Todos tenemos miedo, señor HAL

Eric pasa por ser el primer androide hablador de la historia. Se presentó en Londres el 20 de septiembre de 1928 en la exhibición anual de la Society of Model Engineers, una cita obligada para las mentes visionarias del momento y, también, para los vendedores de crecepelo tecnológico. Cuando todos esperaban el discurso de inauguración del príncipe Albert, que había excusado amablemente su ausencia, apareció sobre el estrado el Eric hablando como si tal cosa mientras movía sus brazos de hojalata para dar la bienvenida a un auditorio en estado de shock. Pero lo más sorprendente fue cuando, acabado el acto, el robot se sometió a las preguntas de los periodistas. Y, cuentan las confusas crónicas del día después, pareció que aquel extraño artefacto daba respuestas. Y que hasta exhibía algún tipo de razonamiento socrático, pues se le escuchó varias veces un metálico “I don’t know”.

Detrás de este prodigio se escondía, qué casualidad, un periodista llamado William Richards, que transmitía por ondas de radio las palabras que salían de la boca del muñeco. Eric podía sentarse y levantarse torpemente, nada de caminar, pero lo que de verdad estremecía era escucharle cómo hablaba o parecía que lo hacía. Eric el robot, el hombre sin alma fue el nombre de la gira que realizó por EEUU acompañado de su mentor, que hizo de los androides parlantes una forma de ganarse la vida. Casi cien años después, ha aparecido en esta extraña semana de diciembre el último ingenio conversador, esta vez un bot de Inteligencia Artificial, el ChatGPT. Y ha dejado también atónito al auditorio. Este modelo de procesamiento del lenguaje humano es capaz de hacerte creer que estás hablando con alguien, no con algo. Y esta sensación es posible porque esta nueva atracción del circo Musk puede resolverte al instante los retos que le planteas, por muy absurdos que sean, o dar respuestas sesudas tanto a un profesor universitario como a un gilipollas.

Esta nueva atracción del circo Musk puede resolverte al instante los retos que le planteas, por muy absurdos que sean, o dar respuestas sesudas tanto a un profesor universitario como a un gilipollas

Assistant, la criatura agazapada al otro lado del teclado, te deja siempre claro que es una máquina. Como se trata de un chat, nos ahorramos la pesadilla de tener que oír la voz de un imitador de HAL 9000, ¿recuerdan?, el protagonista de 2001: una odisea del espacio. Su director, Stanley Kubrick, pensó en los 60 que la humanidad iba tan deprisa que con el cambio de milenio habría una computadora que podría mentirnos. O sentirse presa del pánico cuando sospechase que la íbamos a desconectar: “Tengo miedo, Dave, mi mente se va”. No es el caso de ChatGPT. No estamos ante un charlatán consciente. Por ahora se limita a procesar billones de datos y te facilita textos a medida aparentemente precisos. Sus habilidades han hecho saltar las alarmas no solo en Google o TikTok, también entre los profesionales que necesitan pensar, o fingen que piensan, y que hasta ahora se creían blindados ante el asedio de las máquinas. ¿Y el periodismo? ¿Hay riesgo de que los medios se llenen de contenidos sibilinamente elaborados por Inteligencia Artificial? ¿Assistant será nuestro Big Brother? “No tengo conciencia de mí mismo ni capacidad de pensar y razonar de manera autónoma”, me respondió este miércoles cuando le pregunté quién era. ¡Qué peligro! Con este bagaje llegará donde quiera en esta profesión.

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