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En Transición

¿Irán los catalanes a votar en bici?

Conforme avanzan los días tengo cada vez más claro que el próximo 1 de octubre habrá una movilización contundente en Cataluña para acudir a depositar algo parecido a unas papeletas a algún sitio similar a un colegio, un centro cultural, una plaza o una playa. La manera en que el Gobierno del Partido Popular está abordando este asunto con imputaciones de alcaldes, registros de medios de comunicación e imprentas e intervención de las cuentas de la Generalitat –que no es exactamente aplicar el 155, pero se le parece bastante– está cargando de razones a los que defienden la convocatoria y sacando de dudas a los que no veían clara su legitimidad. Así las cosas, mientras permanezco ojiplática observando el devenir de los acontecimientos, he decidido imaginarme cómo puede ser ese día. ¿Cómo acudirán, catalanes y catalanas a votar?

La cuestión no es baladí, porque la forma en la que nos movemos representa el 40% de las emisiones de CO2 y es una de las principales causas de contaminación atmosférica en nuestras ciudades. Tanto, que la Organización Mundial de la Salud calculó que en el año 2014 se produjeron en el mundo 7.000.000 de muertes prematuras por contaminación del aire, 24.000 de ellas, en España.

En el plano económico, según dice Ecologistas en Acción en su informe Calidad del Aire 2016 haciéndose eco de datos del Banco Mundial, los costes sanitarios derivados de la contaminación atmosférica representan al menos 50.000 millones de dólares al año, lo que supone un 3,5% del PIB español.

A la contaminación atmosférica hay que añadir la del ruido. Según el informe Ruido y Salud en Barcelona, elaborado por el Observatorio de Salud y medio ambiente DKV-Ecodes en colaboración con GAES, el 40,25% de los barceloneses convive con niveles de ruido diurno superiores al umbral máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. El 80% de esta contaminación acústica, no por invisible menos peligrosa, tiene que ver nuevamente con el tráfico rodado, y afecta de forma importante en nuestra salud causando problemas de audición, incrementando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, insomnio, problemas psicológicos o un desarrollo cognitivo más lento en los más pequeños.

Con esta problemática de fondo,  se celebra estos días la Semana Europea de la Movilidad bajo el lema ¡Compartir te lleva más lejos!, en la que se quiere promover una movilidad más limpia, compartida e inteligente, que pasa por eliminar los vehículos diésel y desarrollar logísticas urbanas que permitan la intermodalidad. Es decir: poder llegar a cualquier sitio combinando diferentes formas de transporte público y, a poder ser, que estén movidas por energías limpias. Coincidiendo con esta convocatoria, el pasado miércoles, en el Congreso de Ciudades Amigas de la Infancia organizado por UNICEF Comité Español tuve la oportunidad de compartir mesa con Yayo Herrero, directora de Fuhem y con Frederic Ximeno, comisionado de sostenibilidad del Ayuntamiento de Barcelona. Este último detalló las acciones del Plan de Movilidad Urbana y del Pacto por la Movilidad de Barcelona, con más de 200 km de carril bici y con el avance que han supuesto las supermanzanas en este sentido. Acciones parecidas podemos encontrar en casi todas las ciudades, pero como concluimos todos en esa sala, en la que debatíamos cómo hacer ciudades habitables para todos y todas, los que estamos y las que vendrán, es necesario un replanteamiento estratégico de las ciudades donde se repiense quién tiene el espacio: si el coche privado conducido por personas entre 18 y 70 años con cierto poder adquisitivo y causante de buena parte de los problemas de movilidad y convivencia, o espacios de paseo, de bicis, de tranvías, de buses y de conexiones para todos y para todas, que deberán ser capaces de proporcionar al menos la misma, si no más calidad y comodidad para el conjunto de la ciudadanía.

Constatado el fracaso, sólo queda votar

Al igual que se hace cuando se analizan los resultados electorales -recuerdo que empezaba hablando del 1 de octubre–, resulta interesante echar un ojo a las diferencias de pensamiento y comportamiento dependiendo de la edad. Según una encuesta publicada por el Foro Económico Mundial, la primera preocupación de los millennials de todo el mundo es el cambio climático, aunque en España ese puesto lo ocupa... ¡¡¡la corrupción!!! A los niños y niñas no se les pregunta, pero aunque son los menos responsables de la contaminación y del cambio climático, son los que más sufren sus consecuencias, como se detalla en el informe El impacto del cambio climático en la infancia elaborado por Unicef Comité Español y Ecodes.

Ojalá llegue pronto el día en que la corrupción o la forma en que Cataluña se relaciona con España dejen de copar el podio de nuestras preocupaciones porque se hayan solucionado, y empecemos a tomarnos en serio que la forma como nos movemos tendrá que cambiar nuestra vida, porque de momento nos la está quitando.

Así que, amigas y amigos de todos los rincones de Cataluña, mientras pensáis si votáis o no, y si votáis o no, pensad también cómo acudís a hacerlo. Aunque al final, quizá votéis online, y nos ahorremos unas cuantas toneladas de CO2, que nunca viene mal.

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