... Marisa y Paredes

El año pasado, cuando Marisa Paredes salió a recoger en el Ateneo su premio infoLibre 2023 a la trayectoria, habló de la realidad con esa firmeza suya, sin achicarse. Con claridad deslumbrante gritó contra la guerra y defendió todo aquello en lo que creía, pero también se detuvo a recordar las calles que pisó de niña. Muy cerca de donde nos encontrábamos, en la Plaza de Santa Ana, estaba la casa en la que ella creció. Y entonces asomó la ternura.

En ese instante, Paredes, la actriz a la que tantos admiramos, la adulta activista, valiente y peleona, dejó que tomara la palabra Marisa, la niña de familia humilde que no entendía por qué no podía tener la Mariquita Pérez que tenían otras niñas…. Con el tiempo, ella, que no partía con muchas posibilidades de tomar el ascensor social para subir a la siguiente altura, se pasó de piso y llegó a ser estrella. Ver a la mujer y a la niña, juntas en aquel escenario, es una secuencia imborrable.

Ella, que no partía con muchas posibilidades de tomar el ascensor social para subir a la siguiente altura, se pasó de piso y llegó a ser estrella

Los seres humanos nunca sabemos con certeza hacia dónde vamos y sobre todo, ignoramos cuán lejos podremos llegar. Sin embargo, todos sabemos de dónde venimos, aunque siempre haya quien juega a olvidarlo… Nuestro origen es la cimentación sobre la que se construye lo que somos.

En La flor de mi secreto de Almodóvar, Leo, el personaje atormentado que borda Paredes, vuelve al pueblo absolutamente perdido “como vaca sin cencerro”, dice su madre, la grandísima Lampreave. Es un huir que, en realidad, es un volver para reencontrarse, para rescatar los cimientos cuando la vida se tambalea y pierdes el suelo. De esas idas y vueltas sabemos casi todos…

La casa emocional en la que nos refugiamos cuando perdemos el cencerro suele estar construida con pilares de amor y vigas de amistad, pero también son necesarios otros materiales que nos dan calor: nuestra música, nuestros libros, nuestra comida rica, nuestras películas… Marisa y Paredes se quedan para siempre en mi casa, se queda la niña que no pudo tener a Mariquita Pérez y se queda la mujer que en el cine tuvo la fortuna de jugar con todas las muñecas y transformarlas en personajes que nos atraviesan el corazón.     

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