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32 años para lograrlo

Quedan exactamente 5 meses para que se celebre el 8 marzo. Para que, de nuevo, muchos vuelvan a envolverse en la bandera morada y se unan a la lucha de las mujeres por lograr lo que se merecen: que su esfuerzo y su talento se reconozca y que tengamos las mismas oportunidades que ellos. Muchos volverán a llenarse de buenas intenciones, harán discursos elocuentes y cargados de emotividad, pero, pasado eso, volveremos a donde estamos ahora mismo, donde siempre.

Ayer leía este dato: sólo un 1% de los CEOs de las empresas digitales más importantes del mundo son mujeres. Sólo un 1%. ¿No hay talento, no hay mujeres formadas en este sector? Sí, claro que sí, me vienen unas cuantas a la cabeza, mujeres que están liderando la transformación digital de las empresas, las que forman y saben cuál es el camino que hay recorrer en este mundo tan absolutamente fascinante. Mujeres que saben pero que no pierden el tiempo en demostrar que saben: trabajan y con eso es suficiente. Pero está claro que no, no al menos en este mundo… 

La brecha de género sigue siendo dramática, en éste y en muchos otros sectores. Y se hace muy poco por intentar acortarla. O al menos, no se hace al ritmo deseado. El informe que conocíamos esta semana de ClosinGap y que fue impulsado por Telefónica, calculaba que tardaremos 32 años en cerrar esta brecha digital. ¡32 años! Es decir, que a las que están ahora empujando les tocará remar sin descanso para llegar a ese puerto. Y ni aun así ellas podrán ver los logros conseguidos. Tendrán que hacerlo pensando en las que vengan después. Como tantas otras que intentan derribar muros, no para ellas, sino para las siguientes generaciones. Aunque esas generaciones luego renieguen de ese esfuerzo o lo minimicen, que esto pasa, pero hay que contar con ello. Es una cuestión de dignidad, de derechos que sabemos que nos corresponden, de esfuerzos personales y de talento que deja de contar simplemente porque no interesa, porque la rueda gira siempre igual y es difícil de cambiar.

Creo que esto hay que cambiarlo, sólo hace falta voluntad real, no palabras. No queremos más discursos paternalistas cada 8 de marzo. Queremos decisiones. Queremos valentía a la hora de apostar por el talento femenino

Estamos cansadas de ver esas fotos de grandes foros económicos en los que el azul marino predomina sobre cualquier otro: trajes de chaqueta clonados que determinan una forma de entender el progreso. Fotos que suponen toda una declaración de intenciones: “Nosotros seguimos aquí”, escudados en una palabra que puede ser perversa, “la meritocracia”. “Empezamos a renegar de esa discriminación positiva porque puede ser injusta”. Lo escucho demasiado a menudo y siento que va a ser muy difícil que nuestras hijas puedan avanzar. Yo ya he tirado la toalla. Creo que, a mi edad, con lo que he trabajado desde hace 26 años, con mi experiencia y con mi formación, es complicado que el cambio lo pueda vivir en primera persona. Muy difícil. El esfuerzo personal en formarme en los últimos años ha tenido un coste tan alto, que tiro la toalla. Pero no la esperanza: creo que esto hay que cambiarlo, sólo hace falta voluntad real, no palabras. No queremos más discursos paternalistas cada 8 de marzo. Queremos decisiones. Queremos valentía a la hora de apostar por el talento femenino. Que lo hay. Queremos que nos escuchen y queremos que se impulse el cambio: apostando por la formación de las niñas, por ayudarles a cambiar su propia percepción, ellas pueden. Lo que no podemos hacer los demás es aceptar que tardaremos más de 30 años en revertir esta situación.

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