En Transición

El Gobierno de los monos

Cristina Monge

Dos politólogos británicos, Robert Geyer y Samir Rihani, lanzaron hace ya 10 años unas cuantas preguntas inquietantes para entender la capacidad de los sistemas inteligentes de funcionar por sí mismos más allá de quién los dirija. Uno de las interrogantes de aquel pequeño juego puede ayudar a entender lo que está pasando hoy: ¿Qué pasaría si los gobernadores del Banco de Inglaterra fueran sustituidos por una habitación llena de monos? Aunque de forma instintiva todos hablaríamos de caos y desastre de la economía británica, una reflexión más detenida llevaría a constatar que, en realidad, no nos gobiernan personas, sino sistemas, con sus correspondientes procesos, equilibrios, contrapesos, etc., por lo que el daño que pudieran hacer los monos quedaría limitado por los propios mecanismos correctores de los sistemas en cuestión. Innerarity lo explica en este artículo: Cómo sobrevivir a los malos gobernantes.

Si se atiende a lo que está pasando hoy en España con la gestión del covid-19, se podrá comprobar cómo, en efecto, gobiernos de comunidades autónomas de signo político diferente, con realidades territoriales dispares, pueden estar teniendo un grado relativamente similar de aciertos y desaciertos. Esto apoyaría la tesis de Geyer y Rihani: el éxito del gobierno no dependería tanto de las personas como del sistema que las precede, de forma que, por mal que lo puedan hacer, siempre hay inercias, dinámicas y mecanismos de control, alarma y ajuste que garantizan su funcionamiento.

Sin embargo hay excepciones a la regla, y una destaca sobre las demás por su relevancia en el conjunto del país. Estratégica en España por su importancia demográfica, económica, administrativa, política y por ser el nudo de comunicaciones central de una estructura radial, la situación de la Comunidad de Madrid afecta de forma especial a todo el país. En el fondo, Madrid se comporta más como una especie de Distrito Federal que como una Comunidad Autónoma. Seis meses después del inicio de la pandemia, los resultados de las PCR siguen llegando con mucho más retraso que en otras comunidades, el número de rastreadores es manifiestamente insuficiente, apenas se han reforzado la atención primaria, el sistema educativo, el transporte público y los servicios sociales básicos. Y cuando, finalmente, se han tomado cartas en el asunto ante la amenaza de un colapso inminente, se cierran parques y se mantienen abiertos bares y restaurantes.

Estos problemas de gestión son difícilmente imputables al desconocimiento propio de una pandemia como esta, que hace que sea hasta cierto punto normal ir a tientas probando soluciones. Tampoco se pueden atribuir a la sorpresa de las primeras semanas y la necesidad de reaccionar de un día para otro. Han pasado seis meses, y aunque siguen existiendo muchas dudas sobre qué hacer, hay medidas que están probadas y comprobadas por el conjunto de la comunidad científica: el rastreo rápido y eficaz, los resultados de las pruebas que permitan reaccionar cuanto antes, la atención primaria y la gestión de los entornos cerrados para evitar aglomeraciones.

¿Por qué, entonces, sigue siendo tan complicado tomar estas medidas en la Comunidad de Madrid, cuando en otras comunidades sí se está haciendo? Resulta muy perturbador escuchar de boca del propio Gobierno autonómico que disponen de la mitad de los rastreadores necesarios, y que tardarán al menos un mes en contar con ellos, o que no consiguen encontrar personal sanitario para contratar, según el propio Consejero de Sanidad, como se puede leer aquí.

#SíSinMujeres

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Los motivos de preocupación se multiplican si se tiene en cuenta que esta incapacidad de gestión opera en un contexto en el que el gobierno de la comunidad de Madrid, especialmente el Partido Popular y su presidenta Díaz Ayuso al frente, han intentado hacer de Madrid el ariete contra el gobierno de España. En lugar de haber pujado por convertirse en el territorio mejor gestionado, han pasado de negar la evidencia —fue la última comunidad autónoma en hacer obligatorio el uso de mascarillas y presionó todo lo que pudo para acelerar la desescalada sin los avales científicos necesarios, llegando a provocar la dimisión de la directora general de salud pública—, a culpar al gobierno de Sánchez de sus errores de gestión, llegando incluso a hablar de "ensañamiento" contra la Comunidad de Madrid, para pasar después a hacer una exhibición de victimismo diciendo haberse sentido abandonada.

Siguiendo el razonamiento de Geyer y Rihani, podríamos concluir que el sistema político-administrativo de la Comunidad de Madrid tiene enormes carencias estructurales que lo inhabilitan para gestionar una crisis como esta aunque tuviera a los mandos a las personas idóneas. Si se tienen en cuenta los estragos que los recortes en la sanidad pública madrileña han hecho en los últimos años, no sería de extrañar.

No obstante, considerando las diferencias que este caso muestra respecto a otras Comunidades, tanto en el plano político como en el de la gestión, se podría pensar que se trata de una excepción a la regla y, ¡esta vez sí!, quienes gobiernan se las han arreglado para descomponer incluso los automatismos que podían garantizar un cierto equilibrio y control. Que cada cuál elija cuál de las dos opciones le resulta más preocupante. Quizá sean las dos a la vez. En cualquier caso, sólo habrá una forma de saberlo: elegir otro gobierno que demuestre si el problema era el sistema o los gobernantes. Y a ser posible, que sea lo suficientemente rápido para que no cueste muchas vidas.

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