En las noches de cristales rotos es peligroso que todo dependa del color del cristal con que se mira

El problema no son las lecciones, sino quiénes las dan. “Consejos vendo y para mí no tengo”, dice el refrán que tantas veces define el cinismo de algunas personas y de muchos políticos de estos lúgubres días en los que vuelven a mezclarse hasta confundirse, porque son lo mismo, la guerra y los enemigos de la democracia, que también son todos iguales aunque sus banderas sean distintas. Los matices y las bombas no son compatibles, quien las tira sobre la población civil y mata inocentes, es un asesino, y luego hay quien piensa que al criminal hay que convencerlo y quien cree que hay que vencerlo; hay quien si mira al pasado condena a las potencias europeas por no darle armas en 1936 a la República española atacada por el fascismo y, si mira alrededor, las condena por dárselas a Ucrania. En las noches de cristales rotos es peligroso que las cosas dependan del color del cristal con que se mira.

En España dan lecciones y consejos, con los que además consiguen votos y aplausos, personajes como el portavoz de la ultraderecha en el Congreso, la presidenta de la Comunidad de Madrid o el de la autodenominada Plataforma Nacional de Transportes. Los tres ejercen su legítima estrategia de desgaste al Gobierno, para eso son la oposición, de extrema derecha o las dos cosas, según el caso, y comparten también un vicio: no decir casi nunca la verdad, ni sobre lo que pasa ni sobre lo que quieren, así que, a pesar de tenerlos hasta en la sopa, no sabemos ni quiénes son ni a qué han venido, aunque sus actos, con los que generalmente contradicen a sus palabras, nos den pistas muy poco tranquilizadoras, sobre ellos y sobre quienes los jalean y amparan.

Isabel Díaz Ayuso también da lecciones y consejos, e incluso lanza amenazas cuyo espíritu es: si caigo yo, arrastraré a otros conmigo. Ya saben, lo de tirar de manta y eso

Al primero lo han condenado por no pagar las obras de su casa, sucesivamente, la Audiencia Provincial de Madrid, el Juzgado de Primera Instancia número 10 y el Tribunal Supremo. Y como no cumplió la sentencia, porque hay gente que se cree por encima de la ley y cuentan con la ayuda de otros que los llevan a hombros para ayudarles a saltársela, ahora le han embargado su sueldo de diputado, que se usará para saldar la deuda. Sin embargo, se ve que de tanto hacer obras se le ha quedado la cara de cemento, porque continúa en su escaño y dando discursos patrióticos, tras exigir los ceses de otros que, según enfatizaba en su momento ante las cámaras, “no podían seguir ni un minuto más en el Parlamento porque los había condenado el Supremo.” Debe de ser que los obreros que trabajaban para él no son parte de “la España que madruga”, de la que tanto habla su partido, y no merecen, ni ellos ni la empresa constructora, cobrar por levantarle ladrillo a ladrillo una mansión de varias plantas, con quinientos cuarenta y cinco metros cuadrados de vivienda, gimnasio, ascensor, piscina y garaje, de la que nunca han dicho nada ni los que se manifestaban ante el domicilio de Irene Montero y Pablo Iglesias, ni quienes callaban ante ese acoso continuo, por el que nadie ha ido a la cárcel, o lo justificaban. El moroso debe 63.183 euros, más las costas judiciales y los intereses de demora, pero no hay problema, porque una cosa es no creer mucho en las instituciones y otra llevarse de ellas, según se especifica en una información de elDiario.es, 8.017,37 euros brutos al mes, desglosados de la siguiente manera: un salario base de 3.050,62; gastos de representación, como portavoz, de 1.890,98; otros 1.006 por libre disposición; 1.134,40 más como portavoz en una comisión y dos extras de 935,37 de indemnización para cargos electos por Madrid. Nuestros impuestos dan para mucho, sobre todo para unos pocos.

Isabel Díaz Ayuso también da lecciones y consejos, e incluso lanza amenazas cuyo espíritu es: si caigo yo, arrastraré a otros conmigo. Ya saben, lo de tirar de manta y eso. La lideresa trata de apagar el fuego a voces, que requiere mucho aire, de ensordecer a la opinión pública con música de ventilador y de ampararse en sus eslóganes y muletillas de siempre, por ejemplo eso de que "hay que acabar con el comunismo que nos roba y arruina"; pero resulta que a quien quiere investigar la Fiscalía de la UE por cohecho y malversación es a ella, dado que el dinero que se llevó su hermano por trapichear con mascarillas compradas en China, durante lo peor de la pandemia de coronavirus, provenía de los fondos de la UE, esos mismos que ella tanto reclamaba, ya hemos visto para qué y para quiénes. Entre otras cosas, para pagar los trescientos millones que se deben por vías sin acabar o trenes fantasma, que heredó de Esperanza Aguirre, otra que da clases entre Goya y Goya, entre fuga y fuga de la policía municipal. Menos mal que ha salido en auxilio de su jefa el consejero, esta vez en sentido literal, Enrique López, un juez que dice desconfiar de la justicia continental, porque deja caer que “está politizada”, y no como él, un magistrado que se pasó al PP. Entre sus joyas, pedir la cadena perpetua, decir que “llamar matrimonio a la unión de personas del mismo sexo sería como llamárselo a la unión entre un hombre y un animal” o considerar que “la Ley Integral de Violencia de Género atenta contra el principio de igualdad, ya que resulta discriminatoria para el hombre.” No hay que añadir nada, hay palabras que si les das cuerda se ahorcan solas.

O, por ir acabando, podemos hablar de otro que da lecciones y consejos, el presidente de la Plataforma Nacional para la Defensa del Transporte, de cuyo nombre no nos vamos a acordar, que ha puesto al sector en guerra contra el Gobierno, sin duda aprovechando las reivindicaciones justas de un colectivo que se ahoga en el precio de los carburantes, pero cuyos fines están tan poco claros como su historial: el hombre apoya de forma documentada a la extrema derecha, tuvo una sociedad que entró en concurso de acreedores y que nunca pagó a sus operarios y, mientras proclama que con el precio del combustible no llegan a fin de mes, se fotografía orgullosamente con su Mercedes Benz de gran cilindrada y escribe: “Somos tal para cual, je, je, je.” La ministra, en mi opinión, sólo ha cometido un error: recibirlo tras llegar a un acuerdo con el resto del sector. Él, naturalmente, quiere seguir la huelga, caiga quien caiga, para arrastrar al Ejecutivo en su caída.

El problema no son las lecciones, sino que nos las den quienes tienen tanto que callar.

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