El Gobierno y los martes por la mañana

Hace casi dos años nos dijeron que nos teníamos que encerrar en casa durante 15 días. Desde entonces parece que no ha pasado nada y que ha pasado una vida a la vez, pero pensar que en poco más de tres meses se cumplirán nada menos que dos años de aquellos días inciertos en los que pensábamos que no era gran cosa y luego nos dimos cuenta de que era la cosa más grande que nos ha ocurrido como sociedad a muchos da vértigo. Mucho.

Es evidente que el ser humano, también el ser humano español, tiene una capacidad de adaptación sorprendente. Posiblemente si entonces hubiéramos sabido que dos años después íbamos a estar cancelando cenas de Nochebuena por esto hubiera habido suicidios colectivos, pero tampoco es mentira si decimos que hace justo un año, cuando comenzó la vacunación, no pensábamos que fuéramos a estar tan mal a día de hoy. En este tiempo hemos pasado de pensar que nos contagiaríamos si no lavábamos las naranjas que comprábamos a saber que las mascarillas en exterior no sirven para nada. De creer que nos encerraríamos unos días a que fueran unos meses. De tener por seguro que no habría vacunas en años a ponérnoslas en meses. De tener miedo a morir a pensar que las cuarentenas de 10 días son demasiado largas.

Hace tiempo que sé que la vida es el martes por la mañana y no el sábado por la noche. Porque el martes por la mañana es la rutina, es el día que sucede al anterior, es lo que la vida nos depara. Vivir es superar cada martes por la mañana de la mejor manera y con la gente adecuada. Sábados por la noche, tomados por las horas memorables en las que pasan las cosas interesantes, no suceden demasiado. De hecho, cada vez menos según vas envejeciendo. Hemos sobrevivido razonablemente cuerdos a esta pandemia porque hemos tenido mentalidad de martes por la mañana, de vivir sin esperar nada interesante de los días, de dar un paso después del otro, de disfrutar de la rutina.

El problema no es que esperemos sábados por la noche y no lleguen, es que nos están jodiendo los martes por la mañana. Cada día un poquito. Siempre a menos. Y ya cansa

Podemos asumir que no van a venir esos sábados por la noche, pero no que nos pisen los martes por la mañana. La salud mental, ese concepto del que todo el mundo habla pero que nadie toma en serio realmente, está tremendamente tocada entre los españoles. El problema no es que esperemos sábados por la noche y no lleguen, es que nos están jodiendo los martes por la mañana. Cada día un poquito. Siempre a menos. Y ya cansa.

Optar por una medida abiertamente inútil y que transmite tanta sensación de culpa en el ciudadano como volver a las mascarillas en exteriores, algo que nos afecta a todos, lo hayamos hecho bien o mal, salgamos más o menos, cuidemos de los demás o nos la sude el de al lado, es una patada en la boca de todos los españoles. No por el esfuerzo que supone, no. Porque al final te la pones. Otra vez. Porque los martes por la mañana haces lo que sea. Pero que te señala a ti: el que tienes que cambiar lo que haces eres tú, y tú eres cualquier persona que pisa la calle, porque a todos nos han vuelto a poner la mascarilla.

Son casi dos años de martes por la mañana. Casi dos años de pisotearnos la salud mental un poquito más cada día. No sería grave si acabáramos de empezar. Aceptamos encerrarnos, aceptamos no tener vacunas, tenerlas, no salir, salir, no ver a la familia, verla con miedo. Lo aceptamos todo. Pero no se puede decir que uno respeta la salud mental de sus ciudadanos cuando, casi dos años después, los que tienen que cambiar lo que hacen son todas las personas sin excepción. Es torpe, desconsiderado e insultante. Porque sí, nos pondremos la mascarilla sin nadie alrededor porque lo dice el Gobierno, porque efectivamente no cuesta tanto, pero ya sabemos que la culpa de lo que pasa es nuestra. Una vez más. Como si ya no existieran los sábados por la noche.

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