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Europa se enfrenta al riesgo de precios más altos de la energía el próximo invierno por la reactivación de China

El director de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), Fatih Birol, advirtió este miércoles en Madrid de que la guerra energética está lejos de terminar. De hecho, los próximos dos años serán incluso peores que 2022 debido a que la economía China volverá a despegar en los próximos trimestres tras dos años dormida.  

"Este invierno Europa se ha librado gracias a la solidaridad y las buenas políticas, como el impulso a las renovables o la compra de gas a nuevos países, pero seamos honestos, hay otros dos factores que nos han salvado. El primero son las temperaturas muy muy suaves que hemos tenido; el segundo es China. 2023 y 2024 podrían ser peores porque China está de vuelta y nadie puede garantizar que temperaturas vuelvan a ser suaves", señaló Fatih Birol, director de la agencia dependiente de la OCDE. 

El año pasado la demanda de gas y petróleo del gigante asiático cayó por primera vez en 40 años y eso permitió al resto del mundo acceder fácilmente a los combustibles fósiles. De hecho, Europa pudo permitirse dejar de comprar combustibles a Rusia rápidamente y buscar nuevos vendedores en África y reforzar sus compras a Estados Unidos, aunque a un precio mucho mayor de lo habitual. 

Pero China puso fin en diciembre a su política anticovid y se espera que su economía crezca a toda velocidad, por lo que el mayor importador de petróleo y gas natural licuado del mundo volverá a acaparar buena parte del mercado energético. Esto supone que la oferta será menor y la demanda mucho mayor, por lo que los precios podrían volver a dispararse.

A ello se suma, dijo Birol, que la cantidad de gas licuado que habrá en el mercado este año "es de las más bajas de la historia" y Europa no tiene suficientes estaciones de regasificación que trasformen el gas líquido en estado gaseoso para que pueda usarse en la industria y los hogares. España parte con ventaja en este punto, ya que es el país del continente con mayor número de regasificadoras –tiene seis–, mientras el norte de Europa trata de instalar estas terminales a toda velocidad. 

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El representante de la OCDE en materia energética también subrayó este miércoles el riesgo de las políticas proteccionistas en industria y energía que han llevado a cabo recientemente grandes economías como Estados Unidos, Japón o India. La IEA teme que la lentitud de Europa a la hora de contrarrestar a estas potencias deje a la industria fuera de juego en las próximas décadas. 

"Hay una carrera entre países para dominar la próxima era industrial, la era de la fabricación con energías verdes. Y en mi opinión, Europa necesita un gran plan para su industria", dijo Birol.  

Por un lado, se trata de no dejar que sean terceros países los que fabriquen todos los electrolizadores, los coches eléctricos o los paneles fotovoltaicos que se necesitarán de aquí a 2050. Por otro, hay que lograr que la energía sea asequible gracias a las renovables, ya que para extraer minerales y fabricar metales se necesita una gran cantidad de electricidad. Y si la energía no es barata, será imposible competir con otros países, según la IEA. 

La ministra de Transición Ecológoca, Teresa Ribera, también participó en el evento organizado por Enerclub –una asociación de empresas energéticas españolas– y admitió que la Unión Europea se encuentra en un momento decisivo para su futuro, pero evitó referirse a este asunto como un conflicto entre países.

"China se está recuperando, pero en ningún caso el cambio en las potencias debe llevar a una guerra comercial", apuntó Ribera. En su opinión, la transición ecológica es "una oportunidad para la cooperación y la paz", aunque “está por ver” si realmente las políticas actuales se traducen en algo positivo, reconoció. 

Los dos líderes dedicaron sus intervenciones a la deriva que han tomado muchos países externos a la Unión de inyectar cantidades ingentes de dinero en sus empresas nacionales para que se pongan a la cabeza de la guerra industrial. El proyecto más sonado es el Inflation Redcution Act de Estados Unidos que entró en vigor el 1 de enero, una especie de plan Marshall de casi 400.000 millones de dólares para incentivar las energías renovables e impulsar la industria nacional. Por ejemplo, dará 7.500 dólares a cada americano que compre un coche eléctrico nuevo siempre que sea de fabricación local. 

Pero también ocurre en otras economías. India o Corea del Sur dan ayudas ingentes a sus empresas para construir plantas que fabriquen microchips, mientras Chile, Argentina y Bolivia negocian una alianza para controlar el precio del litio, ya que son tres de los mayores productores del mundo. 

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Alemania y Francia ya han mostrado un fuerte descontento con la política de fronteras cerradas de Estados Unidos. Se considera una forma de subsidiar a la industria nacional y robar a Europa su atractivo para atraer inversión, aunque por ahora no han llegado a denunciar proyecto ante la Organización Mundial del Comercio. 

En su lugar, Bruselas ultima ya su propio tratado para impulsar la industria europea y desarrollar nuevas tecnologías verdes, al tiempo que se abandona el uso de combustibles fósiles. Aunque, según la ministra Ribera, la Comisión Europea debe evitar que el plan que elabora se base en cifras astronómicas de subsidios directos.  

"Europa debe recuperar su peso industrial, pero el debate sobre las subvenciones es más complicado de lo que parece. Para generar un ecosistema adecuado para la inversión hay que ir más allá del dinero público, también se necesitan infraestructuras y redes que acojan a las nuevas tecnologías", apuntó la titular de Energía.

El director de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), Fatih Birol, advirtió este miércoles en Madrid de que la guerra energética está lejos de terminar. De hecho, los próximos dos años serán incluso peores que 2022 debido a que la economía China volverá a despegar en los próximos trimestres tras dos años dormida.  

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