El nuevo PP de Feijóo era echar a Casado, recuperar a Aznar y Rajoy y seguir con Vox

Como quien prepara un cubo de cemento para tapar unas grietas en un muro de su casa, el actual jefe del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha querido dar una imagen de unidad, juntándose en público y sobre un escenario, tras un banquete celebrado en Valencia, con José María Aznar y Mariano Rajoy, dos figuras, sin duda, poderosas y de sombra alargada, puesto que ambos fueron presidentes del Gobierno, pero también conflictivas, a causa de la corrupción generalizada que imperó durante sus mandatos. Cuando dices sus nombres, se oyen también los de Rato, Bárcenas, Zaplana y demás; se ven las fotos de las Azores y se escuchan las mentiras del 11M y acerca de la Gürtel, de la que Rajoy, con todos sus ministros a la espalda, dijo que no era “una trama del PP, sino contra el PP.” Ni la policía ni la justicia opinaron lo mismo y, como se sabe, la formación de la calle de Génova ya ha sido condenada hasta en tres ocasiones por la Audiencia Nacional.

Tras el discurso de Feijóo, lleno de gratitudes y parabienes, Aznar le aseguró que “Mariano y yo estamos a vuestra disposición, donde queráis y donde podamos aportar. Si nos llamáis, vamos. Y si no, no pasa nada.” El aludido, tras echarse una flor con aroma a disculpa y lavado de manos, “hice lo que pude, cuando se me solicitó, y cuando no pude, no hice nada, qué le vamos a hacer”, se apuntó a la fiesta: “siempre podéis contar conmigo”; y Feijóo le hizo al primero de ellos una imitación que seguro que le gustó y le trajo recuerdos entrañables: “Váyase, señor Sánchez, y convoque elecciones.”

El problema está en la hemeroteca, como siempre y hasta que la privaticen, o algo. Y ahí, cuando Aznar habla de los pactos del actual Gobierno con independentistas y etarras, uno se tiene que acordar de él llamando a los terroristas “movimiento de liberación vasco”; o de Xabier Arzalluz, segundo de a bordo entonces de un PNV que abogaba a la vez con medias tintas y sin disimulos por la autodeterminación, dejando caer, tras reunirse ambos: “He conseguido más en catorce días con Aznar que en trece años con Felipe González”; o de la oferta que les hizo a Jordi Pujol y Artur Mas: desmantelar el PP catalán y fusionarlo con CiU, al estilo de lo que ocurrió con la Unión del Pueblo Navarro. El equipo negociador de los populares estaba formado por los ministros Eduardo Zaplana y Jaume Matas —ambos terminarían en prisión— y por Mariano Rajoy, en aquel tiempo vicepresidente del Gobierno. A este último, que ha sido definido como “una máquina de fabricar separatistas”, por el crecimiento que estos tuvieron durante su mandato, estos le montaron un referéndum que no supo impedir, le declararon la independencia y se le escapó Puigdemont, sin que fuera capaz de hacer otra cosa que mandar policías a repartir palos. Ahora, el PP sigue sacándole rédito político, según afirman las encuestas, al asunto de Cataluña, la unidad de España y la patria que se rompe.

No quieren cambiar, quieren que todo siga como estaba cuando, según ellos, les arrebataron lo que es suyo. Y para lograrlo, si el fin tiene que justificar los medios, pues lo que dice M. Rajoy: qué le vamos a hacer

Así que todo eso estaba en las mochilas de Aznar y Rajoy cuando se subieron a la tarima de Valencia. Bueno, eso y los cientos de casos de corrupción que estallaron durante sus años en La Moncloa —se estima que uno cada dos días—, los doce ministros imputados de los ejecutivos del primero y las Púnica, Lezo, Kitchen, Taula, Sóller y demás, que le costaron el puesto, tras una moción de censura, al segundo. Eso sí, de Pablo Casado no se dijo una palabra, al fin y a cabo, tampoco llegó al poder, entre otras cosas porque Feijóo y el aparato le formaron un motín y lo echaron a la calle sin contemplaciones —ahí hasta las cajas destempladas son en b— por denunciar los tejemanejes de algún familiar de Isabel Díaz Ayuso con las mascarillas y durante la pandemia. O igual sí que lo han buscado y no lo encuentran, como el juez ante el que debía ir a declarar y no fue.

 ¿A cuánto ascendió el saqueo llevado a cabo durante los mandatos de esos expresidentes cuya herencia reivindica Núñez Feijóo y que suma, por ahora —de aquí hasta 2025 la Audiencia Nacional juzgará veintisiete casos—, casi quinientos imputados? Se calculan ciento veintidós mil treinta y ocho millones de euros. El Ministerio de Sanidad tiene, en los Presupuestos Generales del Estado 2023, una dotación de 3.010 millones, y eso que se ha incrementado en un 6,4% con respecto a 2022. Con lo robado, daría para financiarla durante cuarenta años. O, mejor aún, durante veinte y duplicando el dinero destinado a la Seguridad Social.

Para ponerse de ejemplo y dar lecciones hace falta tener un expediente muy limpio. Si no es así, el pasado sale al encuentro de quienes mienten, tergiversan o se blanquean a sí mismos. Con la que está cayendo con la ley del solo sí es sí, ahora nos acordamos de que la aplicación de la reforma del Código Penal hecha en 2015 por el Partido Popular ha provocado y aún provoca la reducción de penas a condenados por delitos de abusos sexuales, apropiación indebida y corrupción.

Es evidente que el PP tiene que hacer algo, su aspiración, lógicamente, es ganar las próximas elecciones y, además, tiene encima la losa de la ultraderecha, así que se les ha ocurrido tirar de Aznar, a quien los votantes de Vox miran con buenos ojos pero de quien él sabe que necesitan distanciarse: "que otros intenten ganar algo con el enfado y la ira”, dijo. Rajoy lo secundó afirmando que “los españoles están cansados de la polarización propia de los populistas”, tal vez olvidando que ellos se llaman “Partido Popular.” Pero nadie declaró una ruptura con los extremistas ni dijo de ese agua no beberé. La pregunta, así, es obvia: “¿El nuevo PP de Feijóo era echar a Casado, recuperar a Aznar y Rajoy y seguir con Vox? No quieren cambiar, quieren que todo siga como estaba cuando, según ellos, les arrebataron lo que es suyo. Y para lograrlo, si el fin tiene que justificar los medios, pues lo que dice M. Rajoy: qué le vamos a hacer.

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