¿¡Pero cómo se atreve Pedro Sánchez a ir al teatro!?

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A ver esos patriotas, que aman lo que ignoran y opinan de lo que no saben, lo cual genera una pregunta inmediata: ¿Se puede querer lo que se desconoce? Y otra muy poco tranquilizadora: ¿Se puede gobernar? El Partido Popular quiere la llave de La Moncloa, como es lógico, pero ayer Feijóo situó Badajoz en Andalucía y Huelva en el Mediterráneo y hoy, Bendodo, tal vez porque Dios los cría y ellos se dan cargos unos a otros, dice que La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes, es una obra “de temática Frankenstein", imaginamos que siguiendo la misma línea deductiva de su jefe cuando dijo que 1984 de Orwell se publicó… en 1984. Está claro que ninguno de los dos ha leído los libros de los que habla y con los que tratan de adornarse, lo mismo que no habrá leído ninguno de la propia Almudena Grandes el alcalde de Madrid que la consideraba indigna de ser nombrada hija predilecta de Madrid. Entonces, si las razones para descalificar a una escritora no son literarias, ¿serán ideológicas, puro sectarismo? Dejo esos interrogantes flotando en el viento, como en la canción de Bob Dylan. Aunque en el caso de Almeida ya se respondió y definió él solo cuando mandó quitar unos versos de Miguel Hernández de un memorial, retirarle la calle al barco Sinaia que salvaba, poniéndolos rumbo al exilio, a republicanos que trataban de huir del genocida Francisco Franco, para devolvérsela al cañonero Baleares, que los asesinaba.

Como la investidura ha sido una investiblanda y no han querido pactar con Feijóo ni los ujieres del Congreso, ahora toca matraca con el independentismo, la amnistía y la España que se rompe, aunque parece que de Cataluña tampoco saben gran cosa, o de lo contrario el mismo Feijóo no habría dicho que “Picasso era catalán” y todos en conjunto recordarían aquella sentencia del president Tarradellas, según la cual “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”, y tal vez dejarían de hacerlo. Aparte de que están como para dar lecciones: es con ellos en el poder que se celebró el referéndum ilegal, se declaró la independencia, se esfumó Puigdemont camino de la frontera y se duplicó el número de separatistas.

Una de las grandezas de España es su apabullante cultura, de la que cualquiera con dos dedos de frente estaría orgulloso y difundiría allá por donde fuese

Ahora llega el turno de Pedro Sánchez, que va al Parlamento con posibilidades, aunque aún sin todo el pescado vendido, y la oposición que parece que lo seguirá siendo, y eso le sabe a hiel, tratará de torpedear por tierra, mar y aire su candidatura. Pero en la ácida crítica de Bendodo y en sus gestos se olía el aroma inconfundible del desprecio, y no ya por el rival político, sino por la misma cultura: el presidente fue “a una obra de teatro”, dijo, con cara de incredulidad y exactamente con el mismo tono e intención con que el compositor y guitarrista Keith Richards me dijo hace años, en una entrevista que le hice en Madrid, que su amigo y pareja artística Mick Jagger se las daba de tan fino “¡que había llegado a ir a la ópera!”, solo que, en el caso del portavoz de la mitad de la derecha, sin la gracia del genio de los Rolling Stones –que, por cierto, acaban de sacar una canción superlativa, “Sweet sounds o heaven”, que aparte de ser la mejor que graban en mucho tiempo, incluye una especie de oración que merece la pena escuchar: “Bendito sea el Padre, bendito sea el Hijo. / Escucha el sonido de los tambores / que estalla y resuena por el valle: / Que ninguna mujer o niño pase hambre esta noche. / Por favor, protégenos de la pena y del dolor"–. Eso, proteger a la gente, propiciar que todas y todos, incluidos los más débiles, puedan tener una vida digna, como dice nuestra Constitución, que me temo que también se cita más de lo que se conoce o, aún peor, se quiere conocer: algunos de sus artículos hablan de una igualdad de oportunidades con la que hay quienes no comulgan. 

Cada uno tiene sus sistemas de medida. Yo no me fío mucho de la gente que no lee y absolutamente nada de la que se ríe de los libros o los considera, directamente, peligrosos. Una de las grandezas de España es su apabullante cultura, de la que cualquiera con dos dedos de frente estaría orgulloso y difundiría allá por donde fuese. Aquí están a punto de venir cien millones de turistas al año, y ninguno se equivoca al elegirnos. Ironizar sobre el hecho de que el presidente del Gobierno vaya al teatro es ponerte en tu sitio y demuestra, por decirlo con un tópico, qué atrevida es la ignorancia. Que alguien le mande a ese hombre, por lo menos, una sinopsis de La madre de Frankenstein, igual se anima, lee la obra o va a ver su adaptación a la escena y aprende algo. 

A ver esos patriotas, que aman lo que ignoran y opinan de lo que no saben, lo cual genera una pregunta inmediata: ¿Se puede querer lo que se desconoce? Y otra muy poco tranquilizadora: ¿Se puede gobernar? El Partido Popular quiere la llave de La Moncloa, como es lógico, pero ayer Feijóo situó Badajoz en Andalucía y Huelva en el Mediterráneo y hoy, Bendodo, tal vez porque Dios los cría y ellos se dan cargos unos a otros, dice que La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes, es una obra “de temática Frankenstein", imaginamos que siguiendo la misma línea deductiva de su jefe cuando dijo que 1984 de Orwell se publicó… en 1984. Está claro que ninguno de los dos ha leído los libros de los que habla y con los que tratan de adornarse, lo mismo que no habrá leído ninguno de la propia Almudena Grandes el alcalde de Madrid que la consideraba indigna de ser nombrada hija predilecta de Madrid. Entonces, si las razones para descalificar a una escritora no son literarias, ¿serán ideológicas, puro sectarismo? Dejo esos interrogantes flotando en el viento, como en la canción de Bob Dylan. Aunque en el caso de Almeida ya se respondió y definió él solo cuando mandó quitar unos versos de Miguel Hernández de un memorial, retirarle la calle al barco Sinaia que salvaba, poniéndolos rumbo al exilio, a republicanos que trataban de huir del genocida Francisco Franco, para devolvérsela al cañonero Baleares, que los asesinaba.

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