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El camino es más largo y más estrecho de lo que pensábamos

Siempre repito en los cursos de comunicación que, si defiendes una idea, es importante que estés convencido de los argumentos que vas a exponer. Tu credibilidad depende directamente de lo convencido que estés de aquello que vas a decir. Lo que digas, cómo lo digas, impactará en tu audiencia si, realmente, tú te crees lo que estás diciendo.

Estos días ha habido infinidad de ejemplos de personas que han salido a hablar y opinar sobre lo que ha pasado con el caso Rubiales y que, por mucho que se han esforzado en hilar un discurso, en redactar un comunicado, era imposible creerles por todo lo que no estaban diciendo, con su cuerpo, con su lenguaje, con sus argumentos. La incomodidad era tan evidente, la falta de convencimiento de aquello que estaban defendiendo era tan patente, que, sinceramente, lo mejor es que no hubiesen dicho nada. Aunque les estuviera cayendo la del pulpo por su silencio.

Ha habido comunicados que, digámoslo, se los podían haber ahorrado. Era un montón de palabras redactadas con el único propósito de dar una patada hacia delante, nunca mejor dicho, de salir al paso de una situación a toda vista incómoda e intentar desviar la atención a otro asunto.

Tras días de silencio sepulcral, de hacer un corporativismo incomprensible en torno al fútbol masculino, o más bien en torno a la caverna del fútbol masculino, los jugadores de la selección no tuvieron más remedio que redactar un comunicado y desmarcarse, de una forma muy tibia, de las palabras, de las acciones y de las reacciones de Rubiales. Condenaban toda conducta machista, frase manida que no dice mucho más, y con eso ya estaba solucionada la papeleta, ahora a hablar de fútbol que es lo que sabemos hacer y es a lo que nos dedicamos. Pero no. No bastaba.

Tristísimo, realmente desolador, ver cómo equiparaban la situación de Rubiales con la de Jenni, cómo hablaban con una equidistancia insoportable sobre todo lo ocurrido

Supongo que no iban a ser tan ingenuos como para pensar que, en las próximas entrevistas, no saldría el tema, no les preguntarían, no les pedirían que dijeran qué opinaban. Y ahí sí, hemos visto cómo algunos se iban retratando. Tristísimo, realmente desolador, ver cómo equiparaban la situación de Rubiales con la de Jenni, cómo hablaban con una equidistancia insoportable sobre todo lo ocurrido. Fue decepcionante, y no porque me importe lo más mínimo la opinión de alguien que da patadas a un balón y que cobra millones por ello, no. Me importa porque él y sus compañeros lo deberían de saber, son referentes para millones de niños… y de no tan niños. Y lo son de los de aquí y de los de fuera de España. Su imagen, cómo se visten, su corte de pelo, los tatuajes que llevan, la ropa y lo que dicen, cómo se comportan… Y ahí deberían asumir que en algo tan importante, tan trascendental como erradicar comportamientos tan inadmisibles como los de Rubiales, no pueden ni deben ser tibios, ni equidistantes, ni ambiguos.

Muchos siguen callados. Demasiados. Prefieren mantenerse al margen, sin saber que su silencio es mucho más cobarde. Queda mucho camino por recorrer. Mucho. Y también entre nosotras, entre todas esas mujeres que, hay que decirlo, jugaron a este juego durante muchos años, utilizaron “sus armas de mujer”, se aprovecharon de todo esto para medrar profesionalmente y ahora se envuelven en el morado para liderar un movimiento en el que nunca creyeron. Esto pasó, esto lo vivimos también muchas. Y nadie dijo nada.

Que quedaba mucho camino lo sabíamos, lo vivimos, lo sufrimos, pero estos días ha sido tristísimo comprobar que el camino es mucho más largo y mucho más estrecho de lo que pensábamos.

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