Ni con Scarlett Johansson

¿Estaría dispuesto a que, cuando llame para pedir una revisión de su caldera, o que le cojan cita para su fisio o su dentista, en vez de que le atienda una persona, le atienda una máquina?

Esto es lo que nos espera. Esto es, en realidad, lo que ya tenemos. La inteligencia artificial está llevando a sustituir todos esos puestos administrativos, automatizados, que no requieren específicamente de una persona, por una máquina. El último informe sobre esto habla de que, de aquí a 10 años, en España, casi un 10% de los puestos de trabajo podrían verse amenazados. Pero ¿qué significa eso, que van a desaparecer? Pues no necesariamente.

Saber manejarse con la inteligencia artificial va a ser imprescindible para seguir sobreviviendo en este mundo tan cambiante. Y aunque parece un desafío, una amenaza, habrá que entenderla para saber sacarle el mejor partido.

Las empresas y organizaciones grandes llevan ya meses en ello, algunas años. Y han conseguido aumentar la productividad sin perder puestos de trabajo. Y ése es el camino que muchos proponen: hacer los puestos de trabajo “más amables”, más creativos gracias a la inteligencia artificial.

El riesgo lo conocemos de sobra: que esa tecnología sea usada para controlar, manipular y engañar. La alerta que se lanzaba esta semana iba por ahí: ojo con lo que van a leer en las próximas semanas, en los próximos meses. Las europeas en unos días, las elecciones en Estados Unidos en noviembre… Hay en juego varias cómo se equilibran los intereses políticos, económicos de los que dependen qué pasará con Ucrania, qué pasará con Israel, qué pasará con el rearme de Europa, con el avance de la ultraderecha.

Hay muchos usuarios, especialmente los que no están acostumbrados a manejarse con la tecnología, que no están preparados para que sea una máquina la que les responda al otro lado del teléfono

Pero no sólo se trata de que los malos lo usen en su beneficio, permítanme la simplificación. Se trata también de qué uso le vamos a dar el resto de los comunes. Hace unos días veíamos que, gracias a la IA, alguien había resucitado a su madre para seguir manteniendo conversaciones virtuales con ella. Había metido en el algoritmo cientos de vídeos de ella, de respuestas guardadas y la IA había aprendido de lo que era esa mujer para replicar después hipotéticas respuestas. Cuánto ayuda esto a quienes están solos, cuánto ayuda esto a pasar el duelo de la pérdida es cuestionable. Cómo de sesgadas pueden ser esas respuestas es también inquietante. ¿Habremos elegido sólo aquellas que nos agradaban, las que nos hacían sonreír, o también las que nos ponían frente al espejo?

Todo esto nos está llegando como un tsunami, despistados con otros problemas mucho más secundarios, como cuál es la última performance que se ha montado Milei, por ejemplo.

Y mientras, el futuro se hace urgente. Hay muchos usuarios, especialmente los que no están acostumbrados a manejarse con la tecnología, que no están preparados para que sea una máquina la que les responda al otro lado del teléfono. Estoy pensando en su madre, en la mía, que ya, a duras penas, se manejan con el teléfono, el WhatsApp y todo lo que eso conlleva, como para pedirles que sigan las instrucciones de almohadilla, asterisco, marque uno, para lograr llegar al final del laberinto de esa llamada. Y da igual que la voz sea la de la mismísima Scarlett Johansson.  

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