Gente corriente... y gentuza

Cada mañana, la gente corriente se despierta con dos alarmas, la del despertador y la de las preocupaciones. Quizás te ha dado un valor alto en una analítica y hay que hacer una biopsia o ha habido cambio de criterio en el proyecto del que formabas parte y ya no van a contar contigo. Puede que la última ecografía haya revelado una cardiopatía congénita y cuando nazca tu bebé tengan que operarlo a corazón abierto. Tal vez, te han despedido, después de darlo todo en el curro y hoy te ves en la calle con tu alquiler o con tu hipoteca. Es posible que tu amiga haya vuelto a sufrir malos tratos de su pareja o que el Alzheimer haya comenzado a ocupar la cabeza de tu madre… Pones la radio, hablan de unos presuntos sinvergüenzas que se han llevado mordidas y comisiones, no has tomado el primer café y ya tienes ganas de vomitar.

Pones la radio, hablan de unos presuntos sinvergüenzas que se han llevado mordidas y comisiones, no has tomado el primer café y ya tienes ganas de vomitar

A lo largo de la Historia, la corrupción ha caminado de la mano de la Humanidad, pegadita a nosotros, como el sudor. Y, sin embargo, no perdemos la cándida capacidad de sorpresa. Con cada nueva aparición de esta cabrona, volvemos a abrir los ojos, de par en par, ante el cinismo con el que se las apaña para habitar tranquilamente entre nosotros, sin el menor atisbo de mala conciencia.

Claro, es que la gentuza no piensa en la gente corriente, no se sabe si porque nunca fueron gente, o si es que con el poder y el dinero, tan cerca y tan fácil, se implantaron el sufijo y perdieron de golpe la raíz.

A la gente corriente se le agotan los calificativos, no existen suficientes exabruptos en la lengua de Cervantes para el desahogo, para conjurar la indignación. Es enorme la impotencia y profundo el asco, porque la mierda siempre huele mal, sea de un bebé o de un caballo y mucho más intenso el hedor cuanto más cerca está. Cada vez que un caso grave de corrupción sale a la luz, no muere un gatito, lo que muere es la confianza, muere la esperanza, mueren las ganas. Y gane quien gane la pasta que todo lo corrompe, siempre pierden los mismos, siempre pierde la gente corriente.

Cada mañana, la gente corriente se despierta con dos alarmas, la del despertador y la de las preocupaciones. Quizás te ha dado un valor alto en una analítica y hay que hacer una biopsia o ha habido cambio de criterio en el proyecto del que formabas parte y ya no van a contar contigo. Puede que la última ecografía haya revelado una cardiopatía congénita y cuando nazca tu bebé tengan que operarlo a corazón abierto. Tal vez, te han despedido, después de darlo todo en el curro y hoy te ves en la calle con tu alquiler o con tu hipoteca. Es posible que tu amiga haya vuelto a sufrir malos tratos de su pareja o que el Alzheimer haya comenzado a ocupar la cabeza de tu madre… Pones la radio, hablan de unos presuntos sinvergüenzas que se han llevado mordidas y comisiones, no has tomado el primer café y ya tienes ganas de vomitar.

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