La portada de mañana
Ver
La red infinita del lobby de la vivienda: fondos, expolíticos, un alud de 'expertos' y hasta un pie en la universidad

Yo, en el metaverso, no me veo

Yo admito que me estoy perdiendo con esto del metaverso. Se me escapa, uno, qué tipo de ventajas empresariales puede tener crear un negocio paralelo en ese universo, y dos, dónde está la diversión para el usuario al moverse, estar, hacer algo en un mundo online que nunca será real. Porque difícilmente todo el mundo podría comprarse una mansión, ir a todos los festivales, viajar… La vida es mucho más complicada y compleja que todo eso, los presupuestos de la mayoría de los mortales no dan para tanto. Pero quizás ahí esté la respuesta, no lo sé. Hay una pareja, en la India, que harta de tener que cancelar su boda por culpa del covid, ha decidido celebrarla así, en este metaverso. Ha invitado a sus amigos y ha ampliado incluso la lista de invitados, porque, total, qué más da si hay 100 o 150, ¡si no hay que pagar el plato, ni el DJ, ni nada!.

Hace unos días, un anuncio recreaba cómo iba a ser ese metaverso en el mundo ideado por Zuckerberg. Aparecía una mujer con unas gafas 3D en mitad de su cocina, se veía a su marido o pareja detrás, cocinando, y ella, de pie, estaba sonriendo y parecía, insisto en lo de parecía, divertirse con eso que estaba viendo. El vídeo luego te recreaba lo que ella estaba viendo con esas gafas: era su avatar en ese metaverso, moviéndose en un mundo creado digitalmente, de colores intensos, y que parece sacado de unos dibujos animados. Su avatar, por cierto, no tiene piernas y no me pregunten por qué, pero esto me llamó mucho la atención. Ni ella, ni el resto de los personajes con los que interactuaba, tenían piernas… Sin piernas, no sé si hay mensaje subliminal aquí, estoy tan perdida que puede ser. Los miembros con los que podemos movernos, andar, correr, desplazarnos, desaparecen en ese mundo ideal. Y sólo importa lo que vemos: porque sentir, sentir, de momento, no sentimos mucho en ese metaverso. No hay abrazos, no hay lágrimas, no hay piel… A todo esto recuerden que la señora en cuestión está viviendo sola esa experiencia, mientras su pareja está detrás: anulada la conversación entre ambos, anulada cualquier tipo de interacción. Cada uno a lo suyo, ella con sus gafas y él a cocinar.

Todos, empresas, usuarios, medios, volviéndose locos queriendo crear más contenidos en ese universo paralelo en el que lo único importante es entretenerse. No hay que hacer nada más, no hay que tomar decisiones, no hay que pensar, sólo divertirse

Pero a eso vamos, ahí estamos. Todos, empresas, usuarios, medios, volviéndose locos queriendo crear más contenidos en ese universo paralelo en el que lo único importante es entretenerse. No hay que hacer nada más, no hay que tomar demasiadas decisiones, no hay que pensar, sólo divertirse. Un mundo fácil muy alejado, alejadísimo, del mundo real. Porque aquí, todos los días, tenemos que decidir qué hacer, qué decir, cómo actuar: hay que elegir, seguramente la tarea más complicada del mundo adulto. Hay que interactuar con todos los demás cada día, con personas que, por cierto, tienen piernas. Y que pueden salir corriendo si lo que les dices o haces les espanta. Incluso tienes que discutir, porque discutir es necesario, también enfadarse y volverse a encontrar. La vida es eso: vivirla cada día con sus pequeñas cosas, con sus miserias, sus rutinas, sus aburrimientos infinitos porque no hay nada que hacer, porque te has quedado encerrado en casa por dar positivo. Pero insisto, seguro que se me está escapando lo más interesante de todo esto y no soy capaz de verlo, así que pido luz para que me ayuden, porque yo, sinceramente, en el metaverso no me veo.

Más sobre este tema
stats