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Excusas de Año Nuevo

El año pasado, los esmerados redactores de esta columna quisimos ofrecer a nuestros lectores una ristra de emocionantes propósitos de Año Nuevo. Aún puede consultarse y el mecanismo es bien sencillo: cierre los ojos, agite la mano en el aire y deje caer velozmente el dedo contra el folio o la pantalla. Voilà, su vida ya tiene sentido. En esta ocasión y tras farragosas deliberaciones, el Comité de Ocio y Tiempo Libre de esta sección aspavientil (o aspavientosa) ha resuelto ofrecer una lista igualmente nutrida de excusas (todas ellas prudentes y razonables) con la que nuestros lectores puedan disculpar la molicie y la enclenque fuerza de voluntad que los caracteriza.

Así, cuando algún impertinente le pregunte, allá por mayo, qué tal van esos progresos con el inglés, usted podrá salir del paso mirando este articulillo de reojo (para mayor eficacia, conviene llevarlo en la cartera, junto a la estampita de la virgen del Carmen) y responder que Mercurio ha estado de un retrógrado imposible, que la crisis inmobiliaria en china se ha agravado y así no hay quien se concentre o que ya no se hace música como antes (siendo antes, por ejemplo, el siglo XII).

Uno puede dejar el gimnasio por perder la fe en el progreso como el motor de la historia, por atragantarse con El mundo como voluntad y representación, por el hallazgo inesperado de un forúnculo o por el inminente agotamiento del tarro de mostaza buena. También, porque un familiar cercano haya salido del armario del arrianismo o en solidaridad con los proletarios del mundo. En mi humildísima circunstancia, calculo que para abril lamentaré no haberme puesto a dieta en febrero, pero me tranquilizará comprender que no pude entregarme al déficit calórico estando como están las cosas en Argentina. ¿Abrir por fin esas cajas de hace dos mudanzas? Imposible: se interpuso la volatilidad del Bitcoin, la inexplicable popularidad de la pizza con piña, la crisis del teatro, los últimos problemones de la izquierda, lo que sea que haya dicho el Santo Padre o el espeluznante encarecimiento de los cruasanes.

¿Abandonaste tu plan de madrugones y carreritas a las cinco de la mañana antes de empezar? ¡No te preocupes! Culpa de la inflación, el desajuste giratorio del planeta, el auge de la ultraderecha o las engañifas de la filosofía posmoderna

¿Abandonaste tu plan de madrugones y carreritas a las cinco de la mañana antes de empezar? ¡No te preocupes! Culpa de la inflación, el desajuste giratorio del planeta, la confusión doctrinal en la iglesia posconciliar, el auge de la ultraderecha, las engañifas de la filosofía posmoderna, la misteriosa desaparición del campeón mundial de ajedrez o la abominable supervivencia de esos lugares en que sirven la ensaladilla con el sacabolas de los helados.

¿Dejaste de ir a la autoescuela? Ecoansiedad, aluminosis o ictericia. ¿Otra semana más sin desmontar el tendedero? La crisis del nominalismo, la infiltración masónica, una contractura o incertidumbres hortofrutícolas. ¿El bote de las pilas usadas rebosa y amenaza tu vida? Ya encontrarás un rato para reciclarlas cuando no te distraiga la migración de las mariposas monarca, las desventuras de los pretendientes carlistas al trono de España y Francia, el alucinante retorno de las pashminas, la carestía de papel para la imprenta o la lucha fratricida entre los verduleros del barrio.

¿Qué propósito sobrevivirá a los agitados tiempos de la vida moderna? Agarra mi mano, amadísimo lector, y descarga sobre el espíritu de nuestra época tu determinación blandurria e impotente. Feliz dos mil veinticuatro.

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