Los resultados de cualquier cita electoral sólo pueden medirse, si nos atenemos a las reglas del juego democrático, por las consecuencias para la gobernabilidad y el dibujo de poder en la oposición. Tendemos los analistas a interpretar –incluso en la misma noche electoral– los porqués de cada dato obtenido por cada partido. Para eso conviene esperar a los estudios postelectorales, siempre los más interesantes a la hora de percibir causas de fondo y tendencias. Me arriesgo a un enunciado resumen de lo ocurrido este domingo en Extremadura: Guardiola ha hecho un pan como unas hostias (así decimos en las tierras de campos), el batacazo del PSOE es aún mayor de lo ya descontado y el subidón de Vox y también el de Unidas por Extremadura cumplen las expectativas.
Unos breves apuntes a vuela-dato.
1.- Guardiola anticipó estas elecciones para alejarse de Vox con una mayoría más contundente y queda desde hoy a las órdenes de lo que a Santiago Abascal y a su delegado extremeño se les antoje. Para este viaje no hacían falta insultos ni ridículas denuncias de falsos pucherazos. El PP no solo no ha alcanzado el único objetivo de este adelanto sino exactamente el contrario: tendrá menos poder que ayer.
2.- El batacazo de la candidatura socialista de Miguel Ángel Gallardo es todavía más contundente del que se venía pronosticando en la mayoría de encuestas, aunque no alejado de los últimos tracking internos del partido. Por supuesto que venía tocado por el hecho de estar imputado en el caso del hermano de Pedro Sánchez, pero le convendría a su partido analizar si Gallardo no era mal candidato ya antes de conocer siquiera a David Sánchez. Serán, como decíamos, los estudios postelectorales los que aclararán qué ha pesado más en la elevada desmovilización del voto socialista, si ese caso de presunto nepotismo o –pongo por ejemplo– la despoblación incontenible, el tren que nunca llega u otros motivos que abundan en la irritación en las filas del partido gobernante en el Estado.
3.- Le sobran razones a Vox para mostrarse eufórico. Ha pasado lo que veía venir cualquiera mínimamente informado, a excepción del equipo Guardiola-Feijóo-Tellado-Gamarra y cía, capaces de terminar hablando de nuevo de “pucherazo”, como si de un mal aprendiz trumpista se tratara. Santiago Abascal no solo hizo lo que suele, prometer soluciones tan fáciles como imposibles a problemas tan complejos como reales, sino que recorrió pueblo a pueblo pregonando la “buena nueva” donde otros apenas han pisado cuando debían.
El “calvario” acaba de empezar, pero para todos. Y quizás resulte también insoportable para demasiados electores que se refugian en la abstención cuando la democracia más los necesita
4.- La izquierda a la izquierda del PSOE ha obtenido un buen resultado: el acuerdo entre las candidaturas ligadas a Podemos y a Izquierda Unida permite a Unidas por Extremadura crecer, en proporción, tanto como Vox, lo cual demuestra por enésima vez que la unidad suma (cuanto menos ruido y menos sectarismos, más votos), que ese espacio sigue muy vivo si se acierta en su liderazgo y en su programa común. También que esas siglas no absorben todo el desencanto o hasta encabronamiento del electorado socialista. Yolanda Díaz, y cualquier nombre interesado en resetear el proyecto Sumar, no debería tardar mucho en tomar decisiones en ese camino.
5.- Se multiplican en minutos las lecciones a extraer a escala estatal, quizás sin tener en cuenta que cada comunidad autónoma tiene su propia dinámica, sus problemas concretos y sus debates particulares (a menudo ignorados desde la burbuja de la M-30 madrileña). Se inicia un ciclo electoral, sí, pero cada estación de este vaticinado “calvario” para las izquierdas es diferente. De momento, ese llamado “efecto bola de nieve” que sin disimulo busca Feijóo puede convertirse en una palanca multiplicadora del voto a Vox más que al PP. Esta ha sido la primera noche electoral en muchos años sin poder contar con la lucidez y los cálculos precisos de nuestro añorado Jaime Miquel (ver aquí); ya en primavera veía a Vox en el 18% de los votos y “galopando” hacia el 20%, y advertía que la estrategia de un PP alejado de las formaciones conservadoras demócratas europeas lo dejaría atado a Abascal y radicalizado hacia la extrema derecha. “Vienen los bárbaros”.
6.- Pedro Sánchez estaba emplazado en estos comicios como lo seguirá estando en los que vengan, en el caso extremeño con más motivo por el asunto del proceso contra su hermano. La debacle ha sido monumental y no cabe poner algodones, por más injusta que sea –y lo es– la campaña que desde sectores judiciales vienen sufriendo el presidente del Gobierno y su entorno. Quizás sea hora de examinar si la respuesta a esas campañas y a la guerra sucia político-mediática-judicial es la acertada, pero sin esquivar la realidad del profundo daño causado por escándalos como los de Ábalos-Koldo-Cerdán o el listado de acosadores sexuales del partido y la gestión de las denuncias. Debería el PSOE examinar sin miedo y con capacidad autocrítica qué propuestas y bajo qué liderazgos se van a presentar en las siguientes etapas de este ciclo electoral.
7.- Olvídense los melancólicos del bipartidismo. No existe ni resucitará, ni en Extremadura ni en el resto de España, porque la realidad política (también informativa) hoy es la que es, fraccionada y muy muy diversa, plurinacional si nos referimos a las llamadas “históricas”. Acostúmbrense a tableros políticos autonómicos y estatales con al menos cuatro jugadores. Eso sí, con dos bloques muy asentados y enfrentados.
Si nos ceñimos a los intereses de quienes votaban, las extremeñas y extremeños, este viaje electoral ha sido bastante absurdo: Guardiola ha fracasado y su íntimo adversario, Vox, ha triunfado. Si lo único que importa a Feijóo y la dirección del PP es seguir desgastando paso a paso a Pedro Sánchez y a su Gobierno de coalición, aun a costa de evidenciar su propia debilidad y creciente dependencia de la extrema derecha, entonces puede que en Génova se precipiten en la celebración. El “calvario” acaba de empezar, pero para todos. Y quizás resulte también insoportable para demasiados electores que se refugian en la abstención cuando la democracia más los necesita.
Los resultados de cualquier cita electoral sólo pueden medirse, si nos atenemos a las reglas del juego democrático, por las consecuencias para la gobernabilidad y el dibujo de poder en la oposición. Tendemos los analistas a interpretar –incluso en la misma noche electoral– los porqués de cada dato obtenido por cada partido. Para eso conviene esperar a los estudios postelectorales, siempre los más interesantes a la hora de percibir causas de fondo y tendencias. Me arriesgo a un enunciado resumen de lo ocurrido este domingo en Extremadura: Guardiola ha hecho un pan como unas hostias (así decimos en las tierras de campos), el batacazo del PSOE es aún mayor de lo ya descontado y el subidón de Vox y también el de Unidas por Extremadura cumplen las expectativas.