¿Cuántos votos cuesta una gran mentira? (O cuando Feijóo desnuda a Cebrián)

No es la única pregunta, pero sí una de las principales incógnitas que podrían resolver las urnas en Galicia el próximo domingo. ¿Cuántos votos resta a un partido político el descubrimiento de que miente a la ciudadanía, a su propio electorado, a su socio de gobierno… incluso a sí mismo? 

Nos acercamos a la fecha en que se cumplirá el veinte aniversario de los más graves atentados terroristas sufridos en España y en Europa. Y desgraciadamente el recuerdo del 11M, que debería ceñirse a un homenaje permanente a la memoria de las 192 víctimas y de los más de 1.800 heridos, sigue unido al de la gigantesca mentira urdida en las horas y días siguientes con el único objetivo de que un partido político, el PP, se mantuviera en el poder. Un equipo de dirigentes y asesores muy concreto, presidido por Aznar, se reunió en La Moncloa y decidió que si convencían a una mayoría de españoles de que la autoría era de ETA ganarían las elecciones, y si se sabía la verdad a la que apuntaban ya todos los indicios, es decir, que se trataba de un crimen yihadista, las podrían perder. 

Nunca sabremos si el PSOE de Zapatero habría ganado igualmente en las urnas aquel 14 de marzo de 2004. Andaba cerca en los últimos sondeos fiables, aunque la mayoría daba vencedor a Rajoy, heredero de Aznar por designación ‘digital’.

Salvando distancias siderales entre la situación de aquellos días de marzo y estos días de febrero, lo cierto es que acaba de ponerse al descubierto, por iniciativa propia, el gigantesco ejercicio de hipocresía desplegado por el Partido Popular desde su derrota electoral el pasado 23 de julio, o mejor dicho, desde que fue consciente de que en este país no basta con ser el más votado en las urnas sino que debe ser capaz de sumar una mayoría parlamentaria para gobernar. Cabe preguntarse si el PP ha asumido esa realidad del juego democrático desde aquel 14 de marzo de 2004. Ni el propio Aznar, ni Rajoy, ni sus sucesores, ni los autores de las teorías conspiranoicas sobre el 11M (desde Pedrojota a Jiménez Losantos pasando por un tal Del Pino y otros presuntos periodistas a cobro revertido) han rectificado ni pedido disculpas jamás. De hecho ahí siguen, predicando desde diferentes púlpitos e intentando condicionar los movimientos en el espacio de las derechas.

Lo ocurrido este último fin de semana es para reír por no llorar (o hacerse portugués, como mínimo). Una altísima fuente del Partido Popular (sospecho que el propio Feijóo, pero no se lo digan a nadie) invitó a comer el viernes en Lugo a periodistas de 16 medios distintos, y allí contó algunas cosillas sin mayor importancia: que el PP mantuvo contactos de alto nivel con Junts para intentar captar sus 7 votos para la investidura de Feijóo; que durante al menos 24 horas estudió la posibilidad de una amnistía; que estaría dispuesto a conceder indultos a Puigdemont y compañía si se dieran las condiciones adecuadas dentro de un “plan de reconciliación para Cataluña”; y que “será difícil” para los jueces probar que el expresident de la Generalitat cometió delitos de terrorismo (ver aquí).

La hoja de ruta de Feijóo es fruto de una falsedad consciente: ni consideran que la amnistía sea inmoral, ni la reconciliación para Cataluña es fruto de una necesidad de mantener el poder ni hay base para acusar de terrorismo a los dirigentes del 'procés'

No se merecía ninguno de los 16 colegas periodistas que, después de cumplir el pacto de no publicar nada de lo escuchado hasta la noche del sábado, ni desvelar en ningún momento el nombre de la fuente, apareciera el mismísimo Feijóo el domingo desmintiendo lo dicho, sin admitir preguntas y proclamando: “Dije y digo que no a ningún tipo de indulto y a cualquier amnistía”.

Es lícito elucubrar sobre los motivos que han llevado a la “alta dirección del PP” a lanzar este misil en mitad de la campaña de las elecciones gallegas y a hacerlo poco después de que Puigdemont lanzara públicamente la amenaza de que “todo se sabrá” en relación con las conversaciones habidas entre PP y Junts. Si se trata de una “voladura controlada” ante el conocimiento de, por ejemplo, alguna charla mantenida por Puigdemont con el político y novelista González Pons en presencia del imaginativo abogado Gonzalo Boye, la verdad es que cuesta entender en qué consistiría ese “control”. Porque si existieran y se divulgaran esas pruebas, la confesión previa de esa “alta dirección” del PP sólo daría plena credibilidad a las mismas.

Sinceramente, me pasa lo mismo que a muchos cargos del propio PP: no lo entiendo. Si es una estrategia, podría haberla fabricado el mayor enemigo de Alfonso Rueda ante la cita electoral del próximo domingo. Pero lo que pueda influir este dislate en las urnas de modo inmediato es una cuestión menor. Ha quedado al descubierto la línea de puntos que une los hitos del plan de Feijóo. Se trata de una falsedad consciente e intencionada. Ni considera que la amnistía sea inmoral ni hay base alguna para acusar de terrorismo a los dirigentes del procés. La reconciliación para Cataluña es, según él, simplemente fruto de una necesidad de acceder al poder.

Dicho de otra forma: los hechos importaban un rábano a la alta dirección del PP; el objetivo era deslegitimar por todos los medios al Gobierno de coalición y a sus socios de investidura.

Sabemos que la verdad no cotiza al alza desde hace demasiado tiempo, ni en la política ni en el periodismo, pero la honestidad sí. No se trata de presumir de ser la opción verdadera ni de poseer todas las virtudes capitales sino de que la ciudadanía perciba que alguien es sincero en lo que hace y en lo que dice, incluso cuando cambia de opinión, por convicción o por necesidad. Estos últimos días no sólo se ha confirmado que el PP ha construido una estrategia de oposición sobre la mentira, incluso a costa de atropellar la división de poderes y las principales instituciones democráticas (desde el Congreso al TC pasando por el Poder Judicial) sino que además Feijóo no ostenta el suficiente liderazgo para mantener un cambio de rumbo. Amaga con un ataque de sinceridad, pero a las pocas horas se ve obligado a desmentir ¡a 16 medios! y lanza a sus portavoces a acusar de “manipulación” al Gobierno. Todo se ha sacado de contexto. El manual de instrucciones del mentiroso.

P.D. Ha sido una coincidencia desafortunada… para Juan Luis Cebrián (ver aquí). Se ha despachado este lunes con otra filípica (no hay segundas intenciones) dedicada a dos de sus obsesiones recurrentes: insultar a Pedro Sánchez y reivindicar como propia la intelectualidad verdadera, íntegra e independiente, la que posee las “claves de la razón práctica”, disidente del poder… siempre que el poder se niega a obedecer sus consignas o a pagar sus millonarias facturas. Da igual que se trate del 28M que del 23J o el 18F. Los Cebrianes y Savateres no utilizan sus púlpitos para advertir de los riesgos de esa ola regresiva y ultraliberal que amenaza la democracia en esta y otras latitudes. O para denunciar la peligrosa hipocresía de los Feijóos, ni siquiera cuando el propio Feijóo la pone en evidencia. Ellos están por encima de esas minucias. Lo que importa a los Cebrianes es el club de los amiguetes, sean políticos, filósofos, empresarios o (supuestos) periodistas. ¿El resto? Una panda de serviles ignorantes. Puestos a cerrar con citas filosóficas acerca de la prepotencia, uno prefiere la claridad de Quevedo: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”.

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