Memoria histórica

¿Qué han enseñado los libros sobre el Valle de los Caídos?: del documento histórico al testimonio personal

Vista general del monumento del Valle de los Caídos.

Los restos del dictador Francisco Franco no llegarán a 2019 en el lugar en el que fueron enterrados hace 43 años. Fue una de las primeras decisiones del Ejecutivo de Pedro Sánchez y, a la vez, una de las medidas que más opiniones y reacciones provocó. Por un lado, las que aplaudieron la medida de los socialistas y, por otro, la de los fascistas que acudieron al mausoleo franquista a mostrar su disconformidad. Pero la propuesta trajo otra consecuencia: algunos de los libros que se escribieron sobre Cuelgamuros hace años salen ahora del cajón y se reeditan porque su vigencia, ahora mismo, es indiscutible. Es el caso de El Valle de los Caídos, de José María Calleja El Valle de los Caídos(publicado por Espasa en 2009) y El Valle de los Caídos: una memoria de España, de Fernando OlmedaEl Valle de los Caídos: una memoria de España (publicado por Península en el mismo año). El primero ya fue reeditado y el segundo, según confirman fuentes de la editorial, lo hará en el próximo mes de enero. 

 

La razón, en los dos casos, es la misma. Ambos trabajos periodísticos continúan vigentes, incluso más que en el momento de su publicación, hace ahora casi una década. Así lo consideran, además, sus autores. Tanto Calleja como Olmeda llegan a la misma conclusión: las obras están desactualizadas, pues obvian lo ocurrido alrededor de Cuelgamuros durante estos nueve años, pero aun así, su vigencia permanece. "Se podría decir que el libro queda al margen de la actualidad, al igual que el autor, pero lo importante es el contenido, que sigue teniendo la misma presencia editorial", comenta Olmeda. "Lo esencial de la obra continúa presente", añade Calleja.

Van más allá. Ninguno de los dos autores cambiaría nada si tuviera que volver a enfrentarse a la escritura del libro. Hay novedades, sí, pero no demasiado sustanciales. De momento, la exhumación de Franco no se ha materializado y el monumento continúa exactamente igual que cuando fue ideado por el dictador. Y esto, en sí mismo, ya es síntoma de algo. Según Calleja, de que la memoria histórica no ha sido atendida correctamente. "No es que estemos atrasados, es que en el Gobierno de Zapatero se aprobó una ley a la que luego no se ha prestado la menor atención porque permanecía la idea absurda de que suponía abrir las heridas del pasado", critica.

Las dos obras tienen puntos en común, tanto en forma como en fondo. En forma porque los dos libros, de carácter periodístico y documental, son un manual histórico. Sobre todo porque, según cuentan los autores, están basados en documentos de la época. "La documentación que utilicé es pública y accesible, lo que pasa es que en 2008, cuando empecé a preparar el libro, nadie había reparado en ella", cuenta Olmeda. "Utilicé información de las empresas adjudicatarias de las obras, del Ministerio de Gobernación, de los Gobiernos civiles y de los ayuntamientos y empresas encargados del traslado de los cadáveres al Valle de los Caídos", añade.

 

Y en fondo porque ambos recrean, a partir de esos documentos, la historia de Cuelgamuros, denominación que, además, anteponen a la de Valle de los Caídos. "Al llamarlo Valle de los Caídos se adopta la explicación franquista y se interpreta que es un edificio dedicado a los caídos del bando nacional. Pero no es así, también hay caídos del otro bando y algunos republicanos asesinados y trasladados de las fosas

comunes sin el permiso de sus familiares", critica Calleja. 

Como historia, como testimonio y como negación

No son las únicas obras sobre el monumento fascista. Existen otras que, como Cárceles y exilios, de Nicolás Sánchez-AlbornozCárceles y exilios (Anagrama, 2012) o El Valle de los Caídos y la represión franquista, de Tario RubioEl Valle de los Caídos y la represión franquista (Arola, 2015), cuentan la historia del Valle de los Caídos desde una perspectiva muy diferente. En este caso, desde la testimonial. "Hay que distinguir varios géneros en la literatura sobre Cuelgamuros", explica el autor a infoLibre. Distingue, concretamente, tres: "Los libros que son puros trabajos periodísticos, como el Calleja o el de Olmeda; los que cuentan testimonios, como el mío; y los que niegan la historia y simplemente sirven como propaganda franquista".

En su caso, la obra no será reeditada porque continúa a la venta y su vigencia, por más que el presente del Valle de los Caídos cambie, nunca acabará. No lo hará porque, tal y como comenta el propio Sánchez-Albornoz, el libro relata una historia personal que, sin embargo, es colectiva. "En el capítulo dedicado a Cuelgamuros cuento los cuatro meses que pasé allí como preso político en 1948 hasta que finalmente me escapé", recuerda. Y lo hace, además de con su propia memoria, con archivos de la época. "Contrasté la información que yo tenía con la que se había documentado", explica. 

"Pero además, hay una nueva ola literaria representada por libros dedicados a negar la historia", continúa. Son, por ejemplo, Valle de los Caídos: ni presos políticos ni trabajos forzados, de Juan Blanco (Fuerza Nueva, 2009) o Los presos del Valle de los Caídos, de Alberto Bárcena (San Román, 2015). "Los autores aparentan haber consultado documentos, pero como son falsarios desde lo más básico, los alegatos que presentan en estos libros no sirven para nada", critica Sánchez-Albornoz. 

¿Cuál es el futuro de Cuelgamuros?

 

Las obras, aunque reeditadas ahora, perderán la vigencia que permanece en el momento en el que los restos de Franco sean exhumados. Y en ese momento, ¿qué? ¿Cuál será el futuro del Valle de los Caídos? 

El Gobierno ha propuesto que Cuelgamuros se convierta en un cementerio civil, pero ha rechazado la opción de transformarlo en un museo de la memoria porque, según explicó el propio Pedro Sánchez, no se puede "resignificar" el mausoleo fascista. Nunca, por tanto, podrá ser un "lugar de reconciliación". 

"El Valle de los Caídos es un símbolo del desprecio a las víctimas labrado en piedra"

"El Valle de los Caídos es un símbolo del desprecio a las víctimas labrado en piedra"

En este sentido, Olmeda recuerda que nunca se levantó con esa idea. "Se ve en la literatura periodística y en las comunicaciones administrativas de la época. El Valle de los Caídos se concibió como un lugar de reposo y descanso de los caídos del bando vencedor. En la burocracia del régimen nunca hubo espacio para los caídos que defendieron la legalidad republicana", explica. Por eso, se sitúa en la línea del Ejecutivo y aboga por convertir Cuelgamuros en un espacio dedicado a la memoria "con una explicación museística moderna" que permita a las nuevas generaciones entender qué significa ese lugar. 

La posición que defiende Calleja es similar, pero va más allá. Defiende que José Antonio Primo de Rivera, si bien no debe ser exhumado, sí debe ser cambiado de sitio. "Es verdad que fue un caído en la Guerra Civil, pero hay que ponerlo en un lugar no privilegiado", argumenta. Y además, una vez hecho esto, Cuelgamuros debe ser resignificado. "La connotación franquista va a quedar, pero en sí misma dará mucha información sobre qué fue la dictadura", explica. "No tiene sentido destruirlo", sentencia.

Sánchez-Albornoz, por su parte, va más allá y exigiría la retirada de la cruz si el futuro de Cuelgamuros es el de un cementerio civil. "Las víctimas de los fusilamientos no pueden estar cómodas enterradas bajo la cruz que los mandó fusilar", critica. Pero de momento, prefiere esperar. "Vamos paso a paso. Primero, hay que sacar a Franco", sentencia. 

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