En Transición

Otras políticas

Cinco lideresas reunidas en València para hablar sobre política con el lema “otras políticas” son garantía de éxito por lo que subyace en el encuentro: la voluntad compartida de reestructurar un espacio progresista en mitad de la legislatura.

¿Qué comparten? Como puede verse en estos artículos y en otras declaraciones que han ido haciendo, tienen en común una potente identidad feminista, una visión de pasado a futuro –“porque fueron somos, porque somos serán”-, la conciencia de que la crisis climática y las desigualdades son los temas clave del momento, que la ultraderecha es el enemigo a batir y que es necesario volver a buscar otras formas de hacer política.

¿En qué discrepan? De momento, que sepamos, ellas no hablan de discrepancias sino de diversidad. Ahora bien, sus organizaciones tienen algo más que dudas sobre la posibilidad de reencuentros y reconciliaciones entre quienes invirtieron años de juventud, ilusión y entusiasmo en demostrar que otra política es posible, y hoy han comprobado que no era tan sencillo. Si el proyecto prospera, será el tercer intento. ¿Qué otra cosa fueron Izquierda Unida y Podemos, cada cual en un contexto y un tiempo distintos? Hoy, además, carecen del momento impulsor y catalizador que fueron el 15M y las mareas; y su principal contrincante electoral, el PSOE, con quien compiten por una parte del electorado, no está hoy por hoy en horas bajas. Es más, sabe que el voto útil contra la ultraderecha le ayudará cuando comience la carrera electoral.

Si la pandemia remite, las movilizaciones avanzan

¿Qué retos tienen? Muchos. Además del fundamental, que es la posibilidad de que efectivamente ese reencuentro se pueda dar, hay cuatro que son clave para cualquier formación política. En primer lugar, construir organización y un modelo que pueda superar las contradicciones del pasado. Por otro lado, territorialidad. De las cinco mujeres reunidas en València, una tiene proyección nacional, tres despliegan su proyección en grandes ciudades –Barcelona, Madrid, València– y la quinta representa una apuesta por la pluralidad cultural y la inclusión. Las ciudades medias y mucho más el mundo rural, España vacía incluida, están muy lejos aún de estos espacios. El tercer reto es dar forma a un proyecto político que sea algo más que la suma de los colores tradicionales de ese ámbito –el rojo, el morado, el verde, el arcoiris…-, muchos de ellos en clara en disputa con el PSOE. El cuarto, y no por ello menos importante, consiste en acertar con el discurso. Si continúan hablando de “otras políticas” les van a recordar que todas ellas tienen altos grados de responsabilidad pública. ¿Van a ser el cambio, la alternativa, lo “otro”, quienes ostentan una vicepresidencia del gobierno, la alcaldía de Barcelona, el liderazgo de la oposición de la comunidad de Madrid y una voz autorizada de la política ceutí? Sin olvidar que en momentos de miedo e incertidumbre como los que vivimos las sociedades suelen ser reacias a los cambios y a los nuevos proyectos. El 15M consiguió catalizar el miedo y convertirlo en indignación, pero eso quedó muy lejos.

¿Qué evidencian? En primer lugar, su constatación de que el fenómeno Podemos ha dejado de cotizar al alza. Toca reinventarse, por tercera vez. Por otro lado, que los partidos, actores clave en nuestros sistemas políticos, tienen mucho camino por recorrer para encontrar estructuras y dinámicas de funcionamiento que respondan a los criterios de democracia interna, pluralismo, conexión con la sociedad, transparencia y participación. Podemos lo intentó con la creación de los “círculos” que emulaban las asambleas del 15M, pero enseguida se puso de manifiesto que la lógica institucional no es la de los movimientos sociales. Hay que seguir explorando.

Una consideración final (de momento): Las alabanzas de los entornos socialistas a esta posibilidad dejan ver el interés de Moncloa y Ferraz porque su izquierda concurra a las elecciones con una sola marca aglutinando voto con objeto de poder llegar a acuerdos que sumen mayorías, lo que supone reconocer que hay una parte del electorado progresista al que el PSOE sabe que tiene muy difícil llegar. Si en el análisis se incluye el factor generacional, más todavía. Llegado el caso, la campaña electoral respondería al “dilema del erizo”: suficientemente cerca para darse calor, pero suficientemente alejados para no pincharse unos a otros.

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