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Los que ya lo sabían

Cuando ocurre una desgracia, la que sea, en la que se pueden atar muchos cabos a toro pasado, aparece una estirpe de opinadores, profesionales o amateurs, que afirman que ya se veía venir, que ellos ya lo intuían, que cómo el mundo lo dejó pasar. Ellos no escribieron nada entonces, ni siquiera los que tienen tribuna para influir, pero no pierden la opción de marcarse el tanto de que eso se sabía que iba a pasar. No sé si son muy conscientes de que la gente tiene familia, a lo mejor familia que no vio venir esa desgracia, y que lo único que hacen con esa actitud es hacer sentir peor a esa familia, que ve cómo centenares de anónimos y no tan anónimos ya lo veían venir y ellos, no. Puede que esto ocurra o puede que no, y que efectivamente los que estaban cerca también lo veían venir, pero a los que lo veían venir les da igual esto, tampoco lo piensan mucho, porque de lo que se trata es de decir, siempre a toro pasado y siempre después de no haber abierto la boca antes del suceso, que ellos ya lo sabían y que qué vergüenza todos menos ellos. Que sirva este párrafo para que le den una vuelta y para que, al menos, la próxima vez se esperen unos días o incluso semanas para opinar, que tampoco pasa nada y a lo mejor la familia lo agradece. O no, que yo no sé si tengo razón.

Escribir en una columna de opinión contra la opinión sería una especie de oxímoron opinativo que no viene a cuento, pero, como persona que también opina sin saber (que para eso soy español) sí que reclamaría a todo el mundo esperar para opinar. Las cosas que decimos tienen un sentido tremendamente diferente si lo hacemos en un momento o en otro. Por ejemplo: lanzar condolencias por Maradona el día contra la violencia de género, por mucho que coincida con la fecha de su muerte, tiene una connotación muy distinta que si las expresamos cualquier otro día. No sé si hay necesidad de opinar de todo, que quizá sí, pero seguro que no hay necesidad de opinar ya. Eso es segurísimo que no hace falta. Por mucho que perdamos el momentum en las redes, por mucho que dejemos de conquistar los likes del calentón, las opiniones vertidas en caliente y sin contexto pueden hacer un daño innecesario. Lo digo desde la experiencia personal, porque yo lo he hecho.

Yo puedo aceptar que se me critique por lo que hago, pero cuando se me insulta por lo que soy, cuando se me insulta como persona, se traspasa una línea en la que se puede hacer muchísimo daño a alguien.

Posiblemente los que ya lo sabían, los que culpan a los demás de lo que pasó a pesar de que entonces no dijeron nada, no sacarán nada en claro de esta columna. Están en este mundo para sacar ventaja. Pero todos, en un momento u otro, de una manera o de otra, en lo privado, en lo público o en las redes, hemos juzgado sin contexto y hemos hecho daño. Yo lo he hecho y, desgraciadamente, lo haré. No se trata de protegernos de la crítica a quienes estamos expuestos públicamente, no va de eso esta columna. Pero sí de pedir que, cuando hay una situación traumática, tremenda, esperemos unos días antes de soltarla. Esta sería mi petición. Ahí lo dejo.

Y luego, ya que estoy, me gustaría marcar la línea tan fina que hay entre la crítica a una persona y la crítica de una persona. Yo puedo aceptar que se me critique por lo que hago, pero cuando se me insulta por lo que soy, cuando se me insulta como persona, se traspasa una línea en la que se puede hacer muchísimo daño a alguien. Tenga o no tenga problemas de salud mental. Se supiera o no se supiera que eso iba a acabar mal. Lleve dos días o 20 años expuesto públicamente. Porque incluso cuando se participa en programas de telerrealidad, casi todo lo que ocurre en televisión es una representación. Saber que lo que se ve no suele ser verdad, sino personas haciendo un trabajo, quizá también haría que criticáramos con otro tono.

Con los años he aprendido que la exposición pública es una maldición. Si pudiera quitar algo de mi trabajo, sería ser conocido. Te hace modificar tantos automatismos en tu vida que no merece la pena. Yo lo acepto por dinero, única y exclusivamente. Es una decisión consciente y meditada. Me compensan los beneficios, pero eso no quiere decir que sea algo deseable.

En cualquier caso, pensar que quien está ahí expuesto es una persona con familia, amigos, hijos y afectos nos cambiaría la manera de expresarnos. Al menos la virulencia. Sé que esto no servirá a los que ya lo sabían, porque ellos no suelen hacer nada mal, pero puede ayudar. Ya que una columna de opinión no suele ser más que un ejercicio de onanismo pagado que no lleva a ninguna parte, que esta al menos nos sirva para darle una vueltecilla. Pero sí, yo no sabía esto que escribo de siempre. Lo aprendí. Solo sé que fui de los que ya lo sabían y odio haberlo sido.

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