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En Transición

Algunas encrucijadas que definirán la sociedad postcoronavirus

Mientras el día a día queda en suspenso, se están moviendo las estructuras que definirán el siguiente periodo. El día después, lo llaman algunos; la sociedad post-Covid19, otros. La esperanza va por barrios y probablemente por días. Los relatos que intentan explicar lo que está pasando y el día después se están elaborando ahora. Como siempre, con ideas, que son las que mueven el mundo, y que ahora saltan a la primera línea del frente. Me niego a ver esto como una guerra –aquí Yayo Herrero y Santiago Alba Rico explican los motivos–,y prefiero entenderlo como una gran crisis, quizá catástrofe, que puede convertirse en colapso en función de cómo se gestionen dos grandes desafíos: el científico–sanitario, y el de las ideas. Por eso dice Daniel Innerarity que "los momentos filosóficamente más interesantes suelen ser, por desgracia, trágicos para muchos".

El día después no está escrito pero las encuestas empiezan a indicar que cada hora que pasa la sociedad empieza a intuir que nada será cómo antes, y se muestra temerosa. Más, si cabe, de lo que lo era antes. Habrá un antes y un después que se está dibujando ahora. Para ir pensando cómo puede ser será imprescindible resolver unas cuantas encrucijadas que han emergido como paradojas en la compleja situación actual. Voy, sin ánimo de exhaustividad, con algunas de ellas.

La primera ha sido ampliamente señalada: en una de las muestras más claras y palpables de lo que es el mundo globalizado, la respuesta está llegando de mano de los Estados. Tanto en Europa como fuera de ella las instituciones supranacionales han sido incapaces de actuar de forma coordinada. El conjunto de Naciones Unidas, con toda su complejidad, carece de medios ni posibilidades de plantear políticas públicas, más allá de emitir recomendaciones. En el caso de Europa, el anuncio del Banco Central Europeo de lanzar un plan de emergencia de 750.000 millones ha ido acompañado de la reacción, tardía pero reacción al fin, de la Comisión. Su apuesta pasa por relajar normas fiscales llegando al fin a proponer la activación de la cláusula de escape, una acción coordinada en política de fronteras, compra conjunta de material médico y la puesta en marcha de coronabonos. Sin embargo, la decisión está en manos de los gobiernos y las resistencias que existen son muchas. El Eurogrupo no mueve ficha y cualquier europeísta contiene estos días la respiración consciente de que, si no es capaz de ofrecer una respuesta, la idea de Europa languidecerá y lo hará de forma dramática. Primera encrucijada, por tanto: ¿vuelta a las fronteras nacionales o reconstrucción de una globalización inteligente con una gobernanza lo más común posible?

La segunda apela a la forma de gestionar la crisis económica. Muchos gobiernos europeos, el español incluido, están apostando, con más o menos ambición, por políticas de protección social y apoyo a las empresas para que mantengan el empleo. Incluso Merkel, adalid del Pacto de Estabilidad de la UE y guerrera incansable contra el déficit público, ha declarado que adoptará las medidas necesarias y que "solo después veremos lo que suponen para nuestro déficit". Estos anuncios, oportunos e imprescindibles para el momento actual, difícilmente podrán quedarse allí. Entre otras cosas porque de este túnel no saldremos al mismo sitio por el que hemos entrado, sino a uno distinto que está por ver y que necesitará de políticas económicas radicalmente diferentes. Ahora que Occidente ha redescubierto la necesidad de lo público y la potencia de lo colectivo, no puede volver a dejarlo caer; pero para ello se necesitan algo más que estímulos puntuales. Sin embargo, todos los anunciados hasta el momento tienen una cosa en común: van a costa del erario público. Segunda encrucijada: ¿cómo hacer sostenible un estado del bienestar capaz de mantener lo público y lo colectivo sin reestructurar de arriba abajo sus políticas económicas y fiscales?

La siguiente paradoja hay que resolverla a muy corto plazo si se quiere evitar el desastre. Esta crisis ha puesto de manifiesto toda una serie de vulnerabilidades que hasta ahora han pasado de puntillas. Las medidas económicas anunciadas por el gobierno van dirigidas a empresas, a pymes, a propietarios hipotecados y en menor medida a autónomos. Pero nada se dice de qué hacer de los falsos autónomos cada vez más frecuentes, cuya decisión de trabajar o no no depende de ellos. No hay más que pensar en los trabajadores de las plataformas, de las empleadas de hogar o los gremios de la construcción que operan en la economía sumergida; o de esas mujeres que ejercen la prostitución y deben elegir entre la enfermedad o el hambre. Por otro lado, más allá del plano económico, existen también vulnerabilidades que operan en otro sentido. Si a todos nos resulta duro el confinamiento obligado, para las personas con problemas de salud mental puede ser letal y para las mujeres que conviven con su maltratador y para sus hijos, también. Tercera encrucijada: ¿cómo hacer compatibles las medidas económicas y de restricción de movimientos con la protección de estas vulnerabilidades?

Otra de las paradojas tiene que ver con cómo se estructura el espacio público. Las sociedades son espacios de comunicación, virtual o física a estos efectos da igual, en la red o fuera de ella, y en los momentos actuales las dos cosas a la vez, aunque nuestra socialización se esté trasladando más a la red, y probablemente lo haga más allá de la cuarentena. Paradójicamente, cuando más se está acudiendo a los medios de comunicación para obtener información –los consumos de televisión, radio y periódicos online se están disparando–, menores recursos tienen los medios para mantener un modelo de negocio que estaba ya en plena transición. Se dice que los ingresos en publicidad de los periódicos y radios estos días han descendido un 80%, algo creíble a la luz de la crisis que ya tenemos encima. Cuarta encrucijada: ahora que se ha comprobado que en las situaciones de alarma los medios de comunicación recuperan el protagonismo de articuladores del espacio público, vital para la democracia, ¿cómo resolver el problema de hacer de ellos un modelo de negocio viable que les permita seguir cumpliendo su función pública en una economía en estado de shock?shock

Espejismos autoritarios de ayer, hoy y mañana

Espejismos autoritarios de ayer, hoy y mañana

La siguiente paradoja que quiero señalar alude a una de las cuestiones de fondo, que no es otra que la sostenibilidad ambiental y su relación con el modelo económico y social. Las distintas soluciones que se están planteando ahondan en una recuperación de lo que existía antes de que el coronavirus estallara. Sabemos, sin embargo, que el modelo económico en el que esa sociedad se sostenía era claramente depredador de recursos naturales, que había conseguido no sólo alterar el clima, y con él toda la vida en la tierra, sino que había aniquilado buena parte de la biodiversidad con efectos demoledores, bastante relacionados con la emergencia del virus que hoy nos aterra. Lo explica magistralmente Fernando Valladares, divulgador y científico del CSIC en este artículo: "Con la simplificación a la que sometemos los ecosistemas, eliminando especies y reduciendo procesos ecológicos a su mínima expresión, estamos aumentando los riesgos para la salud humana a gran escala. Virus del Nilo, gripe aviar, fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, virus del Ébola, enfermedad por virus de Marburgo, fiebre de Lassa, coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), síndrome respiratorio agudo grave (SRAG), virus de Nipah, enfermedades asociadas al henipavirus, fiebre del Valle del Rift, virus de Zika y muchas enfermedades más son zoonosis que figuran en la lista de enfermedades prioritarias, establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2018. Esta lista de la OMS incluye una inquietante enfermedad X, una epidemia internacional muy importante debida a un patógeno todavía desconocido pero que sin duda aparecerá. Todo esto forma parte y es consecuencia del cambio global; es decir, de la injerencia voluntaria e involuntaria, directa e indirecta, del ser humano en los sistemas naturales del planeta". Habitualmente se ha señalado a la economía digital y de la innovación como alternativa para conseguir la sostenibilidad, pero hoy sabemos que esa economía está en manos de no más de media docena de compañías que conforman, como recuerda Esteban Hernández, la llamada "economía del contenedor" y a nadie escapa su proyección en la creación de una sociedad del control social como describe el pensador coreano Byung Chul - Han. Encrucijada de fondo, por tanto: ¿cómo repensar un modelo económico capaz de mantener la biodiversidad y la calidad de los ecosistemas lo suficiente como para proteger nuestras vidas, sin dejarlo en manos de los gigantes tecnológicos y sus mecanismos de control social?

Finalmente, otro debate de fondo que empieza a emerger con fuerza y que debe preocuparnos. Cada vez es más frecuente escuchar y leer comentarios que alaban la eficacia de los sistemas autoritarios a la hora de hacer frente a desafíos como éste, frente a las supuestas democracias lentas, ineficaces y dubitativas incapaces de actuar con mano firme. Lo resumía muy bien ayer Luis García Montero en su columna dominical en infoLibre: "Más que personas obedientes en una dictadura, me interesa la conciencia cívica de las sociedades democráticas, la defensa de las realizaciones personales como compromiso con las ilusiones colectivas". En efecto, la encrucijada es cómo crear redes que nos permitan fortalecer nuestra sociedad y hacerla más resiliente para afrontar este y otros desafíos, sin perder los valores que nos hacen reivindicarnos como sociedades democráticas. De lo contrario, no sólo habremos perdido miles de vidas humanas, sino también nuestra capacidad de vivir en libertad.

Acabo como empezaba: son tiempos filósofica, sociológica y políticamente muy interesantes, porque somos conscientes de que el mundo está cambiando de base. Lo que no está escrito es hacia dónde, y de ahí que el segundo frente de batalla, el ideológico, vaya a ser trascendental.

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