.

Las sanciones contra Rusia no se aplican a los alimentos ni a los fertilizantes, pero Moscú se queja con frecuencia de que encuentra "obstáculos" a sus exportaciones en estos ámbitos, en su mayoría relacionados con bancos, compañías de seguros y navieras que se niegan a trabajar con empresas rusas por miedo a las sanciones o por temor a dañar su imagen. Precisamente en esta cuestión tropezó el acuerdo alcanzado el verano pasado. Al menos, oficialmente.

El 17 de julio, las autoridades rusas explicaron que querían poner fin al acuerdo sobre los cereales del Mar Negro porque, en su opinión, no se habían respetado los compromisos del memorándum relativos a sus propias exportaciones. "En cuanto se satisfaga la parte que concierne a Rusia, retomaremos inmediatamente el acuerdo sobre los cereales", aseguró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

Pero ese argumento no convence, por varias razones. En primer lugar, porque el memorando sobre las exportaciones rusas nunca incluyó ninguna "garantía" (como a veces se afirma) de que las exportaciones rusas no se verían afectadas por las sanciones occidentales. La ONU simplemente se comprometió a hacer "esfuerzos" para ayudar a eliminar los obstáculos financieros y logísticos a estas exportaciones.

En segundo lugar, porque ciertas soluciones de compromiso propuestas por las Naciones Unidas para resolver los problemas financieros (incluida la exclusión del banco agrícola ruso Rosselkhozbank del sistema de liquidación interbancaria SWIFT) fueron rechazadas por el Kremlin, según varios informes de las negociaciones.

El sector agrícola ruso, por otra parte, parece lejos de verse estrangulado por las sanciones. Las exportaciones rusas de trigo casi se han duplicado a principios de 2023, en comparación con sus niveles anteriores a la guerra. En cuanto a las exportaciones de fertilizantes, aunque su volumen ha disminuido ligeramente, han aportado más ingresos a Rusia en 2022 que en 2021.

Eso prueba que los compromisos de la ONU sobre las exportaciones rusas no son un trozo de papel odiosamente pisoteado por Occidente, pues el Kremlin lleva una semana luchando por mantenerlos en vigor. Quiere conservar la parte del acuerdo que le conviene y, al mismo tiempo, hace saltar por los aires la parte que permitía a Kiev rescatar su agricultura: es decir, por utilizar la metáfora alimentaria, Moscú quiere tener su pastel y comérselo también.

África, un buen pretexto

Otro argumento esgrimido por Moscú para poner fin al acuerdo de liberación de los cereales ucranianos es que no habría permitido entregar cereales "a los países necesitados", en particular en África, que ese era, según el Kremlin, "el principal objetivo del acuerdo". "El presidente Putin se ha quejado de que “sólo el 3% hubiera ido a parar a países pobres.” "El resto fue a parar a una Europa bien alimentada y próspera.”

Eso es, en el mejor de los casos, una verdad a medias. Las cifras facilitadas por el organismo que supervisó el acuerdo sobre los cereales, disponibles en Internet, muestran que efectivamente el 3% de los países que recibieron estas entregas pertenecían a la categoría de "renta baja" del Banco Mundial. Sin embargo, eso no significa que el 97% de las exportaciones fueran a parar a países ricos: el 43% de los cereales exportados fueron a parar a los llamados países "en vías de desarrollo". En cuanto al mayor beneficiario de la iniciativa, sumadas todas las categorías, no es precisamente la imagen que tenemos de una "Europa próspera", ya que se trata de China, con 8 millones de toneladas de cereales importados de Ucrania desde el verano de 2022.

 Suponiendo, algo muy improbable, que el objetivo de Moscú al poner fin al acuerdo fuera realmente acudir al rescate de un continente africano vulnerable a los avatares de los mercados mundiales de cereales, éste ha fracasado. Tras el anuncio del fin del acuerdo, se han disparado los precios mundiales del trigo, el maíz y la soja.

Según expertos del sector, esos precios no deberían haberse disparado como lo hicieron en los primeros tiempos de la guerra en Ucrania y que tanto preocuparon en todo el mundo. Y hay varias razones para ello, como la ralentización de la recuperación económica de China, el hecho de que los mercados estén bien abastecidos tras las excelentes cosechas y la reducción de los costes de producción. Pero el fin del acuerdo sobre cereales se sumará a otras fuentes de presión sobre los precios, como la sequía que afecta a algunas zonas de Europa.

La Unión Africana no se equivocó y "lamentó" inmediatamente la suspensión de la iniciativa sobre los cereales.

Palanca de negociación

Parecen ser dos las verdaderas razones de la implacable persecución rusa de los cereales ucranianos. La primera es trivial: si no puede aplastar militarmente a un país que quiere controlar, Moscú siempre puede intentar asfixiarlo económicamente.

La segunda es estratégica. La Rusia de Putin ha convertido el grano ucraniano en una palanca de negociación algunos dirían que un medio de presión con el resto del mundo. La diplomacia rusa no ha ocultado las concesiones que quiere obtener a cambio de una vuelta al acuerdo: la reintegración en el sistema SWIFT del Rosselkhozbank (vinculado a la familia Patrouchev, acusada de enriquecerse considerablemente gracias a la guerra de Ucrania) o la reanudación de sus exportaciones de amoníaco a través del oleoducto Togliatti-Odessa, que atraviesa Ucrania.

La mayoría de estas exigencias tienen un trasfondo claro: Moscú quiere seguir haciendo negocios a pesar de la guerra. Algunos analistas creen que sus reiteradas demandas de que se levanten los problemas relacionados con el seguro marítimo pueden tener menos que ver con las exportaciones de grano que con el deseo de facilitar las exportaciones de petróleo por mar.

En las próximas semanas Rusia podría seguir utilizando hábilmente su condición de mayor productor mundial de trigo, aumentando los impuestos a la exportación para financiar su esfuerzo bélico en Ucrania, y al mismo tiempo entregar gratuitamente parte de sus cosechas a sus aliados africanos, cuyo apoyo es siempre un valioso activo diplomático para Moscú. Putin tendrá pronto una ocasión ideal para hacer anuncios en este sentido: el 27 de julio se inaugura en San Petersburgo una cumbre Rusia-África.

Rusia suspende el acuerdo de exportación de cereales y Ucrania acusa a Moscú de usar un "falso pretexto"

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Traducción de Miguel López

 

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