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Detrás de la tramoya

Infancia Libre, contraindicaciones

Advertencia inicial: todo es presunto, pendiente de juzgar. Unas cuantas mujeres formaron una asociación, denominada “Infancia Libre”, que utilizaban para defenderse de los padres maltratadores de sus hijos. De ellas y de sus hijos. Hasta ahí nada malo. Hay cientos de organizaciones respetables que trabajan en la protección de las mujeres contra una lacra que se denomina mundialmente “violencia de género”: la que ejercen los hombres contra sus parejas o exparejas. Ni “violencia intrafamiliar” ni ninguna otra cosa. Se llama violencia de género, violencia machista, y es específica porque se refiere al uso de la fuerza del hombre sobre la mujer. Una lacra ancestral y universal.

Lo lamentable de Infancia Libre es que, según los indicios presentados por la Fiscalía –bastante contundentes por lo que hemos sabido–, esa asociación había articulado un temerario sistema para denunciar falsamente a los padres de abusar de sus hijos, para alejarlos de ellos, y permitir a las madres hacerse con la custodia total de sus menores.

La Fiscalía archiva la investigación contra Infancia Libre al no apreciar ilícitos penales

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Hay una auténtica obsesión en algunas mujeres –ni mucho menos la mayoría, ni siquiera una buena parte, pero sí de algunas– por la custodia de sus hijos. Algunas piensan que compartir sus hijos con sus padres es una aberración “porque soy yo quien los ha parido”. Y consideran que el hecho de que la niña o el niño pase una semana con la madre y otra con el padre es “perder a mis hijos”. Son una minoría. La mayoría de los jueces otorgan por defecto la custodia compartida si los divorcios son de mutuo acuerdo y ambos padres colaboran. Esta obsesión minoritaria resulta ridícula, si consideramos que cualquier juez, en caso de desacuerdo, dará a un padre equilibrado –o en menos casos a una madre equilibrada– el derecho a ver a sus hijos un día a la semana con noche incluida, es decir, dos días a la semana, y un fin de semana de viernes tarde a lunes por la mañana, es decir, seis días al mes. Si se hace la suma, salen la mitad de los días del mes. La razón más frecuente para rechazar la custodia compartida es el dinero. Con la custodia compartida se comparten al 50 por cien los gastos de los niños. Se hace un fondo común. No hay pensión compensatoria o para la alimentación de los hijos. En otros términos, la ley protege el derecho de ambos progenitores a verse con sus hijos prácticamente por igual, incluso cuando la custodia se concede a uno de ellos.

En Infancia Libre se defendían supuestamente los derechos de los hijos, y de sus madres, frente a padres abusadores. Pero también supuestamente se estaban utilizando acusaciones falsas para evitar que los padres pudieran ver a sus pequeños. El problema no es solo la amoralidad de esa presunta conducta. El problema es el daño brutal que esa asociación, de confirmarse los hechos, puede estar haciendo a la causa general de la protección de los menores frente a los abusadores, y contra la violencia de género. Porque son esos poquísimos casos de presuntas mentirosas los que permiten que en las tertulias de televisión y de radio se cuestione la legitimidad de la lucha contra la violencia machista. Son unos pocos casos los que vienen a “constatar” que “las madres se aprovechan de la ley para hacer trampas”. Son mujeres como las detenidas por el secuestro de sus hijos las que legitiman que Vox y las fuerzas ultraconservadoras quieran derruir todo el sistema de protección de niños y mujeres de una epidemia verdadera que es la agresión física y psicológica que los hombres ejercen con demasiada frecuencia sobre las mujeres.

En la vida social se producen ciclos, tendencias y contratendencias. Una de esas tendencias ha sido en España y en todo el mundo la lucha contra la violencia de género. La ley que hizo España, en los años de Zapatero, fue modélica en ese particular. Como dijo el ministro que dirigió su redacción y tramitación, Juan Fernando López Aguilar (cuando él mismo fue objeto de denuncias falsas por parte de su ex mujer y el hijo de ella), “ninguna ley está exenta de contraste con la experiencia y, en consecuencia, de mejora. Tampoco ésta (la de violencia de género)". Pero esas mujeres que mienten no pretenden mejorar la ley, sino valerse de ella. Por eso es tan perjudicial su comportamiento. Esas mujeres presuntamente mentirosas están perjudicando a las miles de mujeres españolas que sí son víctimas de la violencia machista en las derivadas de agresión a los hijos. Porque justifican la reacción. Justifican a los reaccionarios de la ultraderecha cuando cuestionan las normas progresistas que con tanto esfuerzo y tanta lucha se abrieron paso en nuestra sociedad.

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