transición energética

El autoconsumo compartido llega al corazón de los Pirineos

Jasa (Huesca).

Jasa es un pequeño pueblo, de 100 habitantes, en la comarca aragonesa de la Jacetania. Geográficamente, se sitúa en el valle de Aragüès, en plenos Pirineos. "Estamos rodeados de bosques", cuenta, orgulloso, su teniente de alcalde: la majestuosidad del entorno natural suele dejar prendado al viajero. El municipio es uno de los que se ha lanzado, de mano de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), de la teoría a la práctica de la transición energética: les quedan flecos para inaugurar su propia comunidad energética local. Decenas de vecinos se beneficiarán de energía solar fotovoltaica limpia y barata, sin eléctricas de por medio. Y sin excusas.

La iniciativa del municipio pirenaico pertenece al programa Energía Común, de Ecodes, que está peleando en, por el momento, tres pueblos aragoneses para que despegue el autoconsumo compartido. Biscarrués, en Huesca, ya ha constituido su propia comunidad energética local y anda buscando emplazamiento para la instalación fotovoltaica; en Valle del Hecho, también de la comarca de la Jacetania, celebrará pronto su segunda reunión: "la primera suscitó mucho interés y va adelante", confirman desde la organización.

"No se trata solo de ahorrar dinero o generar energía limpia", defiende Carlos Pesqué, responsable del programa Energía Común. "Es una herramienta para abordar problemas sociales". Las comunidades energéticas locales, como se explica aquí, son una unión de ciudadanos, administraciones y empresas para gestionar su propia electricidad al margen del modelo habitual, en el que grandes empresas actúan como generadoras, comercializadoras y distribuidoras. Puede tomar diversas formas, pero el proyecto de Ecodes es más sencillo –e igualmente valioso–: placas fotovoltaicas que no solamente sirven a una familia o a un edificio, sino a un grupo de vecinos.

El autoconsumo compartido, explica Pesqué, es una forma de "crear comunidad": los vecinos aprenden, se implican y toman decisiones sobre cómo será la instalación y dónde se ubicará, con el asesoramiento de los expertos y la comunicación con los Ayuntamientos. Se pasa de la pasividad a la proactividad: de firmar un contrato con una eléctrica sin entender bien qué se cobra a ser plenamente consciente del origen de la luz que se disfruta en el hogar.

El origen, explica el portavoz de Ecodes, está en el decreto de autoconsumo del Ministerio para la Transición Ecológica que abría la puerta a las instalaciones compartidas. "Vimos que podíamos aprovechar este nuevo recurso para ayudar a las personas en pobreza energética y que tuvieran energía segura y limpia". Pero pronto se dieron cuenta de que la herramienta se podía utilizar más allá del apoyo a los vulnerables: "para fomentar la comunidad en estos núcleos locales", la colaboración entre los habitantes de una España rural que sufre cada vez más los efectos de la despoblación y el aislamiento.

La organización lleva dos años dando charlas y talleres sobre energía en municipios de las tres provincias aragonesas, y esa experiencia les sirvió para embarcarse en esta iniciativa. "Fue muy útil para conocer la percepción de las necesidades en el territorio, para el impulso de estas comunidades energéticas". No ha sido fácil. Hay barreras. En primer lugar, las técnicas: no todas las zonas sirven, hay cascos antiguos de pueblos protegidos por la norma en los que no se puede colocar una instalación fotovoltaica. Pero también hay barreras humanas.

Es difícil que los vecinos se impliquen desde el desconocimiento. "El territorio son muchos territorios. No es lo mismo Biscarrués, que está en una zona turística con más diversidad de población, con gente que vive en grandes ciudades y tiene ahí la segunda vivienda... que Jasa, en mitad del pirineo", explica Pesqué. Los más mayores nunca han oído hablar de una placa fotovoltaica, ni de autoconsumo, por lo que el empoderamiento de estos consumidores es más complicado. Y más, cuando hay dinero de por medio. "Venían a las sesiones informativas y se preguntaban cómo iban a amortizar la inversión, porque decían que, en unos años, a saber dónde estarían", relata.

Ecodes ha trabajado con los Ayuntamientos para reducir la inversión inicial para pagar la instalación y que la transición sea accesible para todos. Pero como explica Javier Belio, teniente alcalde de Jasa, el hecho de compartir hace que el esfuerzo económico inicial sea muy inferior al que se tendría que hacer en el caso de placas unifamiliares. "La estimación es que la inversión es de entre unos 1.500 y 1.800 euros, y se amortiza en cuatro años". Sin contemplar las subvenciones que ofrecen los fondos europeos, y que el pueblo estudia para solicitar.

"Había muchas dudas e incertidumbre ante lo desconocido", confirma el teniente de alcalde. Pero, a fuerza de sesiones informativas y de implicación, las 50 familias que participarán del proyecto y recibirán electricidad limpia de dos instalaciones fotovoltaicas en el pueblo ya saben en qué consiste, cómo funciona y los beneficios. "Nos faltan los últimos retoques", explica Belio, pero pronto echará a andar la comunidad energética local.

La experiencia de Ecodes en el rural aragonés demuestra que la transición energética es posible hasta en los contextos menos apropiados para que se produzca; pero que hace falta una iniciativa que busque, que explique, que enseñe y que convenza. Las herramientas ya existen, no solo en el autoconsumo, también en la gigantesca tarea de la rehabilitación de viviendas o en la sustitución del gas como combustible para la calefacción. Pero la administración tiene que ser proactiva.

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