Librepensadores

Lenta agonía del Estado del bienestar

Mercedes Encinas Ayuso

Este relato no es filosofía social o política, sino una experiencia vivida en directo.

Una persona de mi familia, de avanzada edad, a la que llamaré V., precisó recientemente asistencia sanitaria de urgencia, por lo que dimos aviso al 112. Eran las 9:48 del 22 de enero de 2018. Con cierta diligencia acudieron los servicios correspondientes que, al ver su estado de debilidad, su desorientación cognitiva y los antecedentes médicos, estimaron necesario su traslado a las urgencias hospitalarias que le corresponden, en este caso, La Paz en Madrid.

A pesar del caos de esas urgencias, de unas instalaciones que no se considerarían aptas como centro de trabajo si fuesen oficinas de cualquier Consejería o Ministerio (pasillos destartalados donde se acumulan dispositivos anticuados, camas averiadas y otros enseres) y de camas que funcionan a medias (o no suben o no bajan del todo, por ejemplo) y mesas presuntamente para comer pero cuya bandeja no llega a la altura de la cama, se produjo una diligente atención médica que llevó a considerar que se precisaba de un ingreso hospitalario. Eran las 11:12.

Eran las 14:00 cuando nos informan de su traslado al Hospital de Cantoblanco.

A las 16:15 trasladan a la enferma a la "sala de tránsito". A partir de aquí serán continuas las gestiones del personal de esa sala y las que impulsemos con "atención al paciente". Llega a haber cinco personas en tránsito para ir a Cantoblanco, algunas de ellas incorporadas con posterioridad a la llegada de mi familiar.

A las 20:30 nos informan que es en ese momento cuando se ha pedido la ambulancia para el traslado, al parecer desde el Hospital de Cantoblanco; la demora dicen que se debe a que primero ha de gestionarse un alta que libere la cama asignada, luego se ha limpiado ésta y entonces se avisa a la ambulancia. Presentamos una reclamación por escrito.

A las 23:00 se cierra la sala de tránsito, por lo que los enfermos no trasladados han de pasar a otra ubicación. La señora V. es desplazada a un pasillo a pesar de que en el box de al lado, la Sala 5, se ve claramente una cama libre (la nº 2). Puedo aportar la foto de la cama en el pasillo. En ese momento interpelamos directamente a la persona que parece gestionar las ambulancias, pues a lo largo del día hemos visto pasar camillas de ambulancia que sacaban enfermos de otras salas, y nos informa que la ambulancia llegará cuando terminen de asistir a los trasladados a centros de diálisis, lo que no puede evaluar en tiempo restante.

A las 23:30, nueve horas y media desde la hora en que se ordenó el traslado y con la enferma en un pasillo, decidimos consultar con una empresa la posibilidad de contratar una ambulancia privada para el traslado. Nos informan telefónicamente desde una empresa especializada que el coste sería de 75 euros y se realizaría el traslado en no más de 30 minutos.

Nos dirigimos nuevamente a atención al paciente para decir que vamos a hacer de forma privada el traslado y que nos indiquen las gestiones al respecto. La respuesta es que eso no es posible, que si la ambulancia es privada no cabe traslado sino alta voluntaria y que sólo puede ir al domicilio. A las indicaciones de que hay una orden médica de traslado y una no realización por parte de la Administración, nos contestan que no se dará la admisión en el Hospital de Cantoblanco. Nadie más habla con nosotros pues para los pasillos nos dicen que no hay médico de guardia.

La casualidad hace que en ese momento aparezca la ambulancia. Al anular la contratada privadamente, nos comentan que es algo que les pasa habitualmente.

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En Cantoblanco, a pesar de lo avanzado de la hora, nuevamente una magnífica atención del personal sanitario. La cama contigua estaba vacía.

Es un relato particular, tal vez largo, pero significativo de algo que es mala gestión, falta de planificación, no colocar en primer lugar el interés del paciente, en fin tratar la sanidad pública peor que cualquier otro servicio burocrático. _________

Mercedes Encinas Ayuso socia de infoLibre.

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