Sobre ser ‘queer’, las siglas y los derechos de todas Marta Jaenes
Qué difícil lo tiene un 'indepe' (en Escocia)
La pregunta fue clara y precisa: ¿Debería Escocia ser un país independiente? Sí o no. Para aprobarse la propuesta en el referéndum pactado entre Londres y Edimburgo bastaba una mayoría simple. Escocia se convirtió en el modelo perfecto para todo independentista bien informado del planeta. ¿Qué podía salir mal en plena efervescencia secesionista y con los ojos de toda Europa encima? Todo. El no se impuso con el 55,3 % de los votos, frente al 44,7 % de los partidarios del sí. La participación fue del 85 %. El ministro principal de Escocia, el afable Alex Salmond, y su Partido Nacional Escocés (SNP) habían pilotado con éxito la escalada independentista hasta poner a Downing Street y su inquilino, David Cameron, contra las cuerdas. En la madrugada de aquel 18 de septiembre de 2014, los perdedores acogieron con serenidad democrática su, para ellos, inesperada derrota. Salmon tiró la toalla y dejó los mandos del país a su mano derecha, Nicola Sturgeon. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor para los herederos de William Wallace, el legendario noble independentista interpretado en Braveheart por Mel Gibson y animador del tan mítico como improbable mayor calvo de la historia a un ejército invasor.
Este lunes, el SNP presentó al que será nuevo ministro principal, John Swinney. Sus primeras palabras fueron marcar las prioridades del nuevo Gobierno: “La sanidad pública, la educación, los servicios sociales y la lucha contra el cambio climático”. ¿Y la independencia? Con el laborismo pisándoles los talones en las urnas y un nuevo partido de radical pedigrí indepe creado por el propio Alex Salmon, el SNP no está para esas cosas y apuesta por la economía y las políticas sociales. John Swinney sustituye a Humza Yousaf, que tuvo que dimitir hace nada tras perder el apoyo parlamentario por su decisión de echar a dos ministros verdes de su Ejecutivo. Alex Salmon se ofreció a sostenerle a cambio de reactivar un referéndum, esta vez por la vía unilateral. Yousaf, de origen pakistaní y musulmán, dijo que no. ¿Pero qué fue de Sturgeon? Arrasó en las urnas y se convirtió en un referente para Bruselas en medio del tsunami del Brexit. Pero en 2022 se vio envuelta en un caso de financiación ilegal de su partido que pondría fin a su carrera política. Durante su mandato, diez excolaboradoras de Salmon denunciaron a este por acoso sexual. Los tribunales le exoneraron por falta de pruebas, pero el exlíder del SNP culpó a su antigua discípula de ponerse al frente del linchamiento. Y, como venganza, creó su propio partido.
Carlos Carrizosa exhibió en el debate del lunes las imágenes de Carles Puigdemont y Antonio Machado. "Vean la diferencia entre un fugado y un exiliado", explotó. En Ciudadanos existe una obscena tradición consistente en toquetear el pasado. En un 8M, Albert Rivera intentó fichar para la causa ‘naranja’ a Clara Campoamor
Carlos Carrizosa, candidato de Ciudadanos, imita en los debates a Albert Rivera sacando todo tipo de cachivaches para entretener a la audiencia. En el de este lunes en laSexta, exhibió dos fotos de Carles Puigdemont y Antonio Machado. "Vean la diferencia entre un fugado y un exiliado", explotó. En este partido existe la obscena tradición de toquetear el pasado. Un 8M, por ejemplo, Albert Rivera intentó fichar para la causa naranja a Clara Campoamor por haber afirmado una vez eso de que era “liberal”. Esta vez la víctima fue el autor de Campos de Castilla. El culpable de que nos sepamos de memoria versos del gran poeta español es precisamente un catalán, Joan Manuel Serrat. “Profeta ni mártir quiso Antonio ser. / Y un poco de todo lo fue sin querer”, canta al autor cuya muerte en Colliure es el símbolo de lo que es ser un patriota, una persona que ama a su país y procura su bien. Porque todos parecen amar a su país, Salmon, Sturgeon, Yousaf, Cameron, Puigdemont e incluso Albert Rivera. Este domingo los catalanes decidirán en las urnas quién creen que quiere más a su país y qué relato de lo que ha pasado en la última década se creen. William Wallace acabó descuartizado en cachitos que el pérfido rey inglés ordenó repartir por toda Escocia. Allí empezaría todo. Para que luego hablen del juez García Castellón.
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