Pedro Sánchez, un 'killer' sentimental

El desempleo en España se ha situado por debajo de los 2,5 millones. La última vez que el país rondó esta cifra se remonta a 2008, el año en que la economía mundial hizo crack, Leman Brothersa se desplomaba y la aseguradora AIG era demasiado grande como para dejarla caer. Ese año, el año en que perdimos la inocencia, el optimismo de José Luis Rodríguez Zapatero iluminaba el espejismo de una economía saneada en España, desconectada de la siguiente edad del hielo, ignorante del desplome que sufriría poco tiempo después. Diez años mas tarde, muchos hombres de negro después, Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno. Se cumplen estos días siete desde que triunfase la primera moción de censura de la historia de la democracia española. Y ahora conviene hacer un repaso a un presidente que cumple la máxima de Hesiodo: carácter es destino. 

A lo largo de estos siete años, Pedro Sánchez ha demostrado poseer una audacia y un sentido del poder innatos. Hay políticos que eclosionan y después se estancan como Felipe González o como Alberto Núñez Feijóo y hay otros que crecen, racionales y a la par impulsivos, moviéndose entre el triunfo o el nihilismo como José María Aznar. Sánchez comprendió enseguida la gramática del poder, casi de manera inconsciente. No tiene ideas grandiosas, pero sí un don para observar los espacios de juego, las debilidades y limitaciones de los demás, en su partido, en el Congreso, en la UE. Se lleva bien con un mundo de verdades amargas y opciones todavía peores: una pandemia, una guerra, un volcán. 

En estos siete años, Sánchez comprendió la patética debilidad del PP junto a la emergente plurinacionalidad y también, conviene tenerlo en cuenta, la incoherencia de los partidos nacionalistas. En cuanto a Yolanda Díaz y Sumar, se percató rápidamente de su trágica circunstancia: a pesar del entusiasmo soft de Magariños, alimentado por el odio y la deslealtad a Pablo Iglesias, el Presidente no necesitó mucho tiempo para advertir que la ministra de Trabajo carece de los medios políticos necesarios para volver a ocupar el espacio que obtuvo el líder de Podemos, un comunista que conquistó la cota de los 69 escaños en la Corte de los Leones. Sumar nació sin rock and roll y hoy Compromís se aleja de ellos.

La audacia de Sánchez se ha combinado con un sentido práctico y sin remordimientos, la verdadera firma de un príncipe al estilo de Maquiavelo

La audacia de Sánchez se ha combinado con un sentido práctico y sin remordimientos, la verdadera firma de un príncipe al estilo de Maquiavelo. Esa es la esencia que se sustancia en la Ley de Amnistía, en los cinco días de abril, en el apagón del mes pasado y su pulso con las eléctricas. Todo esto ha convertido a Sánchez en un killer sentimental, un hombre opaco (lleva un mes sin dar una rueda de prensa), razón por la cual la fachosfera lo ha tratado desde que ganó la moción de censura como una realidad inevitable, misteriosa, imbatible.

Y lo cierto es que Sánchez crece. 128 diputados. Lo que hay a su izquierda, simplemente, se desploma. Esa es una de las conclusiones que podemos extraer de la última encuesta publicada por Ipsos para el diario La Vanguardia. El PSOE aspira a alcanzar el 35% de los votos cuando se celebren las próximas elecciones generales. Aún le queda un trecho importante que recorrer. El Secretario General del PSOE necesita diez escaños más. Por el momento, apunten el super domingo de mayo de 2027, coincidiendo con las próximas autonómicas y locales. 

La economía española va como un tiro y el PP no está en condiciones de ofrecer una moción de censura. ¿Tiene Pedro Sánchez alguna posibilidad de obtener el 35% de los votos? Nada es imposible. El Tribunal Constitucional otorgará carta de naturaleza a la Ley de Amnistía dentro de unas semanas. En julio pueden pasar cosas, incluso la aprobación de unos Presupuestos Generales. Ni el asedio judicial ni el combate mediático, donde el PSOE muestra todas sus debilidades y flaquezas, han logrado que Sánchez deje de ser el líder mejor valorado en las encuestas. Su distancia del PP se recorta a cuatro puntos. 

Adenda

En julio pasarán muchas cosas. El congreso del PP donde Alberto Núñez Feijóo volverá a ser proclamado presidente puede acabar convertido también en su tumba. El verdadero adversario de Sánchez, José María Aznar, ansía refundar la derecha española. Busca la unidad. La puede conseguir. Sabe que el PP hoy no podría presentar un gobierno con ministros de la bancada del grupo parlamentario de Abascal. Y lo que es peor, sabe que tampoco los puede encontrar en la bancada de Núñez Feijóo. 

El desempleo en España se ha situado por debajo de los 2,5 millones. La última vez que el país rondó esta cifra se remonta a 2008, el año en que la economía mundial hizo crack, Leman Brothersa se desplomaba y la aseguradora AIG era demasiado grande como para dejarla caer. Ese año, el año en que perdimos la inocencia, el optimismo de José Luis Rodríguez Zapatero iluminaba el espejismo de una economía saneada en España, desconectada de la siguiente edad del hielo, ignorante del desplome que sufriría poco tiempo después. Diez años mas tarde, muchos hombres de negro después, Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno. Se cumplen estos días siete desde que triunfase la primera moción de censura de la historia de la democracia española. Y ahora conviene hacer un repaso a un presidente que cumple la máxima de Hesiodo: carácter es destino. 

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