Ideas Propias

El odio y los detergentes

Miguel Lorente Ideas Propias

En mayo de 1998, el concejal del PP de La Carolina Bartolomé Rubia, conocido como Bartolín, simuló su secuestro por ETA. Entonces nadie cuestionó la realidad del terrorismo de la banda, tampoco las declaraciones realizadas en las primeras horas, ni se pidió la dimisión de ningún ministro por la denuncia falsa del concejal.

El odio es líquido, cambia de forma y de volumen según el argumento que lo contiene, se propaga como un gas a través del aire y sus palabras, y golpea fuerte como un sólido.

Lo sorprendente es que, aun siendo un líquido viscoso y opalescente, un humo denso y oscuro que ocupa el escenario de la convivencia, y un sólido impenetrable, resulte invisible para una parte importante de la sociedad, la misma que lo bebe, respira y mastica.

Las últimas agresiones homófobas y la denuncia falsa de Malasaña han levantado un escenario muy gráfico para entender la realidad que se mueve entre bambalinas. Las declaraciones de la presidenta de la Comunidad madrileña, Isabel Díaz Ayuso, diciendo que condena “todas las agresiones”, reflejan a la perfección la forma de entender estos ataques, al utilizar la fórmula negacionista de quien no quiere reconocer la especificidad de determinadas violencias. Del mismo modo, resulta muy ilustrativo que el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, fuera por la misma línea para desvincular los hechos de las ideas que los sustentan y propician, y dejara al margen de la situación general el discurso de odio de la ultraderecha.

No me imagino a la presidenta diciendo ante un atentando terrorista que condena “todas las violencias”, y de la misma forma, cuando el alcalde culpa a la izquierda de “manchar” Madrid por criticar la homofobia que se produce en la ciudad, no dice que cuestiona a todo aquel que “manche” el nombre de Madrid, sino que se detiene y enfatiza que a quien critica es a la izquierda y sólo a ella.

Las denuncias por delitos de odio, según el Ministerio del Interior, se han incrementado un 9,3% en 2021. ¿A qué se debe el incremento de la violencia homófoba?, ¿es sólo una coincidencia con la intensificación del discurso de odio?

El clima de rechazo a la diversidad y a las personas que se apartan de las referencias impuestas por la cultura androcéntrica ha aumentado, y se ha extendido conforme se le ha dado espacio y volumen. La homofobia ya existía, ya hemos explicado que el machismo es cultura, no sólo conducta, y eso supone que todo lo que no encaja en su modelo sea rechazado, pero el respaldo institucional y el altavoz mediático que tienen ahora este tipo de declaraciones han llevado los argumentos contra la diversidad a la superficie de la realidad social.

Hasta hace relativamente poco, era difícil encontrar esa ostentación de la homofobia y de la “patologización” de las personas que se apartan del modelo identitario impuesto por el androcentrismo. No era fácil encontrar tantas “terapias” salvadoras y declaraciones como las de Arévalo, diciendo en televisión que los homosexuales no son “hombres de verdad”.

Y no es casualidad, sino consecuencia de la transformación social que vivimos y de la reacción que desde posiciones androcéntricas se han puesto en marcha contra el avance de la Igualdad, con la consecuente pérdida de espacios de poder y privilegios reservados a esos “hombres de verdad”. Pero también se debe a un cambio en la política.

La política actual, al margen de la polarización y el enfrentamiento, se caracteriza por lo que la politóloga Margaret Canovan definió como “política redentora”, una manera de hacer política basada en la fe, a diferencia de la “política pragmática” que se basa en el interés. Los mensajes de la ultraderecha, con el silencio o el acompañamiento de la derecha, buscan movilizar las ideas y valores que han formado parte histórica de una manera de entender la realidad basada en la construcción androcéntrica, la cual necesita la referencia del “hombre de verdad” como eje sobre el que hacer girar todas las iniciativas. Contar con el respaldo del criterio, la racionalidad, la determinación, el orden, el interés general... propio de esos “hombres de verdad” hace que sus propuestas sean aceptadas sin cuestionamiento alguno. Si ser hombre es algo diferente a esos valores asignados a la masculinidad, todo lo que parta de los hombres (que es todo), carecerá de ese reconocimiento y valor.

El machismo no quiere más hombres que los suyos para poder defender su modelo, por eso busca el ataque y la crítica contra los demás y lo que significan. Cuando se presenta la Igualdad, la pluralidad, la diversidad... como un ataque a la familia, a los hombres, a la religión, a la tradición... se corre el riesgo de que el odio cultivado germine en acciones violentas, pues siempre hay alguien dispuesto a hacer el papel de Harry el sucio para tomarse la justicia por su mano bajo la justificación del resto, dispuestos, incluso, a no mostrar una condena explícita a lo sucedido. Y cuando esos mensajes son lanzados o justificados desde las instituciones, la probabilidad de que ocurran esos hechos es aún mayor, porque la “política redentora” se basa en lo que la gente necesita creer. La creencia es previa y ya está determinada por la cultura, la política sólo da razones para actuar en consecuencia.

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Es lo que vemos en las agresiones homófobas. El rechazo a las personas homosexuales ya está presente bajo la construcción de la identidad machista, lo que hacen los mensajes de odio es confirmar esa idea, darle legitimidad desde las instituciones, y permitir que todo ello sea utilizado de manera individual por quien encuentra razones para llevar a cabo una agresión en defensa de esas posiciones.

Cuando Donald Trump en abril de 2020 dijo que el coronavirus se podía curar mediante inyecciones de detergente, durante los días siguientes se produjeron más de 100 intoxicaciones por distintos tipos de detergentes. No fue una coincidencia, sino la consecuencia de las palabras pronunciadas por alguien que se tiene como referente.

Esa misma situación es la que se produce cuando desde los parlamentos se utilizan la homofobia y el machismo como instrumentos de acción política, y se lanzan mensajes en ese sentido. Unos mensajes que siempre encontrarán a alguien dispuesto a tomarse un trago de detergente o de odio.

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