Buzón de voz

Un sujeto peligroso para el euro

Por segunda vez en el corto plazo de cinco días, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha desatado el pánico en la eurozona. El pasado jueves 21 de marzo, mientras todos los responsables económicos de los distintos países insistían en minimizar el riesgo de contagio del problema de Chipre, el también ministro de Finanzas holandés comparecía en el Parlamento Europeo para lanzar este mensaje: Chipre es “definitivamente un riesgo sistémico”. Este lunes, cuando parecía que la situación en los mercados era relativamente tranquila tras el precario acuerdo alcanzado de madrugada entre las autoridades chipriotas y la troika, Dijsselbloem se ha despachado con unas declaraciones a Reuters y Financial Times en las que afirma que “Chipre es un ejemplo a seguir”. Es decir que podrían decidirse en el futuro nuevas quitas a depositantes de ahorros bancarios en otros países europeos que necesiten ayuda. De inmediato, las bolsas de Madrid y Milán bajaron casi un 2,5% y las primas de riesgo volvieron a dispararse. Como es costumbre, el máximo responsable del Eurogrupo matizó después sus afirmaciones, pero la incertidumbre ya estaba sembrada.

Si un simple espectador grita “¡fuego!” sin ningún motivo en una sala de cine, es probable que sea detenido o al menos señalado por poner en riesgo la seguridad colectiva. Si lo hace el mismísimo gerente del local, es lícita la sospecha de que esconde otro tipo de intereses; quizás quiera hundir el negocio de ese cine y empujar al público hacia otras salas. Lo normal sería que los clientes o los dueños o todos a la vez exigieran la detención o el despido del sujeto, aunque sólo fuera por su evidente ejercicio de irresponsabilidad.

Intereses nacionales

El Eurogrupo es otra cosa. Se trata de un órgano que supuestamente representa a los Gobiernos que presuntamente representan, a su vez, a los ciudadanos de los países que forman la zona euro. Pero su presidente, el holandés Dijsselbloem, se permite dañar con insistencia y reiteración los intereses de la ciudadanía que comparte el euro como moneda única sin que ningún Gobierno exija su dimisión inmediata, ni siquiera su reprobación. ¿Por qué cada mensaje tranquilizador a los mercados va seguido de una declaración alarmista por parte de una de las principales autoridades europeas?.

Una posible explicación tiene que ver con los intereses nacionales de los países acreedores de la deuda de la periferia. Dijsselbloem, antes que un gris parlamentario socialdemócrata, es un político holandés que comulga con el discurso único impuesto por Alemania en la gestión de la crisis: recortes en sanidad, en educación, en cualquier tipo de gasto social, adelgazamiento del Estado... y ahora incluso expropiación de los ahorros de los depositantes. Todo con tal de que los bancos de los países del núcleo duro de Europa cobren sus préstamos y los países del sur paguen sus deudas. Incluso (o sobre todo) a costa de que esos países caigan en la miseria durante una o varias décadas.

El profesor Antón Costas lo advierte en su último análisis sobre la gestión del rescate a Chipre: “El riesgo de accidente en Europa como consecuencia de decisiones chapuceras motivadas por ideas equivocadas e intereses estrechos no puede descartarse” (El País Negocios, 24 de marzo). Ese riesgo se multiplica cada vez que el presidente del Eurogrupo abre la boca y nadie hace el más mínimo amago de cerrársela.

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