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En defensa de Héctor Bellerín

No creo ser sospechoso de no posicionarme. Básicamente, he dilapidado parte de mi carrera por hacerlo, he sido consciente de ello y lo sigo siendo. Lo asumo sin problema, no sé si me compensa pero sé que lo contrario es inviable. En cualquier caso, si me arrepintiera ya sería tarde, estoy marcado. Cero dramas con ello. Sé que me hubiera ido mejor estando callado, quizá incluso ya hubiera alcanzado mi ansiado objetivo de jubilarme anticipadamente, pero también sé que estoy mejor así.

Existe, eso sí, una extendida forma de extorsión moral, que a veces ejerce la turba en redes de manera voluntaria y otras, alentada por intereses que quieren que hables de lo que no quieres hablar para beneficiarlos a ellos, que te obliga a posicionarte. Y más todavía a las personas que lo solemos hacer, para conseguir eso que, como dice Manuel Burque, es el mayor placer de un izquierdista: cazar una contradicción de otro izquierdista. Se pone sobre tus hombros la obligación de que hables de todo, a sabiendas de que no quieres o no puedes. Porque si lo hiciste una vez o dos, ahora eres nuestro, de los que nos posicionamos, y debes alimentarnos.

En cualquier caso, voy a sacar la cara por Héctor Bellerín, como si le hiciera falta. Sus palabras sobre el Mundial de Catar [ ... ] le colocan como uno de los pocos jugadores con discurso y que se mojan por temas desde una perspectiva progresista

Ojalá mi mayor contradicción fuera no hablar de según qué temas por interés propio. Desgraciadamente, mis contradicciones son mucho mayores, igual que las tuyas, persona que me lees. Podría jugar perfectísimamente a ese juego y cazar esos temas en los que los demás, incluso los más beligerantes exigiendo posicionamientos, os acojonáis. No lo haré, me parece una dinámica tóxica, quizá la mayor con la que nos autocastigamos en la izquierda, y bastante tenemos con las que nos llegan desde la derecha. Seguiré lidiando con ello. Honestamente, como sé que estamos todos ahí, me siento menos solo. Pero yo lo asumo. Estoy seguro de que quienes señalan con el dedo no lo hacen.

En cualquier caso, voy a sacar la cara por Héctor Bellerín, como si le hiciera falta. Sus palabras sobre el Mundial de Catar, en línea con otras manifestaciones bastante valientes sobre otros temas, le colocan como uno de los pocos jugadores con discurso y que se mojan por temas desde una perspectiva progresista. Aunque insisto que ha habido halagos mayoritarios, he leído cosas como "si lo hubieran seleccionado, habría ido y se hubiera callado" o "a ver si es tan valiente cuando vaya a jugar con el Barça a Arabia Saudí". De nuevo, la exigencia al que se posiciona. ¿Saben quién no ha recibido ruido? El resto, los que no han dicho nada. Para Bellerín sería más cómodo ser un icono de moda, un gran futbolista y callarse la boca más allá de hablar de paz y amor. Y no lo hace. En un entorno muy desfavorable. Le aplaudiré cada declaración en este sentido, haga lo que haga en todo lo demás.

¿Saben por qué? Porque no quiero que se calle. Porque hace mucho bien. Porque ojalá hubiera más Bellerines. Y porque es tremendísimamente injusto dar más caña al que habla algo que al que no habla nada.

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