Un ministro como las maracas de Machín

El diario La Razón publicó una columna del exministro del Interior Jorge Fernández Díaz en relación a Halloween. Es de todos sabida la hiperreligiosidad de esta persona, hacemos chanza con que afirmara que tiene un ángel de la guarda llamado Marcelo que le ayudaba a aparcar o con que asegurara que vio la luz de dios de manera definitiva en Las Vegas, pero el nivel de esperpento del sujeto creo que ha tocado techo con este texto. Transcribo dos párrafos:

  • "Es una grave y terrible realidad que al socaire de esta fiesta se celebren misas negras, se efectúen profanaciones de sagrarios –por parte de quienes sí creen en la presencia real de dios en la eucaristía–, sacrificios de animales e incluso de niños ofrecidos a los demonios que, al igual que las meigas, «haberlos haylos»".
  • "La inocencia de los niños –con la ignorancia de sus mayores– con sus disfraces de demonios, calabazas iluminadas y todo el ritual que le acompaña, es ocasión propicia para que esos «espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas», tengan en Halloween una ocasión propicia para sus maléficas conjuras. Testimonios de los exorcistas verifican esta oscura realidad que coexiste en una celebración que los cristianos dedican a todos los santos y a sus queridos difuntos, mientras «la mona de dios» –Satanás– la apropia para sus terribles fines".

Alguien que haga estas afirmaciones podemos concluir que no tiene una capacidad muy nítida de percibir la realidad o, dicho de otra manera, que está como las mismísimas maracas de Machín.

No seré yo quien diga que personas con una visión tan estrambótica de la realidad tengan que estar inhabilitados para la vida pública, ni negaré las cualidades intelectuales y profesionales que seguro tiene Fernández Díaz, pero su figura sí que puede llevarnos a una reflexión. Hablamos de una persona que afirma que hay sacrificios de niños en Halloween y que si vistes a tu chiquillo de Drácula el 31 de octubre estás poniendo una alfombra roja a que el Demonio haga el mal. Yo a esta persona no le dejaría ni la llave de mi casa para que me regara las plantas, la verdad, pero también es cierto que convivo con gente con creencias estrambóticas, como que el Rayo Vallecano va a jugar la Champions el año que viene.

Pero lo que marca la diferencia entre alguien con pensamientos excéntricos y una persona peligrosa es de dónde vienen estos razonamientos, que en el caso de Fernández Díaz provienen del fanatismo religioso. Él cree que dios está de su lado y que la suya es una cruzada divina. De esta manera ejerció su cargo como ministro del Interior y por esta creencia, la de estar combatiendo el mal, supongo que montó una policía patriótica para acabar con el demonio podemita. Lo grave de la situación es que una persona con todas las tuercas en su sitio, como es Mariano Rajoy, lo pusiera en el cargo para que ejerciera con iluminada determinación una labor política no sé si compatible con el imperio de la ley. Rajoy sabía a quién ponía: a un hombre capaz de todo porque se considera a sí mismo la espada del altísimo.

Lo que marca la diferencia entre alguien con pensamientos excéntricos y una persona peligrosa es de dónde vienen estos razonamientos, que en el caso de Fernández Díaz provienen del fanatismo religioso.

Dicho esto, y viendo como hemos visto el fanatismo evangelista en las elecciones brasileñas, conviene ahondar todo lo posible en la laicidad de cualquier cosa que huela a público y a Estado por el bien de la razón y, posiblemente, de la vida. Estamos viendo a líderes ultraderechistas de todo el planeta echarse en manos de diferentes cultos para vestir de un manto de infalibilidad sus ideas ultrarreaccionarias. Vengo de una familia religiosa y jamás voy a decir que la fe e incluso la Iglesia, que tanto bien ha hecho en mi barrio, son mis enemigos. Pero sí lo son, míos y de todo lo que está bien, el fanatismo y la sinrazón. Que deben tener toda la libertad de existir y expresarse (aunque si yo hubiera sido el director de La Razón no hubiera publicado la opinión de un señor que dice que el 31 de octubre se sacrifican niños), pero deben estar lejos del Estado y del poder. No solo por el bien de los que nos consideramos sus enemigos ideológicos: sino por el de todos y todas. 

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