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"Feliz cena"

¿Cómo eres de feliz? Seguramente la pregunta es tan difícil de contestar como de cuantificar. Somos felices según nuestras expectativas, nuestra edad, nuestra forma de ver la vida, nuestra madurez, nuestra situación económica y social, nuestra salud… Pero ¿cuáles de todos esos factores son los que más pesan a la hora de afirmar o negar que somos felices?

El otro día hablábamos en el informativo de lo que se ha bautizado como la happycracia, esa necesidad, impuesta por la sociedad y especialmente las redes sociales, de ser felices. De demostrar que somos felices. De contarlo, a todo el mundo, de mostrarlo sin pudor. Somos tan felices como lo podamos enseñar. Y somos tan felices según el tipo de publicación que hagamos.

Y pongo un ejemplo. Haces un plan. Sencillo pero que a ti te llena: preparar una cena rica, con buena música de fondo, un vino y buena conversación con esa persona especial. Para ti un planazo, imbatible, el mejor. Y cuando estás a punto de arrancar, esa cena cometes el error de echar un vistazo rápido a las redes y ves una publicación de alguien que se ha fotografiado... no sé, en la playa, en el aeropuerto a punto de embarcar hacia un destino desconocido, en un teatro, en un concierto, donde sea, y a ti, tu plan, ése que has preparado con esmero, te parece que ha caído 10 puestos en el ránking de los mejores planes para un viernes noche. Por un simple vistazo a fotos de alguien al que seguramente ni conozcas, ni tengas la certeza de que, efectivamente, esa foto que ha colgado refleja que es realmente feliz.

Esto pasa. Y más de lo que creemos. Y especialmente entre quienes no han sabido todavía identificar qué es lo que realmente a ellos, y sólo a ellos o a ellas, les hace felices. Sin condicionantes, sin comparaciones, sin estar pendientes de tener que contar eso que has hecho. Porque un plan es necesaria y definitivamente bueno, si lo cuentas. Es lo que hemos interiorizado o lo que están interiorizando muchos jóvenes y no tan jóvenes que están creciendo con esa ventana abierta a las redes sociales.

Últimamente escucho a demasiado cuarentón y cuarentona descontenta y descontento porque creen que todo aquello que nos dijeron que era tener una buena vida no se ha conseguido

Y llegan las frustraciones. Las decepciones. Últimamente escucho a demasiado cuarentón y cuarentona descontenta y descontento porque creen que todo aquello que nos dijeron que era tener una buena vida no se ha conseguido. No tenemos todo lo que el sistema nos prometió tener cuando empezamos en esto, cuando nos convertimos en adultos y entramos en la rueda del trabajo, la familia, los niños, las hipotecas, y toda la parafernalia. Mucho adulto y adulta que está pidiendo que le devuelvan el dinero de ese ticket que compró con destino directo a la felicidad, que le devuelvan el esfuerzo y los sueños que invirtió en todo eso y que ahora, cuando ha empezado la segunda parte del partido de su vida, se sienten estafados. Pero ¿por quién? Y, sobre todo, ¿por qué?

Queremos ser felices por la vía rápida, comprándola si es preciso, sin esfuerzos, sin renuncias, sin decepciones. Y no acabamos de entender que, si no sabemos identificar los malos momentos, las dificultades, los errores, no seremos capaces de identificar y saborear cuando las cosas vayan bien. No sabremos valorar lo que ha costado tener esa paz, esa cena, en casa, en la mesa de siempre y con las copas de siempre, sí, pero con la mejor compañía. El poder sonreír porque tienes salud, porque de momento no hay grandes problemas a la vista, ni preocupaciones graves que no se puedan solucionar con un poco de tesón. No podremos saborear la paz de esa música de fondo, de una buena conversación, de las risas, de las muchas risas y recuerdos que vas a construir con esa cena sencilla y que ninguna foto puede superar.

Feliz viernes… y feliz cena.

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