Verso Libre

Para que vuelvas hoy

Luis García Montero

En medio de la pandemia, con las librerías cerradas, los actos públicos suspendidos, el corazón en las cifras de la enfermedad y la cabeza en la autovigilancia, Eduardo Mendicutti acaba de publicar Para que vuelvas hoy (Tusquets, 2020). Como todos los libros que me gustan, esta novela me confirma en el sentido de la literatura, ese acto de rebeldía contra la muerte y el olvido que convierte la imaginación en testimonio de vida humana. Nos mueve el deseo de que no desaparezcan las historias colectivas y nuestras huellas, las huellas de los seres normales.

La literatura es una señora mayor a la que los años le han enseñado que cualquier edad es de riesgo. Por eso habla de sus recuerdos, comparte la memoria de la alegría y el dolor, mantiene la herencia humana que justifica el saber más importante, la dignidad palabra por palabra de la supervivencia, y ocupa un lugar junto a la hoguera para contar a los jóvenes de la tribu el relato que ha formado su comunidad. Porque quien desprecia el valor de los mayores se queda en poco tiempo sin futuro.

La novela de Eduardo Mendicutti nace de un recuerdo que Marcos Ana nos contó en su libro de memorias Decidme cómo es un árbol (Umbriel editores, 2007). Sorprendido por la Guerra Civil a los 16 años, encerrado en las cárceles franquistas durante 23, Marcos Ana se vio en la calle, más que en libertad, a los 41, sin haber conocido el amor. Amigos de la literatura como Armando López Salinas y Antonio Ferres lo llevaron a algunos cafés madrileños para hablar de política y de libros. Pero un amigo de la infancia, empresario con dinero, lo invitó una tarde a conocer un cabaret. Allí le presentó a una mujer, Isabel, a la que le dio 500 pesetas para que se lo llevase a un hotel a pasar la noche.

Por las indecisiones y los nervios, Isabel creyó que Marcos estaba borracho. El poeta tuvo que explicarle que había pasado 23 años en una cárcel, que acababa de salir y que nunca había estado con ninguna mujer. Ella comprendió, retrasó el encuentro en la cama, lo invitó a cenar, se contaron la vida, los motivos de la prostitución y los motivos de la cárcel. Isabel se encargó luego de darle sentido a las sábanas. Cuando a la mañana siguiente, después de desayunar juntos, Marcos llegó a su casa, descubrió en el bolsillo de la chaqueta una nota, "Para que vuelvas esta noche", junto al billete de quinientas pesetas. ¡Quinientas pesetas de finales de 1961! Estaba esperando que el Partido Comunista lo sacara de España. No quiso comprar el cuerpo de Isabel, ni continuar esa historia, así que fue a una floristería, pidió quinientas pesetas de orquídeas, magnolias y rosas, y le dejó el ramo en la habitación del hotel en el que habían pasado la noche juntos con otra nota: "A Isabel, mi primer amor".

La marrana de Armilla

La marrana de Armilla

La novela de Eduardo Mendicutti imagina los recuerdos de Isabel. La muchacha joven que cuida a una señora enferma y mayor escucha su historia, el asesinato del padre en Sanlúcar después del golpe de Estado de 1936, las penurias económicas, el paso de la servidumbre a la prostitución, la compra y venta de los sentimientos y la supervivencia, los desarreglos amorosos, un embarazo, un hijo, un nieto, una soledad, un orgullo, y la herida que le dejó 60 años antes un joven recién salido de la cárcel que nunca fue a buscarla para mantener con ella una historia de amor. Recuerda haber puesto en la nota, "Para que vuelvas hoy", no "Para que vuelvas esta noche". El novelista se pone de parte de su personaje y de todo lo que este matiz encierra.

Con la fuerza narrativa que es propia de Eduardo Mendicutti, esa vieja señora que es la literatura nos vuelve a recordar su apuesta de rebeldía contra el olvido. Y lo hace como es su costumbre, para advertirnos de paso que junto a los hechos históricos están las vidas personales, los márgenes y las normas, la experiencia de cada nombre con apellido, Isabel Peñalber, las noches de insomnio, las ofensas, la ternura, las pérdidas, la solidaridad, los encuentros y esa intuición de intimidad social que le recordó a Marcos Ana un haiku japonés: "Es con los ojos, / no se da con los labios / el primer beso".

La literatura existe para que Isabel sea ya otro de los personajes inolvidables de Eduardo Mendicutti que nos han contado su vida. "Morirse una, qué disgusto". Oímos su voz, como ella oía la voz de su padre cada vez que iba al Castillo de Santiago, el lugar en el que estuvo encerrado antes de que lo ejecutaran. Frente a lo hecho, sólo nos salva lo dicho: quien desprecia el valor de los mayores se queda en poco tiempo sin futuro.

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