Me quedo con Kate

Shakira, Kate Winslet y Rodríguez Pam. Las 3 mujeres que han ido pujando por ser las protagonistas de esta columna. Las 3 han ocupado titulares esta semana y cada una por un motivo diferente, pero con algo en común: cada una entiende de una manera diferente cuál debe ser su mirada, cuál es su empatía, cómo creen que hay que cuidar al resto de mujeres.

La primera está dolida y su herida supura por sus letras. Lleva ya varias canciones ajustando cuentas con Piqué por su ruptura, por su traición, por haberla dejado y engañado con otra. Ella vende millones de discos por todo el mundo, sus canciones suenan en todas las emisoras, y ha decidido utilizar ese poder para contar su versión, para decirle a la cara a su ex que se ha portado como un canalla. Está en todo su derecho de gestionar la ruptura como mejor crea, faltaría más. Y esta vez no se ha guardado nada. Supongo que habrá medido las consecuencias, habrá calculado, en el sentido más literal de la palabra y en el figurado, lo que supondría airear cómo fue su matrimonio, cómo era su convivencia, cómo era su relación, qué supondría para sus hijos que medio mundo conozca lo que pasaba en su casa, el daño o no que le provocará a su ex verse retratado de esa manera. Ayer, desde luego, lo petó, si me permiten la expresión. Fue, de lejos, la canción con la letra más explícita sobre lo que ha ocurrido estos meses. En pocas horas alcanzó millones de reproducciones y desde luego, hizo caja a base del dolor. Pero, perdóname, Shakira, aquí la venganza se te fue un poco de las manos: como loba deberías haber protegido a la manada, deberías haber dirigido tus golpes a él y no a ella. Quien te traicionó fue él, no ella. Ni su edad, ni su situación, son criticables. Y toda la fuerza que podía tener publicar una canción así, quedaba desdibujada con ese ataque innecesario a la otra. Una cosa es que tú no estés de acuerdo en cómo actuó, que jamás harías lo que hizo ella, pero no pierdas el foco: el problema lo tenía él, el que estaba casado era él, el que estaba engañando a su familia era él.

Shakira, aquí la venganza se te fue un poco de las manos: como loba deberías haber protegido a la manada, deberías haber dirigido tus golpes a él y no a ella.

Rodríguez Pam. Secretaria de estado del Ministerio de Igualdad. Invitada a un programa en el que el tono más relajado domina la conversación. Y es ahí cuando también pierdes el foco. Te olvidas de que tu voz y tu cargo es el mismo delante de ese micrófono o cuando diriges una reunión en el ministerio. Y empiezas a reírte, a hacer bromas, con un tema tan sensible, tan preocupante, banalizas el miedo de las mujeres que están viendo cómo sus agresores se benefician de un patinazo de una ley que has redactado desde tu ministerio. No sólo no rectificas, sino que encima te ríes. 162 agresores sexuales han visto reducida su condena gracias a la nueva ley. Señora Rodríguez Pam, hable con esas 162 mujeres a las que agredieron esos condenados: ríase con ellas de su miedo. No creo que le encontrara ninguna gracia. Está tardando en rectificar, está tardando en pedir disculpas.

Empatía. La palabra que más se ha repetido esta semana. Y en este caso, para aplaudir la reacción de una mujer que es una súper estrella de cine pero que, en cada entrevista, en cada declaración, se empeña en demostrar que es sólo una mujer que intenta aprender a vivir en un mundo complicado. Kate Winslet, seguro que lo han visto, logra hacer fácil, hacer cómoda, una situación sumamente estresante: afrontar tu primera entrevista, hacerlo nada menos que frente a una súper estrella de Hollywood y hacerlo cuando todavía no has cumplido ni los 18 años. Kate supo ponerse en el lugar de esa chica, supo decirle lo que necesitaba oír para hacer de ese momento el mejor recuerdo de su corta vida. Pero es que ella lleva años clamando contra todos esos prejuicios, presiones y cánones que la sociedad, la industria, las redes, nos imponen a las mujeres. Con los años ha aprendido a utilizar su voz para hacerla más sonora, para ayudar con sus declaraciones a que otras mujeres superen sus miedos, sus frustraciones, aprendan a ser felices. A ella le costó cuando llegó a la fama: muchas veces ha hablado de la inseguridad que ha sentido cuando se ha puesto delante de una cámara, cuando ha tenido que posar en una alfombra, con un vestido maravilloso, y soportar las miradas de la prensa más cruel, la que juzga tu aspecto y tu talla. Eso no es parte de su trabajo: estar perfecta, parecer joven, esbelta (dice que es la palabra que más teme, la más demoledora para ella) no es real. No es la verdad de su vida. Y lo repite siempre que puede, para que quienes vean en ella el ejemplo a seguir, lo hagan mirándose en un espejo lo más real posible, lo más auténtico posible.

Con ella es con la que me quedo de toda esta semana. Gana por goleada en esa mano tendida para ayudar a otras mujeres. Brava.   

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