El Gobierno Vasco, en su rama PNV, ha decidido publicar la procedencia geográfica de los detenidos y los investigados por la Ertzaintza. No la nacionalidad, no, que se dice que ésta estigmatiza, sino solo la procedencia: básicamente, “magrebí, latinoamericana, europea, asiática o subsahariana”. Es la primera policía autonómica que decide hacerlo: a ver lo que tardan otras policías locales. La asociación ultraderechista de la Policía Nacional, JUPOL, ya está pidiendo que Marlaska también lo haga, posibilidad que el ministro de Interior ha despejado.
Los nacionalistas vascos sucumben, así lo ha afirmado explícitamente el consejero de Interior, a las presiones de Vox y del PP, que llevan solicitando ese dato desde hace años. Ya sea por los motivos alegados por la versión oficial –que se pretende plena transparencia para combatir precisamente los bulos de las derechas– o la versión más suspicaz –que el PNV quiere hacer un guiño a su electorado más miedoso y conservador–, lo cierto es que la Ertzaintza va a romper el consenso según el cual ofrecer la procedencia de los presuntos delincuentes no aporta nada a la lucha contra el crimen, sino más bien al incremento de la xenofobia. El hecho de que sea la ultraderecha racista quien más reclame el dato debería poner en alerta a quienes desean que España siga siendo un país (relativamente) tolerante y abierto.
Pero vayamos más allá. Desde hace décadas, y de manera muy intensa y violenta desde que en 2020 un grupo de policías estadounidenses asfixió a George Floyd dando vuelo al movimiento Black Lives Matter, se ha constatado el sesgo racista de la policía al ejercer su trabajo. Si esto sucede en Estados Unidos, que tiene policías estatales y federales muy diversos en su origen étnico y muy curtidos en lidiar con comunidades multiculturales, imaginemos España. El otro día vi aquí, en Madrid, un agente de policía nacional negro y casi me da un infarto…
Por supuesto, las estadísticas europeas van en la misma dirección que las americanas. Son las cifras que intuyen por su propia experiencia diaria los negros, los mulatos, los magrebíes, los rumanos, los gitanos, y en menor medida los latinos. Los sociólogos vienen explicándolo desde la universidad, desde las organizaciones contra el racismo y desde los Gobiernos decentes. En España, ser gitano, magrebí o negro eleva sobremanera la probabilidad de que la policía te detenga, te pida la documentación, te lleve a comisaría y te investigue. No hace falta recurrir a las verdaderas variables determinantes: la pobreza, la falta de formación, el desempleo… Basta lucir piel oscura para que la sociedad española, y sus agentes del orden, aumenten la sospecha.
No es porque esos agentes sean peores personas que los demás, no. Más bien es lo contrario: comparten con el resto de la humanidad –si acaso con mayor mesura por su formación y sus protocolos antirracismo– un sesgo inevitable y constatado desde antiguo: nuestro cerebro no es una máquina neutral y minuciosa, sino un cóctel de prejuicios.
Al viralizarse oficialmente la idea de que los magrebíes son violentos, los propios agentes buscarán más entre ellos e incrementarán así las cifras
La publicación de ese origen sigue un criterio arbitrario y engañoso, porque, a fin de cuentas, ¿qué es el Magreb?, ¿incluye Ceuta y Melilla?; ¿un venezolano rico de Donosti realmente es un “latino”?; ¿y un blanco sudafricano, no será subsahariano?; ¿usted y yo somos “caucásicos” o “hispanos” en la nomenclatura de Estados Unidos? Esa clasificación, o cualquier otra que refleje criterios étnicos, solo logrará reproducir en un círculo vicioso arquetipos y sesgos.
Ya la primera publicación agregada de cifras ha constatado que los detenidos por robo con fuerza son de desproporcionada mayoría magrebí. Tal cifra, reitero, está agrandada por el sesgo racial, pero, además, extiende el círculo nefasto del racismo y la desigualdad. Al viralizarse oficialmente la idea de que los magrebíes son violentos, los propios agentes buscarán más entre ellos, incrementarán las cifras, y así sucesivamente. Justo lo contrario de lo que necesitamos como sociedades solidarias y decentes.
Esta mala idea de publicar el origen de los detenidos en Euskadi me ha recordado al histórico presidente del PNV, el ex sacerdote Xabier Arzalluz, cuando se enorgullecía del RH negativo del viejo pueblo vasco, justificando así su nacionalismo. Damos por superados algunos debates, pero la historia reciente nos demuestra lo fácil que es dar pasos atrás en el camino del progreso humano.
El Gobierno Vasco, en su rama PNV, ha decidido publicar la procedencia geográfica de los detenidos y los investigados por la Ertzaintza. No la nacionalidad, no, que se dice que ésta estigmatiza, sino solo la procedencia: básicamente, “magrebí, latinoamericana, europea, asiática o subsahariana”. Es la primera policía autonómica que decide hacerlo: a ver lo que tardan otras policías locales. La asociación ultraderechista de la Policía Nacional, JUPOL, ya está pidiendo que Marlaska también lo haga, posibilidad que el ministro de Interior ha despejado.